NAIROBI – El cambio climático está superando a la ciencia y los agricultores están pagando el precio. Las innovaciones en la investigación agrícola deben llegar a los agricultores antes de que sea demasiado tarde.
Las asociaciones, las colaboraciones y la dosis adecuada de voluntad política son el combustible para poner las innovaciones en manos de los agricultores, afirma Simeon Ehui, director general del Instituto Internacional de Agricultura Tropical (IITA) y director regional par África continental del Consorcio de Centros Internacionales de Investigación Agrícola (CGIAR, en inglés).
Ehui está en Nairobi participando en la primera Semana de la Ciencia para el desarrollo agrícola, que se celebra con representantes de gobiernos y de especialistas en agrociencia desde el lunes 7 y hasta el sábado 12.
El IITA ha aportado soluciones a los bajos rendimientos de las cosechas, la mala calidad y la dieta poco saludable para impulsar la seguridad alimentaria, la nutrición y los medios de vida de los pequeños agricultores que mantienen al mundo alimentado.
«Hemos desarrollado una serie de tecnologías; desafortunadamente, muchas de estas tecnologías no siempre llegan a los agricultores, los usuarios finales», dijo Ehui diálogo con IPS. Añadió que con voluntad política, la innovación puede desplegarse más rápida y ampliamente.
A su juicio, los responsables políticos comprenden la importancia de la ciencia, pero se enfrentan a necesidades contrapuestas y a veces tienen que tomar decisiones que no siempre van en interés de los agricultores. «Tenemos que seguir presionándolos para convencerlos de la importancia de la ciencia», adujo.
Ehui dijo que el IITA ha abordado la inseguridad alimentaria, la pobreza y la degradación ambiental a través de investigaciones de vanguardia sobre cultivos clave como el maíz, el banano, el frijol, la soja, la yuca y el ñame.
Con el aumento del hambre en el mundo a pesar de los avances científicos, la pregunta es: ¿por qué las innovaciones no llegan a los agricultores con la suficiente rapidez?
«Aunque abundan los avances científicos, la verdadera brecha radica en la entrega de estas innovaciones a los agricultores a gran escala», señaló Ehui, citando que muchos países todavía se enfrentan a sistemas de extensión débiles, cadenas de valor fragmentadas y una participación limitada del sector privado.
El IITA ha salvado esta brecha a través de iniciativas como el programa Tecnologías para la Transformación Agrícola de África (Taat), en colaboración con el Banco Africano de Desarrollo.
El Taat ha ayudado a trasladar tecnologías probadas a través de cadenas de valor prioritarias, desde la investigación hasta los agricultores, a través de los centros del CGIAR, los gobiernos, los actores del sector privado y las instituciones financieras.
«No se trata solo de desplegar tecnologías, sino de construir sistemas para racionalizar los procesos de lanzamiento, alinearse con las políticas y ampliar el acceso a los insumos y los mercados, especialmente para las mujeres y los jóvenes», dijo Ehui.
El especialista bromeó diciendo que tenía tres mensajes para los responsables políticos: «Necesitáis ciencia para desarrollar vuestra productividad agrícola. Necesitáis inversiones en infraestructura rural, y también necesitáis asociaciones. Sin asociaciones, no se puede hacer nada».

Avances revolucionarios
El IITA ha creado cultivos más nutritivos y resistentes al clima, que han ayudado a combatir el hambre y a mejorar los medios de vida de los pequeños agricultores en África.
Desarrolló y lanzó variedades de maíz resistentes al estrés, a la sequía y a la Striga, y más nutritivas. Entre 2007 y 2024 se han lanzado más de 170 variedades de maíz en colaboración con el IITA y socios nacionales en Benín, Ghana, Malí y Nigeria.
Como resultado de la innovación en investigación, se han producido más de 480 000 toneladas métricas de semillas certificadas, que han sido plantadas en unos 18 millones de hectáreas por 45 millones de hogares. Más de 500 millones de personas se han beneficiado de la mejora del cultivo del maíz.
Los programas de mejora genética del banano han desarrollado híbridos con mayor resistencia a las enfermedades fúngicas, como la fusarium y la sigatoka negra, que pueden acabar con los cultivos de banano.
Ehui dijo que el IITA también ha desarrollado variedades de ñame y yuca de maduración temprana y resistentes a enfermedades, junto con herramientas digitales, que ayudan a los agricultores a optimizar las prácticas agronómicas y el uso de fertilizantes.
«También hemos desarrollado un sistema de semillas económicamente sostenible para cultivos de raíces y tubérculos, impulsado por innovadoras técnicas de multiplicación rápida», explicó.
Señaló que el enfoque de multiplicación rápida de tallos ha permitido la ampliación rápida y eficiente de variedades mejoradas a los productores y a la industria de procesamiento.
«La ciencia es progresión; ahora es crucial que los agricultores se beneficien», dijo Ehui.
A su juicio, «los centros del IITA y del CGIAR tienen que trabajar con los gobiernos para garantizar que se adopten las tecnologías y modernizar el sector agrícola».
«Este es el reto al que nos enfrentamos, porque tener productos de investigación en nuestros laboratorios no sirve de nada si los usuarios finales nunca los adoptan. La revolución agrícola no está en el laboratorio, sino fuera (en el mundo real). El laboratorio es necesario, pero no es el punto final», concluyó.