CHARIKAR, Afganistán – Fátima Mohammadi era gerente de una oficina gubernamental en la provincia afgana de Parván antes de que los talibanes retornaran al poder. Pero al haber sido obligada a dejar su trabajo, regresó a casa desempleada.
Decidí visitarla en su casa después de que varios intentos de comunicarme con ella por teléfono resultaran infructuosos. Más tarde comprendí que estaba avergonzada por su situación y que, por lo tanto, había tratado de evitar reunirse conmigo.
Al llegar a su casa, me guiaron a una habitación de invitados perfectamente ordenada donde nos sentamos junto a una ventana. Su hija y su nuera también vinieron a recibirme.
Fatima apareció poco después con un termo de té, bombones y tartas caseras. Con una sonrisa, dijo: «Me recuerdas los buenos tiempos que tuvimos. ¿Se repetirán esos días en nuestras vidas?», se preguntó mientras se sentaba a mi lado.
Fatima Mohammadi se refería a los días en que era gerente en una oficina gubernamental en la provincia de Parván, de la que Charikar es su capital.
Su departamento trabajaba para alentar a las mujeres a ocupar su lugar en la sociedad y contribuir al mantenimiento de sus familias. Ganaba un buen salario, llevaba una vida cómoda y podía mantener a toda su familia.
Pero todo lo cambió el regreso de los talibanes en 2021, despues que ese movimiento integrista islamista ya había gobernado el país entre 1996 y 2001, y al que tras décadas en el territorio, abandonaron Estados Unidos y otros países occidentales.
Ahora se ocupa solo de su casa y está desempleadago, enfrentada a graves desafíos en la vida.
La aplicación de leyes islamistas restrictivas por parte de los talibanes en los últimos tres años ha tenido un impacto devastador en el bienestar físico y mental de las mujeres y las niñas en Afganistán. Están marginadas en la sociedad y tienen pocas expectativas de futuro.
Tras recuperar el poder en agosto de 2021, los talibanes impusieron severas restricciones a la vida de las mujeres con leyes islamistas draconianas. Se ha prohibido a las mujeres y las niñas recibir educación y, lo que es más importante, ya no se les permite tener un empleo remunerado y se les confina principalmente en casa.
Fátima, de 43 años, vive en el centro de la provincia de Parván con una familia de seis miembros. Es licenciada en lengua y literatura dari por la Universidad de Parván.
Vive en una casa de cuatro habitaciones con su marido, su hija, su hijo, su yerno y su nieto.
A medida que la conversación empezaba a animarse, noté que Fátima estaba un poco incómoda. Intentó reponerse, pero la angustia en su rostro revelaba su dolor.
«Nuestra economía está en números rojos», se sincera Fátima. «No podemos permitirnos comprar un saco de harina, y nuestras deudas se han acumulado tanto que ya nadie quiere prestarnos dinero», se lamenta.
Dice que su familia apenas llega a fin de mes con los pocos ingresos que gana su hijo, un antiguo estudiante universitario, como vendedor ambulante.
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La aplicación de leyes islamistas restrictivas por parte de los talibanes en los últimos tres años ha tenido un impacto devastador en el bienestar físico y mental de las mujeres y las niñas en Afganistán. Están marginadas en la sociedad y tienen pocas expectativas de futuro.
Fátima es un ajemplo de esa marginación. Su grave situación se ve agravada por el hecho de que su marido también está sin trabajo, ya que perdió su empleo como director de logística en el gobierno provincial anterior.
Son un reflejo de la devastación económica provocada por el régimen talibán en Afganistán, que ha creado dificultades para todos en general.
«Mi marido está actualmente desempleado y se queda en casa», se queja Fátima. Y añade: «Últimamente, su comportamiento hacia la familia ha empeorado; no es fácil hablar con él. Cree que es una carga para su familia, y eso es insoportable».
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Fátima recuerda su vida anterior: «Cuando era empleada del gobierno, trabajaba fuera de casa. Nuestra economía era buena y tenía una mente estable. Había otros programas, que también eran fuentes de buenos ingresos y las necesidades de mi familia se cubrían adecuadamente».
Pero, ahora, dice, lo he perdido todo desde el regreso de los talibanes y mi salud mental también empeora día a día.
Después de pasar unas horas hablando con ella, volví a mi propia casa con el corazón encogido.
T: MF / ED: EG