DELHI – La historia parece perseguir a Bangladés incluso mientras su gobierno interino lidia con los problemas reales de administrar un país sumido en el caos.
En julio pasado, este país del sur de Asia culminó un periodo de agitación cuando un movimiento estudiantil expulsó de su cargo a la primera ministra Sheikh Hasina.
Los manifestantes se echaron a la calle por un sistema de cuotas en los empleos públicos que otorgaba beneficios desproporcionados para los descendientes de los luchadores por la libertad.
Una vez que los partidos políticos y los fundamentalistas tomaron cartas en el asunto, los manifestantes exigieron la dimisión de Hasina.
Hasina se vio obligada a abandonar el país que había gobernado durante 15 años. Aterrizó en India para lo que entonces se calificó de refugio temporal: «Solo por el momento», según dijo entonces al Parlamento indio el ministro de Asuntos Exteriores, S. Jaishankar.
De vuelta a Bangladés, un gobierno provisional presidido por el premio Nobel Muhammad Yunus se hizo cargo de gobernar un país que se encontraba claramente en una encrucijada, es decir, en una disyuntiva entre el legado de Sheikh Mujibur Rahman o trazar un nuevo rumbo sin el lastre de la historia.
Con este telón de fondo hay que examinar la nueva narrativa del gobierno interino para reimprimir los billetes de Bangladés.
Iniciados por el Banco Central de Bangladés, los nuevos billetes ya no llevarán la imagen habitual de Bangabandhu, el título honorífico con el que se conoce a Mujibur Rahman, el antiguo líder que llevó al país a la independencia. En el lenguaje común, Bangabandhu significa Amigo del pueblo Bangla.
«Eliminación gradual» es como explicaron la medida los funcionarios del Banco de Bangladés, mientras que Alamgir, de 70 años, testigo de la Guerra de Liberación, la calificó de “historia alterada”, es decir, de pulsar un botón de borrado sobre el legado de Bangabandhu.
Decir que los pecados de una hija han afectado negativamente al legado de su padre puede ser un poco exagerado, porque incluso por sí solo, Sheikh Mujibur Rahman era una figura controvertida.
Héroe popular convertido en dictador, no abordó los verdaderos problemas de Bangladés, desde que llegó al poder como padre de la independencia y presidente en el bienio 1971-1972 y volvió al mando como primer ministro en 1972, donde permaneció hasta su asesinato en agosto de 1975.
En su lugar, se volvió autoritario y suspendió derechos. Como primera ministra, su hija Hasina siguió los pasos de su padre.
De ahí que la ira del pueblo que se desbordó a las calles el año pasado pasara factura tanto a Sheikh Hasina como a su legado.
Para empezar, la generación actual, muchos al frente de la protesta estudiantil en Bangladés, está resentida por el espacio indebido concedido a Mujibur Rahman a lo largo de los años, sobre todo cuando gobernaba Hasina. No solo quieren borrar su huella, sino que también pretenden reescribir y, si es posible, limpiar los sangrientos capítulos de la historia.
En este contexto, ¿es el rediseño de los billetes el primer paso sustancial dado por el gobierno interino presidido por Yunus?
Fazal Kamal, exdirector de The Independent y Bangladesh Times, no lo cree así.
«No es el gobierno el que ha tomado la iniciativa. Se trata de una intensa reacción del pueblo de Bangladés a la insistencia de Hasina en garantizar el sello de Mujib en todo. Es a este ensañamiento al que los bangladesíes quieren poner fin. El gobierno interino sólo está siguiendo la corriente», dijo a IPS.
Dado el alboroto, hay que señalar que no es la primera vez que se retira la foto de Mujibur Rahman de los billetes.
En 1976, un año después de que Bangabandhu y algunos miembros de su familia fueran asesinados, la serie de billetes que se introdujo no tenía su imagen. No fue hasta 1998 cuando volvió a aparecer en los billetes de taka, y así ha permanecido desde entonces. El taka es la unidad monetaria básica en Bangladés.
Por eso, cuando Farid Hossain, que ha sido ministro en la Alta Comisión de Bangladés en Nueva Delhi, califica la cuestión de la moneda de «mucho ruido y pocas nueces», no anda desencaminado.
«Sobre el terreno, la gente quiere gobernanza, quiere ley y orden y moneda, que puede comprar más que la imagen que lleva», dijo Hossain, añadiendo que la medida es indicativa de que el gobierno interino «cede a la presión» de los radicales.
Para muchos, la destitución de Hasina es poco menos que una «segunda independencia».
Sin embargo, hay un amplio sector que está en contra de lo que Hossain ha calificado de «erosión al por mayor» de la historia y el legado. «Hoy Bangladés se enfrenta a una división ideológica y la narrativa que quedó enterrada hace años parece haber resurgido», dijo.
En otras palabras, la generación actual de Bangladés quiere resucitar el verdadero rostro de Mujibur Rahman y despojarlo del legado revestido de grandeza. Y en esto, el gobierno interino ha sido un actor activo.
«La intención de la administración interina es alejar al país de su legado histórico. El régimen actual ha complacido a sus revoltosos seguidores estudiantiles, que han aplastado todos los símbolos de la historia», afirma el analista político Syed Badrul Ahsan.
En cuanto a sucumbir a las presiones, el gobierno interino se encuentra en el ojo del huracán por otro asunto: la delicada cuestión de la extradición de Hasina.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Bangladés ha enviado una nota verbal al gobierno indio diciendo que quiere que Hasina regrese para un proceso judicial. Una nota verbal es una comunicación diplomática de un gobierno a otro.
Ha habido una demanda persistente, como señala Kamal, para que los líderes del régimen anterior sean traídos de vuelta y juzgados. Llámenlo política de venganza si quieren, pero el sentimiento popular parece ser que Hasina debería ser enviada a la horca.
Aunque India y Bangladés tienen un tratado de extradición en vigor, éste exceptúa la venganza política.
El artículo 6 del tratado establece que la extradición puede denegarse si el presunto delito es de naturaleza política.
Que Hasina está siendo juzgada por sus delitos políticos es un hecho.
«Una nota verbal no es suficiente. El gobierno provisional no tiene mandato. Está ahí para administrar y dirigir las reformas y no para hacer política. Pero parece que se está ocupando de la cuestión secundaria de los radicales y parece estar cediendo», dijo a IPS Pinak Ranjan Chakravarty, ex alto comisionado indio en Bangladésh.
Desestimando la petición de extradición como «mera retórica resultante de las pulsiones y presiones internas», el exembajador afirma que es poco probable que India complazca a su vecino en este asunto.
Tampoco descartó que Yunus utilice este asunto como «táctica de presión» para pedir a India que impida a Sheikh Hasina hacer declaraciones políticas en suelo indio.
Para que conste, en un discurso virtual en diciembre, Hasina declaró que Yunus dirigía un «régimen fascista» que alentaba a terroristas y fundamentalistas. Curiosamente, la petición de extradición llegó poco después.
Ambas cuestiones parecen suspendidas en el aire: aún no se han impreso los nuevos billetes y el gobierno indio guarda silencio sobre la extradición de Hasina.
En cuanto al legado de Mujib, su estatua puede ser objeto de vandalismo, sus imágenes desfiguradas y los pecados de su hija denigrar su legado, pero la huella de Bangabandhu en la historia, por controvertida que sea, no puede borrarse.
T: MF / ED: EG