Crisis alimentaria asoma en Bolivia y amenaza a grandes y pequeños productores

Ciudadanos y transportistas de pasajeros en motocicletas de la ciudad de Concepción, en el departamento boliviano de Santa Cruz, marchan el 6 de noviembre, exigiendo una estabilidad de precios de los alimentos de la cesta familiar. Imagen: Cortesía de Elizabeth Hurtado

SANTA CRUZ, Bolivia – Tras la quema de 10 millones de hectáreas en zonas de riqueza forestal y de cultivos en el este de Bolivia, la economía, ya debilitada por la falta de dólares y carburantes, presenta un escenario de crisis en la producción de alimentos y una caída en las exportaciones no tradicionales de la región.

El departamento de Santa Cruz, localizado en el este de Bolivia y colindante con Brasil, conforma una región con una superficie de 370 621 kilómetros cuadrados y  una geografía de extensas llanuras, serranías, colinas, valles y terrazas. En 2023 contribuyó con 31,5 % del producto interno bruto (PIB) del país y 47 % del PIB agropecuario, según datos oficiales.

“Bolivia es un país agrícola autosustentable” pero la falta de diésel y 24 días de bloqueos de carreteras, afectarán a las exportaciones de carne y otros productos a Europa, y tendrá impacto en la siembra de verano, resumió para IPS en la ciudad de Santa Cruz, la capital del departamento hómonimo, el director de los Productores de Maíz y Sorgo, Vicente Gutiérrez.

El sector agropecuario aporta 43 % del PIB boliviano, por encima del petróleo y el gas que contribuye con 36 % y la minería 31 %, según datos oficiales de 2023.

Enclavado en el centro de Suramérica, el país ha sumado al impacto de los incendios, el de un bloqueo de carreteras en la región central de Cochabamba, lo que supuso la interrupción en el transporte de alimentos a varios departamentos, y a los puertos localizados en las costas de Perú y Chile, ya que Bolivia carece de salida al mar.

Las pérdidas por la interrupción del tráfico vehicular en los primeros 16 días de la protesta alcanzaron a 1500 millones de dólares, equivalentes a 3,5 % del PIB, y de ese monto 970 millones de dólares corresponden al sector productivo, según cálculos del ministro de Desarrollo Rural y Tierras, Yamil Flores.

La protesta, que concluyó el 6 de este mes, fue impulsada por el expresidente Evo Morales (2006-2019) que busca postularse a la presidencia de Bolivia, por cuarta vez, aunque el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) reiteró este mismo mes que no puede ser candidato en las elecciones generales de agosto de 2025.

El exmandatario niega que intente retornar a la Presidencia y argumenta que sus protestas están dirigidas a defender la economía popular, exigir la regularidad en la venta de carburantes y la provisión de dólares a la gente.

Actualmente, Morales también es investigado por la Fiscalía del departamento suroriental de Tarija, por los delitos de estupro y trata de personas.

Sus actuaciones se inscriben en una enconada lucha con el presidente Luis Alberto Arce, también aspirante a la reelección, que ha dividido al partido gobernante, el Movimiento Al Socialismo (MAS), y que suma inestabilidad a la crisis socioeconómica en que está sumergido el país de 12,4 millones de habitantes.

Conductores del servicio de mototaxis de la ciudad de Concepción, en el departamento boliviano de Santa Cruz, marchan el 6 de noviembre, en demanda de la provisión de gasolina para el transporte público. Imagen: Cortesía de Elizabeth Hurtado

Pequeños productores afectados

A 289 kilómetros al noreste de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, en la población de Concepción, los precios de los alimentos básicos están en alza descontrolada, se quejó Elizabeth Hurtado, una residente en el pueblo La Fauna que habló desde esa ciudad con IPS.

El 6 de noviembre, una marcha de habitantes de Concepción, capital de la provincia Ñuflo de Chávez, salió a las calles en demanda de gasolina y acciones gubernamentales que eviten un ascenso de los precios de los alimentos.

Concepción se halla en la región de la Chiquitanía, una extensa llanura de Santa Cruz que fue duramente castigada por incendios provocados entre junio y octubre, y sus 59 comunidades que reúnen a unos 30 000 habitantes, según Hurtado, están sufriendo los efectos de la masiva destrucción de cultivos por el fuego.

“En Concepción hemos pasado malos momentos. Los fuegos (por los incendios) perjudicaron desde junio y se aplacaron gracias a la lluvia” el mes pasado, describió.

“El maíz se ha perdido por la quema. En un distrito (zona) tenían almacenado el maíz y también se ha perdido (por los incendios)”, lamentó.

En esta región los agricultores tuvieron que huir ante el descontrolado avance de las llamas que dañaron sus cultivos de maíz, soja, arroz, yuca, banano para cocinar y papaya.

“Ahora están queriendo comenzar de cero porque no se recuperarán de la noche a la mañana”, admite Hurtado que agradece la ayuda de organizaciones no gubernamentales que los asisten con semillas.

Muchos pobladores de zonas agrícolas afectados por la pérdida de cultivos, se dirigen a la capital provincial en busca de empleos, pero en Concepción los precios se elevaron hasta triplicarse. Los bananos se vendían antes de la crisis a tres por un boliviano (0,14 dólares), la moneda nacional. Hoy cada uno tiene un precio de un boliviano, explica la entrevistada.

Granos de soja en las manos de un productor durante la recolección mecanizada del grano en el departamento de Santa Cruz, el granero de Bolivia, cuya producción agrícola se ha visto diezmada este año por una ola de incendios y la falta de diésel para la cosecha. Imagen: Cortesía de la CAO

Comienzan las caídas

“La anormal (irregular) provisión de combustibles, la escasez y subida del precio del dólar, así como el impacto del cambio climático (sequía) y la baja de las cotizaciones internacionales han golpeado duro al sector exportador”, comentó en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra a IPS el gerente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (Ibce), Gary Rodríguez.

El especialista en comercio exterior describe de “grandes caídas” de las agroexportaciones durante agosto “como el caso de la soja y derivados (-477 millones de dólares), girasol y derivados (-18 millones), bananas (-9 millones), leche (-6 millones), chía (salvia hispánica,-4 millones), maní (-4 millones), derivados de carne (-3 millones), frejol (-3 millones), sésamo (-2 millones), palmitos (-1 millones), a lo que habrá que sumar las consecuencias de los bloqueos desde octubre”.

“Es doloroso decirlo pero el 2024 no será un buen año para las agroexportaciones, previéndose una de las mayores caídas de las ventas externas de alimentos de los últimos años”, anticipa Rodríguez, debido a factores internos y externos, el incremento de costos por la escasez y alza del dólar que incrementa el valor de los insumos.

Evalúa los resultados del año 2023, cuando las exportaciones no tradicionales de Bolivia alcanzaron los 3007 millones de dólares, de los cuales el 87 % tuvieron una participación de la soya, el girasol y derivados, la carne bovina y derivados, la castaña, el azúcar, la quinua, las bananas, entre otros.


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El presidente de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo, Demetrio Pérez, considera estos meses como “el peor momento que estamos viviendo por la escasez de diésel. Un total de 400 000 hectáreas de soya corren el riesgo de perderse porque la falta de combustible impide la recolección de granos”.

“Nuestras máquinas están paralizadas y solo hemos podido cosechar 5 % usando la reserva de diésel”, informó a IPS.

Las importaciones de diésel y gasolina son irregulares debido a la falta de dólares para la importación a cargo del gobierno central, tras la reducción de las exportaciones de gas natural de 6011 millones de dólares a 1880 millones de dólares en la última década.

El cultivo de alimentos es mecanizado y requiere combustibles. Solo la verdura y las frutas no sufrirán dificultades, comentó el empresario Gutiérrez.

Los cultivos de soja se extienden en un millón de hectáreas, mientras el maíz tiene una superficie de cultivo de tres millones de hectáreas. A su juicio, si no se normaliza la venta de diésel y gasolina, la producción de alimentos “caerá drásticamente”, con consecuencias importantes para la economía y dramáticas para la población.

ED: EG

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