SANTIAGO – La cumbre de Lima, que coincidió con el primer cuarto de siglo de existencia del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (Apec, en inglés), finalizó sin abrir mayores expectativas para América Latina, salvo las que se desprenden del vigoroso avance de China en la región.
La reunión número 31 de Apec concluyó el domingo 17 con 20 documentos consensuados, que incluyen 11 declaraciones ministeriales, ocho instrumentos técnico-políticos y la Declaración final de los líderes de las 21 economías que integran el foro. Todo por unanimidad.
La Declaración reafirma el propósito del foro de “construir una comunidad Asia-Pacífico que sea próspera, pacífica y resiliente, empoderando a las poblaciones más vulnerables y actores económicos para que reciban los beneficios de la economía global”.
Un compendio de buenas intenciones, como tantos de los que emanan de conclaves internacionales, que adoptan propuestas frente a los grandes desafíos actuales de la humanidad, como el cambio climático, las migraciones y la seguridad global, cuya implementación va a la zaga del empeoramiento de los problemas.
Así, no es aventurado prever un libreto más o menos semejante para la cumbre del Grupo de los 20 (G20), de destacadas economías industriales y emergentes, que comenzó este lunes 18 en Río de Janeiro, donde se darán también cita varios de los líderes participantes en la reunión cimera de Apec en Perú.
Loas de un comunista al libre comercio
Lima acogió un foro económico en que la mira de los analistas se vio teñida por la política, en tanto el protagonismo del presidente chino Xi Jinping tuvo el contrapeso de un ausente: Donald Trump, quien asumirá el gobierno de los Estados Unidos el 20 de enero con una guerra comercial contra Beijing como caballo de batalla.
Sí estuvo el presidente saliente, Joe Biden, que se despide en América Latina de la escena internacional, primero con la cumbre de la Apec y este lunes 18 y martes 19 en Río, en el G20, y quien aprovechó para hacerlo también de Xi, en un encuentro bilateral en la capital peruana.
Paradoja de paradojas. Xi, líder de la gran potencia que en su sistema político mantiene un régimen estatista con un Partido Comunista hegemónico, exaltó en el marco de Apec las bondades del libre comercio frente a la amenaza cierta del próximo gobernante del país modelo del capitalismo avanzado.
No está de más recordar que Apec nació en 1989 en el marco del naciente auge de los tratados comerciales, que acompañó la disolución de la Unión Soviética y la debacle de los socialismos reales.
Fue el mismo año del Consenso de Washington, que proclamó como fórmula casi mágica para la superación de las crisis financieras y garantizar la estabilidad democrática una supremacía incontrarrestable del mercado, un ambiente propicio para el capital financiero y con el Estado reducido a un papel subsidiario.
Eran los años en que el mundo se pintaba de globalización y se anunciaba el fin de la Guerra Fría. El libre comercio sería el articulador de armónicas relaciones internacionales, con tratados que pondrían término al proteccionismo con una gradual eliminación de aranceles, lo contrario del arma que hoy esgrime Trump.
Presencia latinoamericana
Los primeros signatarios del tratado de Apec fueron dos países americanos, Estados Unidos y Canadá, acompañados por Australia y Nueva Zelanda en Oceanía, más ocho socios asiáticos: Brunei, Indonesia, Japón, Corea del Sur, Malasia, Filipinas, Singapur y Tailandia.
En 1991 se incorporaron China, Taiwán y Hong Kong, ocasión en que Apec fortaleció su perfil de foro de economías y no de Estados, siendo así una de las pocas instancias donde conviven los dos países chinos y además participa con plenos poderes el antiguo protectorado británico.
México fue el primer socio latinoamericano, adherido en 1993, el mismo año en que Oceanía aumentó su representación con Papúa Nueva Guinea. Chile se convirtió en el segundo partícipe de América Latina en 1994, y Perú en el tercero en 1998, el mismo año que se sumaron Rusia y Vietnam al Apec.
La carta oficial de presentación del foro Asia Pacífico resalta que sus 21 miembros concentran casi la mitad del comercio y 60 % del producto interno bruto (PIB) del planeta. Cifras impresionantes que a la postre otorgan prestigio, pero cuyos réditos reales son difíciles de cuantificar.
El mundo es hoy un mosaico casi interminable de tratados de libre comercio, ya sea por bloques, interregionales o bilaterales. Chile cuenta hoy con 34 tratados comerciales, Perú con 24 y México con 14.
¿Son más prósperos estos tres países latinoamericanos que antes de su ingreso a la Apec? Si se busca una respuesta a través de sus tasas de crecimiento del producto se advierte, como en el caso de Chile, un aumento del potencial exportador, pero que no se replica necesariamente en otras áreas de la actividad económica.
Lo cierto es que en la economía global aumenta la exposición de los países a las crisis financieras, como ocurrió el año 2008, y el libre comercio no es un antídoto contra esta dependencia.
La adhesión a grandes tratados comerciales es siempre polémica en la balanza de costos y beneficios. México, Chile y Perú son sintomáticamente los tres socios latinoamericanos que están ingresando al TPP-11 el tratado de 11 países de la cuenca del Pacífico.
Dorotea López, del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, dijo en septiembre de 2022, a propósito del TPP-11, que en los acuerdos comerciales existe una mezcla de urgencia por firmarlos y “una posterior amnesia” que los convierte en hitos políticos más allá de su papel como instrumentos comerciales.
Chancay ¿símbolo de nuevos tiempos?
Un hito político es la más certera caracterización que se puede hacer de estas cumbres de Apec y del G20, en un escenario mundial en ascuas por el cambio de timón en la Casa Blanca, simultáneo a conflictos armados en Europa oriental y en el Medio Oriente, a los que Trump planea sumar una guerra comercial.
Durante su visita a Lima Xi Jinping limó asperezas con Joe Biden, quien también inició hace cuatro años su periodo prometiendo mano dura contra la competencia económica de China. Ahora, el líder asiático parece estar en mejor pie para resistir los embates arancelarios del futuro gobierno estadounidense.
Trump pretende castigar las importaciones chinas con gravámenes arancelarios de 60 % y también se anuncian alzas de aranceles de 25 % contra los productos de México, cuya presidenta Claudia Sheinbaum no estuvo en la cumbre de Apec pero sí en la del G20.
“Hacer grande a América otra vez”, es una consigna que desde ya pronostica costos inflacionarios para el pueblo estadounidense, pero que también puede deteriorar las siempre precarias relaciones de Estados Unidos con América Latina, más allá del simbolismo de Marco Rubio, hijo de cubanos, como secretario de Estado.
Un panorama que favorecería una profundización de los ya intensos vínculos comerciales de China con América Latina, que tendrán en la cuenca del Pacífico un impulso de grandes proporciones con su megapuerto de Chancay en la costa central peruana, inaugurado por el gobernante chino en su visita al Perú.
¿Habrá una mayor integración portuaria en América del Sur? ¿Chancay favorecerá la habilitación de corredores bioceánicos con los países del Atlántico? ¿El aislacionismo de Trump y la presencia china despertará interés en los gobiernos latinoamericanos por el bloque Brics+ (encabezado por Brasil, Rusia, China y Sudáfrica)?
Preguntas válidas de pronóstico por ahora reservado.
ED: EG