Crisis energética echa raíces en Cuba

Dos personas conversan en la entrada de una vivienda durante un apagón, en La Habana. Entre julio y agosto de 2024, una sexta parte promedio de la demanda de electricidad en Cuba no pudo ser atendida por el sistema electroenergético. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS

LA HABANA – La crisis energética en Cuba se arraiga debido a las averías en las termoeléctricas y la dependencia de la importación de combustible, una situación que no solo afecta a las familias con cortes de electricidad frecuentes y prolongados, sino también a la capacidad productiva del sector industrial.

Desde 2020, esta nación insular caribeña con 10 millones de habitantes soporta grandes dificultades para cubrir con sus plantas productoras la demanda de electricidad en el territorio, sobre todo en verano, cuando el consumo eléctrico aumenta por el calor y el uso intensivo de aires acondicionados y ventiladores.

“Los apagones no solo causan malestar, sean programados o por roturas imprevistas: afectan el descanso y paralizan cualquier actividad rutinaria. Una lleva años con estos problemas, pero nunca se acostumbra del todo”, dijo a IPS Carmen González, una residente capitalina de 57 años, sobre los frecuentes y prolongados cortes de electricidad.

En el periodo de julio y agosto, la estatal Unión Nacional Eléctrica reportó unos 500 megavatios (MW) de déficit diario promedio. Eso significa que aproximadamente una sexta parte de la demanda del país no se cubrió, lo que provocó apagones programados de entre tres y ocho horas, o incluso más, por jornada.

“Los apagones no solo causan malestar, sean programados o por roturas imprevistas: afectan el descanso y paralizan cualquier actividad rutinaria. Una lleva años con estos problemas, pero nunca se acostumbra del todo”: Carmen González.

Cuando el clima presenta vientos fuertes o tras el paso de un evento meteorológico extremo como los ciclones, se agudizan las afectaciones en esas redes eléctricas ya deprimidas.

“Lo peor es que el sistema electroenergético está endeble y cualquier falla puede causar un apagón no planificado. Más de una vez he perdido un día de trabajo por culpa de eso”, comentó a IPS Sergio Reyes, un ingeniero eléctrico que se dedica al montaje de paneles solares en La Habana.

Residentes de una comunidad asisten a oscuras a una reunión de rendición de cuentas de los delegados locales a sus electores, durante un apagón, en La Habana. Los cortes de electricidad entorpecen la rutina de cualquier localidad Cuba. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS

Una vez por semana se publica en redes sociales la programación de apagones de los distintos territorios del país; y cada mañana se emite en televisión nacional un reporte sobre el déficit energético junto al estado de las ocho centrales termoeléctricas existentes en el país, la principal fuente de generación eléctrica.

Según la Oficina Nacional de Estadística e Información (Onei), de los 19 825 gigavatios hora (GWh) producidos en 2023, 46 % provino de las plantas termoeléctricas, 12, 6 % de emplear la energía térmica del gas natural acompañante del petróleo, 13, 8 % de los grupos electrógenos, generadores de electricidad interconectados al sistema que operan con diésel y fuel.

Asimismo, 22,7 % se produjo mediante seis plantas flotantes (patanas) contratadas a la empresa turca Karpowership, 0,5 % procedió de hidroeléctricas y 1,2 % de las energías eólicas y fotovoltaica.

Además, algunas industrias, como la del níquel y la azucarera, produjeron 2,3 % para cubrir su propia demanda a partir de subproductos de su área de trabajo; por ejemplo, los centrales azucareros utilizan el bagazo residual de la caña como biocombustible.

En décadas pasadas, esa industria lograba excedentes y aportaba a otros destinos del sistema electroenergético nacional, pero en 2023 apenas obtuvo 1556 millones de toneladas de bagazo –y generó 203 GWh–, lo que supuso 30 % de las cifras de 2019, cuando se generó 519 GWh.

El panorama actual remarca una dependencia de los combustibles fósiles y una menor generación de electricidad con respecto a los periodos previos a la pandemia de la covid, en 2020.

Trabajadores de la empresa eléctrica laboran en la recuperación de los sistemas eléctricos tras el paso del huracán Ian, en septiembre de 2022, en la provincia de Pinar del Rio, la más occidental de Cuba. Los huracanes e incluso los vientos acelerados y fuertes afectan los tendidos eléctricos. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS

Una crisis en espiral

El último precedente de la actual crisis energética es de los primeros años de la década del 2000, que condujo al gobierno a importar 72 420 grupos electrógenos entre 2004 y 2020, para cubrir los picos de máxima demanda y proveer electricidad en caso de averías o de mantenimiento a las unidades de mayor potencia.

De hecho, los niveles actuales de generación eléctrica, menores con respecto a años recientes, son similares a los de esa época, hace cuatro lustros.

La situación pudo estabilizarse paulatinamente, cuando la empresa estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) se retiró en 2016 de la operación conjunta en la refinería de la provincia central de Cienfuegos y pasó a reducir el suministro de petróleo a la isla. Pero Cuba no podía costear ese flujo de importación sin los precios preferenciales de Venezuela.

Entonces el gobierno empezó a racionar el consumo eléctrico en las instalaciones estatales y, en 2021, cuando empezaron a fallar las plantas termoeléctricas por sus viejas tecnologías y la falta de mantenimientos capitales, volvieron los apagones programados.

Esas plantas procesan el pesado crudo interno, con contenidos altos de azufre, lo cual exige ciclos de reparaciones más frecuentes y a veces postergadas por falta de financiamiento.

Para colmo, en ese año solo se quedaban activos 1527 grupos electrógenos o motogeneradores, insuficientes para cubrir el déficit existente, según la Onei.

Además, el consumo del sector residencial fue aumentando debido a la importación masiva de equipos de refrigeración y motos eléctricas por parte de la ciudadanía.

De acuerdo a la Onei, en 2023 el sector residencial absorbió 9038 GWh (45,5 %) del total generado, casi 1000 GWh más que en 2022. Por su parte, el sector estatal consumió 6447 GWh (32,5 %) y un restatante 18,7 % se perdió en los procesos de transmisión y distribución de electricidad.

El déficit de electricidad no solo repercute negativamente en la calidad de vida de la ciudadanía, sino también en el funcionamiento de la industria nacional y el dinamismo de la economía.

Prototipo de sistema fotovoltaico para la obtención sostenible de energía eléctrica, durante la feria de Industria Básica, en el recinto Pabexpo, en La Habana. Cuba quiere lograr que su matriz energética proceda, para 2030, de fuentes renovables de energía. Imagen: Jorge Luis Baños / IPS

Una industria “apagada”

Porkarce, una minindustria privada ubicada en el municipio de Bayamo, en la oriental provincia de Granma, unos 740 kilómetros de La Habana, fabrica materiales de la construcción a partir de arcilla y muchas veces ve interrumpida su producción debido a los apagones.

Su presidenta, Karina Milanés, comentó a IPS durante una visita a su instalación que en los momentos de mayor déficit energético apenas podía trabajar cuatro horas al día, en horarios que variaban según la programación de los cortes.

“Cuando hay crisis dependemos de que la fábrica de lácteos (una que comparte su mismo circuito eléctrico) vaya a trabajar, porque la priorizan para que se produzca la leche de los niños. Cuando funciona, podemos trabajar las ocho horas”, agregó.

Según publicó en un artículo el economista cubano Omar Everleny Pérez, el primer sector en afectarse ante la disminución de generación eléctrica es la gran industria estatal: “De mantenerse esa dinámica, no podría apoyar una recuperación económica”, afirmó.


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Los cortes de energía también provocan perjuicios al sector privado, como los negocios gastronómicos, que deben cerrar sobre todo en horario nocturno ante semejantes irregularidades, mientras que largas horas de apagón incluso podrían comprometer la conservación de los alimentos, provocando pérdidas y también encareciendo su precio final, agregó Pérez.

Según este especialista, “se desconoce la cuantificación de las pérdidas de la industria y los servicios por la falta de electricidad”.

Una alternativa que busca el gobierno para escapar de este ciclo de dependencia hacia las termoeléctricas y la importación de combustibles fósiles, reside en incentivar la explotación de las fuentes de energía renovable.

Desde 2014 se invirtieron en la isla para ese propósito más de 500 millones de dólares, según informes, y los planes proponían llevar a 37 % su presencia en la matriz energética nacional en 2030.

En 2019, el gobierno emitió el Decreto Ley 345 sobre el desarrollo de las fuentes renovables y el uso eficiente de la energía.

Dos años después, los ministerios de Finanzas y Precios y de Energía y Minas autorizaron la importación sin aranceles de paneles fotovoltaicos a personas naturales, lo cual se extendió hasta el 31 de diciembre de 2023.

Sin embargo, poco se ha avanzado, al punto de que los planes se revaluaron y ahora Cuba se conforma en sus planes con que las fuentes renovables de energía representen hacia 2030, el 24 por ciento de la matriz energética.

ED: EG

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