DACA – El recalentamiento planetario tiene efectos de largo alcance y algunos países, en particular los que tienen regiones costeras bajas, son más vulnerables que otros. Bangladés, el delta más grande del mundo, está a la vanguardia de ese fenómeno mundial.
Sus zonas costeras están cada vez más expuestas al aumento del nivel del mar, los desastres naturales y la salinización, todo lo cual tiene efectos devastadores sobre su población.
El aumento de los desastres naturales, como los ciclones y las mareas, empeora el ya frágil ecosistema. En este contexto, Bangladés sirve como estudio de caso de cómo el cambio climático afecta desproporcionadamente a algunas regiones, a pesar de su mínima contribución a las emisiones globales.
La vulnerabilidad de Bangladés al calentamiento global está vinculada a su geografía y estructura socioeconómica. Las regiones costeras bajas del país son particularmente vulnerables al aumento del nivel del mar, que los ciclones y las inundaciones por mareas exacerban.
Dos ciclones importantes, Sidr en 2007 y Aila en 2009, devastaron las zonas costeras de Bangladesh, como también se conoce al país del sudeste asiático, incluidos los distritos de Satkhira, Barguna, Patuakhali, Khulna y Bagerhat. Estos sucesos pusieron de relieve la urgente necesidad de actuar en relación con el clima.
El ciclón Aila, que azotó el país el 27 de mayo de 2009, es un duro recordatorio del potencial destructivo de los desastres provocados por el clima. El ciclón se cobró 330 vidas y dejó a más de 8000 desaparecidos.
Causó una gran destrucción en el distrito costero de Satkhira, en particular en la aldea de Gabura, que se encontraba cerca del bosque de manglares de Sundarbans. Aila desplazó a más de un millón de personas, destruyó recursos naturales y arrasó infraestructuras esenciales.
Además, se produjo un brote mortal de diarrea que infectó a más de 7000 personas, con víctimas mortales registradas a los pocos días del paso del ciclón.
El costo económico del ciclón Aila fue asombroso. Los daños totales se estimaron en u$s 552,6 millones. El ciclón también puso de manifiesto la vulnerabilidad de la infraestructura de salud pública de Bangladesh, con millones de personas en riesgo de contraer enfermedades posteriores al desastre debido a la falta de recursos y atención médica.
Uno de los efectos a largo plazo del cambio climático en Bangladesh es el aumento del nivel del mar, que ya está invadiendo las zonas costeras del país. A medida que aumenta el nivel del mar, las regiones costeras de Bangladés se enfrentan a una mayor salinidad tanto en el suelo como en el agua. La reducción del flujo de agua dulce de los ríos que se encuentran aguas arriba durante la estación seca agrava este problema.
El agua salina llega ahora hasta 240 kilómetros tierra adentro, lo que dificulta cada vez más las actividades agrícolas. Los agricultores, que antes podían producir varios cultivos al año, luchan por mantener sus medios de subsistencia a medida que la productividad de los cultivos se desploma.
La intrusión salina también ha provocado un cambio en la economía de la región, y la cría de camarones se ha convertido en una de las pocas industrias viables. Sin embargo, la cría de camarones conlleva sus propios desafíos ambientales, ya que requiere una conversión de tierras a gran escala y altera los ecosistemas naturales, atrapando aún más el agua de mar en las tierras agrícolas.
La transformación de las tierras agrícolas en granjas de camarones también ha alterado el tejido social, contribuyendo a la inseguridad alimentaria y las dificultades económicas.
Los Sundarbans, el bosque de manglares halófitos más grande del mundo, desempeñan un papel crucial en la protección de las comunidades costeras de Bangladés frente a los desastres provocados por el clima.
El 60 % del bosque se encuentra en Bangladés, principalmente en los distritos de Khulna y Satkhira, mientras que el resto se extiende hasta Bengala Occidental, India. Los Sundarbans actúan como un amortiguador natural, absorbiendo el impacto de los ciclones y los maremotos. A pesar de su función protectora, el bosque está amenazado tanto por la degradación ambiental como por las actividades humanas.
A medida que disminuyen las tierras agrícolas, más personas se ven obligadas a adentrarse en el bosque para recolectar miel, leña y otros recursos, lo que las expone a un mayor riesgo de ataques de la fauna silvestre, incluidos los tigres reales de Bengala.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Además, los piratas y los madereros ilegales deambulan por el bosque, lo que pone en mayor peligro los medios de vida de quienes dependen de los Sundarbans para sobrevivir.
Los efectos del cambio climático en Bangladés han obligado a muchos habitantes de las zonas costeras a migrar en busca de condiciones de vida más seguras y oportunidades económicas.
Estas personas desplazadas, a las que a menudo se denomina “refugiados climáticos”, migran a centros urbanos o cruzan fronteras internacionales, en particular hacia la India. La migración se produce en su mayor parte sin regulación, lo que genera importantes desafíos tanto para los migrantes como para las comunidades de acogida.
La historia de las comunidades costeras de Bangladés refleja una cruda realidad: el cambio climático no solo las ha despojado de sus hogares y medios de subsistencia, sino que también ha hecho que la vida sea cada vez más insoportable.
Como sugiere el cuento de hadas del rey y su hija, la vida sin sal no tiene sabor, pero para estos refugiados climáticos, la sal (en forma de mayor salinidad) es la amarga realidad de sus vidas. La misma sal que se infiltra en sus tierras también llena sus lágrimas.
A pesar de la gravedad de la crisis, no es demasiado tarde para adoptar medidas significativas para mitigar los efectos del cambio climático en Bangladés y otras naciones vulnerables.
La cooperación internacional es esencial, ya que los efectos del cambio climático trascienden las fronteras. Los países desarrollados, que históricamente son responsables de la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero, deben brindar apoyo financiero y técnico a países como Bangladés.
Sin la asistencia adecuada, el costo humano y económico del cambio climático seguirá aumentando.
Los esfuerzos para combatir el cambio climático deben centrarse tanto en la mitigación como en la adaptación. Las defensas costeras, la mejora de la infraestructura y las prácticas agrícolas sostenibles pueden ayudar a proteger a las poblaciones vulnerables.
Además, las políticas internacionales deben priorizar la migración inducida por el clima, garantizando que las personas desplazadas sean tratadas con dignidad y se les proporcionen los recursos que necesitan para reconstruir sus vidas.
La experiencia de Bangladés con el cambio climático sirve como un duro recordatorio de las implicaciones globales de la degradación ambiental.
El país, con sus zonas costeras vulnerables, es emblemático de los desafíos que enfrentan muchas naciones en desarrollo en su lucha por adaptarse al aumento del nivel del mar, el aumento de la salinidad y los desastres naturales más frecuentes.
La cooperación internacional y las reformas de políticas son fundamentales para garantizar que Bangladesh y otras naciones puedan soportar las crecientes presiones del cambio climático.
T: MLM / ED: EG