Sri Lanka afronta otra elección crucial 15 años después de acabar la guerra

Las mujeres rezan durante la conmemoración de la masacre de Mullivaikal. Miles de personas murieron en zonas desmilitarizadas en los últimos días de la guerra civil de Sri Lanka. Imagen: Johan Mikaelsson / IPS

MULLIVAIKAL, Sri Lanka – Este domingo 21, en Sri Lanka se celebrarán unas elecciones presidenciales que resultan cruciales y  donde las consecuencias de la guerra civil que acabó hace 15 años siguen visibles en muchos lugares del país, aunque los candidatos se enfoquen en la economía y la corrupción.

El 18 de mayo, miles de tamiles se dirigieron a Mullivaikal, en la costa noreste de Sri Lanka, muchos de los cuales estuvieron aquí hace 15 años y aún viven en la región. Estuvieron aquí en el Día de la Memoria para conmemorar la masacre de civiles en una “zona desmilitarizada” durante el final del conflicto.

Aquel fue el último día de la sangrienta guerra civil, que se extendió principalmente en las partes norte y este de la isla desde 1983. Los guerrilleros Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE, en inglés) finalmente se habían rendido al gobierno de Colombo.

Las secuelas continúan sacudiendo aún hoy a este país insular del sur de Asia.

El conflicto étnico entre la población cingalesa, mayoritaria en la isla, y la minoría tamil (que era mayoritaria en el norte y el este) se había intensificado después de 1948, cuando el país se independizó del Reino Unido, la última potencia colonial.

Toda la isla sufrió durante la guerra. Los tamiles de Sri Lanka han pasado por mucho, especialmente los que vivían en el norte, devastado por la guerra. Todos los que acudieron a la playa en el día de conmemoración de mayo querían honrar la memoria de los seres queridos que cayeron víctimas del conflicto.

“Todos aquí tienen un familiar o pariente que no sobrevivió”, explicó aquel día a IPS el profesor Shanmuganathan, quien se detuvo con su motocicleta junto a la carretera donde se ofrecían en el Día de la Memoria gachas de arroz, lo único que había para comer en la zona durante la guerra.

La guerra ha dejado su huella. Mostró cicatrices de metralla y nos contó que perdió a su esposa en las últimas etapas de la guerra. Ha seguido trabajando y participando en un sindicato de docentes.

Agnes Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional, habla con los medios y a la comunidad en el lugar de la masacre de Mullivaikal, en Sri Lanka. Asegura que aunque tarde se debe hacer justicia a las familias de las personas asesinadas y desaparecidas durante la guerra civil del país, finalizada hace 15 años. Imagen: Johan Mikaelsson / IPS

A nivel internacional, ya no son tan fuertes los reclamos para que se investiguen los bombardeos selectivos de civiles, las ejecuciones masivas de soldados y líderes de los Tigres que se rindieron, la violencia sexual generalizada y otras torturas.

Muchos de los que protestaron y exigieron saber qué pasó con los familiares desaparecidos murieron sin recibir respuesta alguna del gobierno.

Cuando se habla de crímenes de guerra, el sector gubernamental destaca que los LTTE, considerados terroristas, llevaron a cabo actos de terror contra objetivos civiles en el sur y que los tamiles del norte fueron utilizados como escudos humanos.

El proceso de paz que comenzó en 2002 con un alto el fuego y conversaciones de paz dirigidas por el gobierno noruego y el facilitador Erik Solheim se estancó y el acuerdo de alto el fuego fue destrozado por las partes.

En 2008, las fuerzas gubernamentales de Sri Lanka lanzaron una ofensiva final para capturar las partes que entonces todavía estaban bajo el control de los LTTE, que habían estado luchando por un estado tamil separado en las partes norte y este de la isla.

A principios de 2009, los Tigres abandonaron su principal bastión, la ciudad de Kilinochchi. Las zonas bajo control de la guerrilla se reducían cada vez más rápidamente.

El líder de los Tigres, Velupillai Prabhakaran, no escuchó los llamados a deponer las armas y rendirse.

Al final, quedó una estrecha franja costera, con varios cientos de miles de civiles y los restos del movimiento guerrillero apiñados y bajo fuego desde tierra, mar y aire.

En el Día de la Memoria, una escuela de la ciudad de Puthukkudiyiruppu organiza un concurso de poesía. Una de las participantes, Kamsaini, que ahora tiene 24 años, quiere compartir sus experiencias con los niños de la escuela, que nacieron después de acabar el conflicto.

“Las generaciones posteriores a mí no saben nada del dolor que sentí estos días. No teníamos ni comida ni agua y perdí a varios miembros de mi familia; algunos murieron, y mi hermana sigue desaparecida”, explicó Kamsaini.

Bajo el sol abrasador de Mullivaikal se encuentraba también Agnes Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional (AI).

Durante su estancia en la isla, se reunió con el presidente, Ranil Wickremesinghe, que abrió sus puertas a la visita, algo que no estaba previsto.

Cuando los hermanos Rajapaksa gobernaron el país (2005-2015, 2019-2022), el gobierno permitió a los militares y a la policía impedir que los tamiles celebraran conmemoraciones vinculadas a la guerra.

Una de las razones por las que Callamard y Amnistía Internacional quisieron estar allí es que no quieren que Sri Lanka “salga de la agenda”.

Eso podría suceder si el principal actor de las Naciones Unidas, la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (Acnudh),  no logra aprobar la última de una serie de resoluciones sobre Sri Lanka aprobadas en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en su sede en Ginebra.

Gallimard considera que la cuestión de la guerra en Sri Lanka es una prueba crucial para la comunidad internacional. Cree que no se debe esconder bajo la alfombra una guerra civil que dura 30 años.

“Cada vez que fracasamos en la tarea de crear justicia, todos, incluida la comunidad internacional, sufrimos una herida. Estamos aquí porque no queremos que eso suceda», dijo.

Y añadió: «Sentimos la determinación de muchas personas de Sri Lanka y de la sociedad civil, tanto tamiles como cingaleses, y de una serie de actores que están comprometidos con que se haga justicia”.

En el caso de las consecuencias de la guerra civil srilanquesa se vive un momento decisivo en las Naciones Unidas, alertó.  Callamard criticó al Consejo de Seguridad de la ONU, que “no ha dado un solo paso por Sri Lanka”.

Amnistía Internacional, al igual que varios Estados, aboga por que se aplique la última resolución.

“Solo un montón de ‘bla, bla, bla’, algo para los ojos, inversiones en las llamadas instituciones y nada, nada, nada. Quince años. ¡Vamos!”, instó Callamard.

Incluso en la isla, hay demasiadas personas que no han hecho nada en absoluto.

“El punto es que el gobierno en el poder debe dar un paso adelante, los partidos políticos deben dar un paso adelante, el parlamento debe dar un paso adelante, los líderes religiosos deben dar un paso adelante, los líderes culturales deben dar un paso adelante», dijo la responsable de AI.

A su juicio, «debería ser un tema en torno al cual todos se unan».

«El problema es que los gobiernos están siendo reemplazados. Así que no es suficiente. Todos deben asumir su responsabilidad”, dijo  Callamard.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

En Mullivaikal, muchas personas compartieron recuerdos el Día de la Memoria. James Confucius, un sacerdote católico, cuenta cómo él y un grupo de personas apenas lograron salir con vida de la zona de guerra.

“Agitamos una bandera blanca y nos dirigimos hacia los soldados para rendirnos, pero luego nos dispararon, así que tuvimos que dar marcha atrás”, recordó.

Esperaron en un búnker de arena y finalmente tuvieron otra oportunidad. Los soldados con los que se encontraron creyeron que una mujer herida en el grupo era un soldado de los Tigres, porque tenía el pelo corto.

El sacerdote suplicó y dijo que necesitaba tratamiento hospitalario, pero los soldados dijeron que la mujer tenía que quedarse.

El grupo tuvo que seguir adelante y cuando habían recorrido solo una corta distancia, oyeron un disparo.

“Me di la vuelta y vi que le habían disparado a la mujer”, dijo Confucius.

En total, unas 300 000 personas lograron salir de la zona de guerra.

Una estimación utilizada aunque no confirmada sitúa en 40 000 los civiles muertos solo en las últimas fases de la guerra.

Los tamiles consideran que las cifras más altas, mientras que las autoridades de Sri Lanka establecen cifras bajas, incluso en el informe de 2010 de la Comisión de Lecciones Aprendidas y Reconciliación (LLRC, en inglés), designada por el gobierno.

El entonces presidente en funciones, Mahinda Rajapaksa, había asegurado antes que “ni un solo civil tamil ha sido asesinado por los militares”.

Los expertos han desestimado la afirmación por absurda. Aunque la mayoría de los políticos tamiles siguen hablando de “genocidio”, la cuestión de las cifras de muertos rara vez recibe en la actualidad la misma atención que en los años posteriores a la guerra civil.

El Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha aprobado una serie de resoluciones no vinculantes que se espera que Sri Lanka siga. Pero el gobierno del país no ha tomado ninguna medida real para solucionar el problema. Tampoco hay nada que sugiera que esto vaya a suceder.

Ninguno de los principales candidatos a las elecciones presidenciales del 21 de septiembre ha hecho hincapié en la búsqueda de la verdad, el imperio del derecho internacional, el reparto del poder regional y la reconciliación, que son los objetivos que pide la ONU.

La economía está en el punto de mira de la campaña y todos los candidatos quieren acabar con la corrupción.

También se está discutiendo el acuerdo que el gobierno alcanzó con el Fondo Monetario Internacional (FMI), negociado por el presidente Ranil Wickremesinghe, quien no fue elegido por el pueblo sino que asumió el poder mediante una votación en el Parlamento después de que Gotabaya Rajapaksa renunciara y huyera del país.

Esa dimisión fue el resultado del movimiento de protesta Aragalya (que significa lucha en cingalés) de abril-julio de 2022. Antes de eso, Rajapaksa había nombrado a Wickremesinghe como primer ministro.

La guerra también deja sus secuelas en el estamento militar. El En el Ministerio de Defensa, trabaja para adaptar las fuerzas a las necesidades reales. Nalin Herath, portavoz del ministerio,  dice que se reducirán a 100 000 para 2030. Muchos de los que antes estaban empleados en el ejército se han enfrentado al desempleo como civiles.

Como portavoz de una organización militar, Herath habla de un objetivo general.

“La guerra significa destrucción. Ambas partes sufren. Esta no debería ser una era de guerra. Como soldado, quiero ver un mundo pacífico. Lo más inteligente sería evitar las guerras”, afirma.

Destaca el derecho internacional humanitario, que enseña tanto en Sri Lanka como en el extranjero. Menciona el bien que ha hecho el ejército de Sri Lanka. Después de la guerra, se limpiaron los campos minados, se devolvieron las tierras y los soldados donaron sangre a los hospitales.

Pero no puede hacer comentarios sobre la declaración de Amnistía Internacional. Los líderes políticos son responsables de manejar esto.

Sin embargo, afirma: “Las violaciones ocurren en todas las guerras. Aquí estamos tratando con casos aislados”.

El consenso aún persiste, sentencia.

T: MLM / ED: EG

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