MANZANILLO, Cuba – Cada vez que un huracán nubla el cielo de la ciudad de Manzanillo, en la provincia de Granma, en el este de Cuba, el mar embiste contra el barrio Litoral y obliga a evacuar “tierra adentro”, por las inundaciones, a muchas de las 200 familias que lo habitan.
En cambio, cuando impera una calma meteorológica, “la mar” –como dicen en esta comunidad pesquera–, penetra sutil y constantemente, salinizando el manto freático y erosionando la costa hasta afectar cimientos de casas y pozos artesanales.
“Casi siempre el agua entra a esta zona. Es que las casas se construyeron demasiado cerca del mar y el manglar está deforestado”, dice a IPS la lideresa comunitaria Martha Labrada, de 65 años.
“La cuestión no es que la gente se vaya de las costas, sino que permanezca y aprenda a vivir en ellas, pero cuidándolas”: Blanca Estrada.
Labrada lleva 13 años como presidenta del consejo popular (organización de administración local) que abarca el barrio Litoral y unos dos kilómetros de franja costera en la que conviven alrededor de 5000 personas.
Asimismo, en su jurisdicción, alrededor de 0,2 kilómetros cuadrados de manglares se han deforestado o se encuentran en muy malas condiciones.
Manglares protectores
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) los manglares extraen hasta cinco veces más carbono que los bosques terrestres, aumentan el nivel del suelo y frenan así la subida del nivel del mar.
Este ecosistema costero, típico de zonas tropicales y subtropicales, suelen estar compuestos por un bosque cenagoso, una franja de mangle prieto (Avicennia germinans) y una de mangle rojo (Rhizophora mangle), la barrera más inmediata al mar y cuyos troncos absorben el impacto de las olas y protegen ante situaciones climatológicas extremas.
Los manglares actúan de viveros de alevines de peces y refugios de abejas melíferas dentro de una enorme variedad de fauna y flora.
Además, funcionan como un área protectora de agua “dulce”. Si se degradara, la sal de las aguas marinas se introduciría con mayor facilidad en las cuencas hidráulicas subterráneas, contaminando la potabilidad de este líquido e inhabilitando pozos ubicados a kilómetros tierra adentro.
Protegerse del mar
El reparto (como se llaman en Cuba a los barrios) de Litoral es uno de los más vulnerables del municipio ante el cambio climático porque colinda con los manglares, pero no es el único en esa situación.
En Manzanillo existen seis consejos populares que se hallan en contacto directo con la costa. Son unos 60 000 habitantes los que sufren las consecuencias de ello, casi la mitad de la población total del municipio situado a unos 753 kilómetros al este de La Habana.
Por eso, nació en los barrios y pueblos rurales de Manzanillo la necesidad de buscar soluciones al problema del ascenso del nivel del mar.
Para contrarrestar esa perspectiva, a partir de 2018 surgieron pequeños proyectos comunitarios, promovidos también por un plan nacional de enfrentamiento al cambio climático conocido como Tarea Vida, que había lanzado el gobierno central un año antes.
Llegaron a conformarse en el municipio 23 iniciativas, que luego se unieron a un solo proyecto de escala nacional llamado Mi Costa, explicó a IPS la coordinadora del proyecto en Manzanillo, Margot Hernández.
Mi Costa propone crear condiciones de resiliencia al cambio climático a través de soluciones de adaptación basadas en fortalecer los beneficios que brindan los ecosistemas costeros. En esencia, su tarea principal consiste en reforestar y rehabilitar nada más y nada menos que los manglares.
“Además, hay que cambiar hábitos de vida. En eso estamos trabajando”, agregó Hernández.
Detrás de la deforestación
Manzanillo, por su baja isometría y sus 25 kilómetros de costa, se encuentra en un estado de vulnerabilidad ambiental bastante grave.
Las zonas deforestadas de manglares ascienden a 708,7 hectáreas, entre las cuales, las más afectadas se concentran en las desembocaduras de los ríos.
Con una debilitada barrera de contención natural, las aguas salinas penetran por los cauces de los ríos y, por ejemplo, en el río Yara, al norte del municipio, lo hacen hasta siete kilómetros aguas adentro, según reveló Leandro Concepción, el coordinador del proyecto por la Delegación Provincial de Recursos Hidráulicos de Granma.
En cualquier caso, la salinidad penetra por cuencas hídricas subterráneas y, de acuerdo a Hernández, la coordinadora en Manzanillo, “hay pozos artesanales de personas, que en un momento se utilizaron para el consumo, pero ya se salinizaron”.
La deforestación de manglares es multifactorial: la falta o tupición de canales obstaculizan el flujo y reflujo de la marea y alteran el intercambio de aguas dulces con marinas.
También afecta la invasión de especies exóticas invasoras como la arbórea Ipil Ipil o guaje (Leucaena leucocephala), la intervención antrópica del ser humano mediante la construcción de infraestructuras, las prácticas agrícolas y ganaderas cerca de la costa e, incluso, la tala del mangle para elaborar carbón.
Según Labrada, la lideresa comunitaria en Litoral, bastantes viviendas se erigieron casi adyacentes al manglar, sin los permisos constructivos correspondientes; por otra parte, causan el mismo daño infraestructuras industriales del Estado, como una fábrica de calzado y un aserradero inactivo.
La contaminación de las costas y ríos por los vertimientos de desechos industriales también deprimen los ecosistemas costeros.
Durante décadas, los ingenios azucareros y la industria arrocera de la región vertían sus residuos en los ríos, dijo a IPS Blanca Estrada, coordinadora administrativa de Mi Costa en representación del gobierno provincial de Granma.
Esa situación es uno de los ejemplos de injusticia climática con que se convivía en la zona: aguas arriba, el sector industrial causaba estragos medioambientales que deprimían la salud de los manglares y, al final de cadena, repercutía en la calidad de vida de los pobladores costeros, volviéndolos más vulnerables a los los eventos climáticos.
En 2023 se tomaron medidas determinantes para solucionar el problema y las pocas fabricas activas ya no lanzan sus residuos al mar o utilizan filtros. Pasado el primer semestre de 2024, ya empezaron a notarse los resultados: “Las aves migratorias han vuelto, algo que no veías meses atrás”, afirmó Estrada.
No obstante, los efectos del cambio climático aún persisten en Manzanillo.
“La situación medioambiental es hoy bastante compleja para los cayos”, opinó en diálogo con IPS Víctor Remón, director del Departamento de Desarrollo Territorial de Manzanillo, perteneciente al gobierno local.
El territorio del municipio contiene un cayerío extenso de 2, 44 kilómetros cuadrados; sin embargo, Cayo Perla ya quedó sumergido bajo las aguas del Golfo de Guacanayabo.
“Desapareció hace seis o siete años. Era un cayo bonito, con unas arenas blancas muy bellas. Había una instalación turística desde la que podías ver la ciudad de Manzanillo”, comentó Remón.
Por su parte, Roberto David Rosales, pescador y también colaborador de Mi Costa, recuerda un sendero que él transitaba por la orilla hasta el año pasado; en la actualidad ya se lo “tragó” el mar.
“Se perdieron en esta zona casi dos metros en un año. Estas son cosas que nos obligan a ser protectores de los manglares. El proyecto Mi Costa llegó en un momento oportuno”, dijo a IPS.
Avances hacia una solución
Mi Costa se oficializó en diciembre de 2021, pero las tareas fuertes comenzaron en 2023, debido a una pausa ocasionada por la pandemia de covid.
En Manzanillo, el proyecto convocó a unos 100 colaboradores, que se dividieron en pequeños grupos comunitarios de 10 personas aproximadamente, que apoyan en el monitoreo y limpieza de los manglares y zanjas, y en labores de concientización en la población.
Labrada tiene también su grupo del consejo popular, compuesto por seis mujeres y cuatro hombres.
Además, se habilitaron en el municipio centros de capacitación en temáticas sobre adaptabilidad al cambio climático, salvaguardas ambientales, género y otras. Hasta hoy, se ha instruido a 10 500 personas.
“Estamos trabajando con los pobladores de las costas, porque la cuestión no es que la gente se vaya de las costas, sino que permanezca y aprenda a vivir en ellas, pero cuidándolas”, dijo Estrada, la coordinadora por el gobierno.
También se han construido 1300 metros de zanjas, a pico y pala, para lograr una forma de rotación de las aguas, pero aún falta multiplicar esa cifra.
El reto inmediato es acabar de construir el vivero en el que brotarán las posturas de mangles que luego se sembrarán en las áreas deforestadas.
“Una vez que contemos con el vivero, en Granma no habrá ningún tipo de dificultad para comenzar el proceso de rehabilitación de los manglares”, dijo a IPS Norvelis Reyes, la coordinadora principal de Mi Costa en la provincia.
El área de acción de Mi Costa en Granma cubre, además de las costas de Manzanillo, la de los municipios de Yara y Río Cauto, al norte.
A escala nacional, son 24 comunidades al sur de Cuba las que realizan acciones de resiliencia (1300 kilómetros de costa), de las cuales, 14 tienen riesgo de desaparecer por inundaciones costeras para el año 2050, entre las que se encuentra Manzanillo.
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Se eligió la costa del sur de este país insular caribeño porque tiene mayores vulnerabilidades ante las alteraciones climáticas y la subida del nivel del mar, dado que su isometría geográfica es más baja que en el norte.
Además, en el sur también hay mayor concentración de manglares, por lo que se hace más necesario y efectivo crear una resiliencia costera basada en la adaptación y centrada en la rehabilitación y reforestación de esos ecosistemas.
Si bien es ejecutado por las propias comunidades y con la participación de sus pobladores, el proyecto cuenta con la supervisión del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y la oficina en el país del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El Fondo Verde para el Clima aportó un financiamiento de 23,9 millones de dólares, mientras que instituciones estatales cubanas, aportaron 20,3 millones.
La meta final será restaurar en ocho años unos 114 kilómetros cuadrados de manglares, 31 de bosque pantanoso y nueve de pantanos de hierba. Después, un periodo de 22 años estará dedicado a la operación y mantenimiento de las acciones implementadas.
Se estima que más de 1, 3 millones de personas serán beneficiadas, en esta isla de las Antillas, la mayor del Caribe y con 11 millones de habitantes.
ED: EG