El punto de no retorno climático se huele desde Brasil

La sureña ciudad de São Paulo cubierta por el humo de incendios cercanos y lejanos, incluso de la norteña región de Amazonia. Su aire estuvo cinco días como el de peor calidad en el mundo, según monitoreo de la organización suiza IQAir, por la cantidad de material particulado que puede dañar la salud y luego baja a tierra con la prevista "lluvia negra". Imagen: Paulo Pinto / Agência Brasil

RÍO DE JANEIRO – Las mascarillas que sirvieron de protección contra la covid-19 de 2020 a 2023 volvieron al paisaje de las ciudades de Brasil, ahora invadidas por el humo de los incendios forestales que se convirtieron en epidémicos en el país, un indicador aterrador.

La humareda cubre cerca de 60 % del país desde agosto, cuando el Instituto Nacional de Investigación Espacial (Inpe) registró 68 635 focos de incendios en todo el Brasil, 144 % más que el mismo mes del año pasado. Las dos primeras semanas de septiembre sumaron 55 517 focos al acumulado dentro del total de 182 568 durante el año, hasta el 14 de septiembre.

Hubo años peores en la primera década del siglo. El récord se alcanzó en 2007, con 393 915 focos de incendio en todo el año. Pero el contexto actual alarma por apuntar un nuevo estadio del cambio climático, al parecer sin retorno.

Los incendios destruyeron la vegetación de 11,39 millones de hectáreas ent4re enero y agosto de 2024, un aumento de 116 % sobre el mismo período de 2023, según el MapBiomas, un grupo de organizaciones ambientales, universidades y empresas tecnológicas que monitorea los incendios y los recursos naturales brasileños.

“Vivimos una ‘nueva normalidad’, sin lugar a dudas, y la causa es el recalentamiento global provocado por los gases del efecto invernadero. La temperatura del planeta aumentó más de lo previsto y más rápido de lo esperado, y seguirá aumentando”: Marcelo Seluchi

La lluvia negra que empieza a caer con las primeras lluvias, que arrastran humo suspendido, amenaza la salud en gran parte del país. São Paulo, la metrópoli de 12 millones de habitantes, estuvo con la peor calidad del aire en el mundo del 9 al 13 de septiembre, según la suiza IQAir, que mide la contaminación en centenares de ciudades.

“Vivimos una ‘nueva normalidad’, sin lugar a dudas, y la causa es el recalentamiento global provocado por los gases del efecto invernadero. La temperatura del planeta aumentó más de lo previsto y más rápido de lo esperado, y seguirá aumentando”, señaló Marcelo Seluchi, coordinador general de Operación y Modelados del Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden).

Un bombero voluntario intenta contener las llamas que destruyeron 1200 de las 42 000 hectáreas del Parque Nacional de Brasilia, a 10 kilómetros de la capital de Brasil. El humo de ese y otros incendios lejanos cubrió el cielo de la ciudad desde agosto. Imagen: Fabio Rodrigues-Pozzebom / Agência Brasil

La temperatura ya aumentó 1,5 grados

La temperatura planetaria está 1,5 grados centígrados por encima del promedio anterior a la revolución industrial desde junio de 2023, el límite del aumento fijado para 2050, en los acuerdos internacionales sobre el clima, y previsto en la peor hipótesis para 2028, destacó el experto climático brasileño Carlos Nobre, en declaraciones a los medios locales el 11 y el 13 de septiembre.

Nobre, miembro de varias instituciones científicas nacionales e internacionales, incluido el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Científico (IPCC) y la academia de ciencias del Reino Unido, la Royal Society, se reconoció «asustado» ante la rapidez inesperada del calentamiento.

Si la temperatura sube 2,5 grados, moriría el Pantanal, el bioma húmedo transfronterizo del centro-oeste brasileño, desaparecerían de 50 % a 70 % de los bosques amazónicos y se liberaría una cantidad gigantesca de gases de efecto invernadero del permafrost, el suelo congelado cercano al polo Ártico que se deshelaría, agravando la tragedia climática, advirtió.

Los incendios generalizados en Brasil reflejan una sequía prolongada en varias partes de este extenso país desde el año pasado, especialmente en la norteña Amazonia, y se suma a los grandes desastres climáticos que se sucedieron en los cinco últimos años, a causa de lluvias torrenciales.

El aeropuerto de Porto Alegre, capital de un estado del sur de Brasil, cubierto por las aguas en mayo, solo volverá a estar operativo en octubre. Las inundaciones afectaron 2,4 millones de personas en casi todo el estado de Rio Grande do Sul. Imagen: Rafa Neddermeyer / Agência Brasil

Desastres en serie

En enero de 2020 cayó “la mayor lluvia” de la historia en el estado central de Minas Gerais, con 58 muertos y más de 50 000 desalojados, hecho que se repitió en el sur del estado nororiental de Bahia en diciembre de 2021, con 25 muertos y más 640 000 afectados, recordó Seluchi.

En 2022 Petrópolis, ciudad serrana de 290 000 habitantes, tuvo 235 muertos por lluvias repentinas que inundaron su centro y provocaron muchos derrumbes, y la playera Angra dos Reis perdió 18 de sus 167 000 habitantes, cuando un frente frío hizo llover 900 milímetros en pocos días de abril.

En el año siguiente fue la vez de São Sebastião, en la costa del estado de São Paulo, con casi 700 milímetros de lluvia en un solo día de febrero y más de 60 muertos.

En mayo de 2024 el meridional estado de Rio Grande do Sul sufrió el peor desastre climático, “en términos de impacto en la vida de las personas y del país”, con por lo menos 183 muertos y 27 desaparecidos, en un total de 2,4 millones de afectados en 478 municipios. La inundación destruyó ciudades y sumergió otras por muchas semanas.

Un factor de esos eventos extremos “casi permanentes, en lo que llamamos nuevo normal” es que los océanos que absorbían buena parte del calentamiento de la atmósfera, ahora tienen aumentada su propia temperatura, apuntó Seluchi a IPS, en una entrevista desde São José dos Campos, donde Cemaden tiene su sede.

Es agua se calienta más lentamente que el suelo, tanto en la piscina como en el mar, sigue fría de un día de mucho calor, pero su temperatura sube después de varios días calientes o al final del verano, explicó el meteorólogo.

Es así que el fenómeno de El Niño, de aguas más calientes en el Pacífico, iniciado en julio de 2023, provocó la fuerte sequía en la Amazonia, “por lo menos en buena parte”, ya debería haber dado paso a su opuesto, La Niña, que ahora se espera para el inicio de 2025.

Esa La Niña será distinta de las anteriores, porque enfriará las aguas del Pacífico central, pero el resto de los océanos seguirá más caliente que el promedio anterior, con alteraciones en las temperaturas del planeta y en el régimen pluviométrico, adelantó Seluchi.

El río Manaquiri, afluente del Amazonas y cercano a la ciudad de Manaus, fue visitado por elpresidente Luiz Inácio Lula da Silva el 10 de septiembre, para ver el impacto en él de la sequía. Su caudal se redujo a un hilo de agua a causa de la prolongada sequía en la Amazonia durante dos años seguidos. Imagen: Ricardo Stuckert / PR

Atlántico caliente, sequía en Brasil

Un ejemplo es el Atlántico cerca de América Central, que “está más caliente que lo normal desde el año pasado, llevando humedad, ya que aguas calientes evaporan más, y lluvias a Centroamérica, mientras hace que llueva menos en Brasil”, acotó.

La sequía que sufre la mayor parte de Brasil actualmente no desata los incendios, cuya origen no es natural, pero amplía su propagación.

“Los bajísimos índices de humedad, los bajísimos niveles de los ríos, como el Madeira (mayor afluente del Amazonas) y el Paraguay en su mínimo histórico, todo es reflejo de lo que ocurre en el océano Atlántico”, subrayó.

Ese y otros factores, como la deforestación, están acortando el período de lluvias y alargando el de escasa o ninguna precipitación, como está pasando este año. Se trata de una tendencia, igual que la de olas de calor más frecuentes que las olas de frio, ambas con mayor intensidad, lo que no significa que ocurra todos los años, aclaró.

La combinación de factores y efectos que realimentan la crisis climática hacen temer un agravamiento irreversible en el futuro próximo.


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Ese temor es siempre señalado en relación a la Amazonia, un bioma de frágil equilibrio, porque depende de sus abundantes lluvias y de sus bosques exuberantes, bajo ataques persistentes de la deforestación y los incendios ahora multiplicados por la sequía y, según las autoridades ambientales, por actividades criminales.

“El acercamiento al punto de no retorno amenaza principalmente la parte sur de la Amazonia, donde ocurre la sinergia y los procesos de retroalimentación entre el aumento de la temperatura, la sequía y la degradación de los ecosistemas por diversos cambios en el uso de la tierra”, según Jochen Schongart, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa).

En la parte norte la tendencia en las últimas décadas es de incremento de las lluvias en la estación lluviosa, matizó el autor de amplios estudios hidrológicos de la Amazonia, en entrevista telefónica con IPS desde Manaus.

Por eso es clave “conservar la cobertura forestal en el norte amazónico y simultáneamente promover la restauración ecológica de los ecosistemas degradados del sur, solo así será posible sostener el ciclo hidrológico y los ríos voladores”, que son los vientos que transportan la humedad amazónica para llover en el centro-sur de Brasil, concluyó.

ED: EG

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