GINEBRA – La gestión y el reciclaje de residuos crecen rápidamente en el mundo, pero con una elevada informalidad, salarios bajos, largas jornadas laborales, bajos niveles de cualificación y exposición a riesgos para la salud, advirtió un análisis de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) divulgado este lunes 26.
La industria del reciclaje es impulsada por una mayor generación mundial de residuos, más concienciación pública, las iniciativas gubernamentales y la demanda de materiales reciclados, a medida que crecen las poblaciones y las economías, así como por compromisos empresariales más sólidos.
La OIT destaca que esta industria no solo beneficia al medio ambiente al reducir las emisiones de gases de efecto invernadero -causantes del calentamiento global-, sino que también desempeña un papel importante en la creación de empleo y en el sostenimiento de las economías locales.
Menciona que el reciclaje ha sido durante mucho tiempo un medio de recuperar el valor de lo que de otro modo serían residuos –materiales como vidrio, plástico, papel, metal y aparatos electrónicos-, proporcionando medios de vida a muchos pobres, especialmente en los países en desarrollo con escasas oportunidades.
El empleo en la industria de los residuos y el reciclaje se estima en 6,9 millones de personas, lo que representa 0,2 % del total mundial la ocupación, aunque la OIT advierte que se trata de una subestimación debido a las limitaciones de los datos.
Pero asegura que el empleo en esa industria ha aumentado en 55 de los 71 países un mínimo de datos para apuntalar el estudio en el período de 2014 a 2023.
Destaca que los trabajadores de esa industria contribuyen a la sostenibilidad medioambiental pero enfrentan a menudo a importantes riesgos para la salud, como exposición a sustancias químicas tóxicas, agentes biológicos y riesgos físicos por la manipulación de materiales peligrosos y el manejo de maquinaria pesada.
Esos riesgos se agravan en los países en desarrollo, donde la normativa sobre seguridad y salud en el trabajo es a menudo más débil o se aplica de forma deficiente, lo que hace que los trabajadores sean más vulnerables a las lesiones, los problemas respiratorios y los problemas de salud a largo plazo.
“Este marcado contraste entre el papel de la industria en la promoción de una economía verde y las condiciones inseguras que soportan muchos trabajadores pone de relieve la necesidad de reforzar la protección de la seguridad y salud en el trabajo”, apuntó Valentina Stoevska, estadística principal de la OIT.
El estudio indica que, a nivel mundial, aproximadamente 85 trabajadores están empleados en la industria de residuos y reciclaje por cada 100 000 personas.
Europa y Asia central tienen la tasa más alta, con 174 trabajadores por cada 100 000 personas, mientras que África tiene la más baja, con menos de 30 por 100 000: el empleo en esta industria tiende a ser mayor en las regiones más desarrolladas, donde las prácticas de reciclaje están más extendidas.
El sector de la gestión y el reciclaje de residuos está dominado por los hombres, ya que las mujeres solo representan 22,7 % de la mano de obra. Curiosamente, mientras que África tiene tasas globales más bajas la ocupación, las mujeres constituyen una proporción relativamente más alta de esa mano de obra, 29,5 %.
Eso puede deberse, según Stoevska, “a las escasas oportunidades que ofrece la ocupación a las mujeres y a la falta de protección social, lo que las obliga a aceptar trabajos no deseados o mal pagados y que a menudo implican malas condiciones de labor, incluida la exposición a riesgos para la salud”.
En cuanto a los jóvenes, muchos de quienes trabajan en este sector tienen un bajo nivel educativo, lo que dificulta su capacidad para innovar y adaptarse a las nuevas tecnologías, que son clave en la transición hacia una economía circular más justa.
Esa falta de cualificación no solo afecta a su productividad laboral y a su potencial de ingresos, sino que también limita sus oportunidades futuras, subraya la OIT.
La organización indica que con inversiones en forma específica se puede capacitar a esos jóvenes “para que desempeñen un papel fundamental en la transición hacia prácticas de gestión de residuos más ecológicas e innovadoras, ayudándoles a construir carreras profesionales más sólidas y sostenibles”.
También apunta el estudio que proporción significativa de los trabajadores de la industria de gestión y reciclaje de residuos reside en zonas urbanas: países como Angola, Bolivia, Guinea-Bissau, Islas Marshall, Mozambique, Nepal y Zambia, informan que 100 % de sus trabajadores del sector residen en zonas urbanas.
Esta concentración en las ciudades “se debe probablemente a la mayor demanda de servicios de gestión de residuos e infraestructuras de reciclaje en zonas densamente pobladas, donde la generación de residuos suele ser mayor”, dice el informe.
Las zonas urbanas también proporcionan un mejor acceso a las instalaciones, tecnologías y mercados necesarios para los materiales reciclados, que son cruciales para la sostenibilidad de la industria.
Por el contrario, en las zonas rurales, las actividades de reciclaje -como el compostaje, la quema de residuos plásticos o el enterramiento de residuos- suelen formar parte de la gestión diaria de los hogares en lugar de considerarse una actividad remunerada independiente.
El salario por la ocupación en esta industria predomina en los países desarrollados, mientras que el autoempleo está muy extendido en los países en desarrollo.
Los trabajadores de esta industria tienen más probabilidades de ser asalariados que autónomos, en comparación con la media nacional, en dos tercios de los países con datos disponibles, sobre todo en los países desarrollados.
Por el contrario, el estatus predominante en la ocupación es el de autónomo en muchos países en desarrollo, como Colombia, Honduras, Perú, Albania, Zimbabue, Indonesia, India, Turquía, Palestina, Irán y Nepal, enfrentando los trabajadores más probabilidades de experimentar déficits de trabajo decente.
También registra el informe que la media semanal de horas de trabajo en la industria oscila entre 23 y 57 horas en todos los países, superando el máximo de 50 horas semanales observado en otras industrias.
Esa prolongación de la jornada laboral no sólo limita la capacidad de los trabajadores para dedicarse a otras actividades, como el desarrollo personal, las responsabilidades domésticas, el tiempo en familia, el ocio y el recreo, sino que también puede afectar negativamente su seguridad y salud.
El informe concluye indicando que para garantizar que la industria pueda satisfacer las demandas futuras y la transición hacia una economía circular, existe una necesidad urgente de programas de reciclaje y mejora de las cualificaciones.
A medida que se avanza hacia prácticas más sostenibles desde el punto de vista medioambiental, “es vital que se dé prioridad al bienestar y el desarrollo de los trabajadores que impulsan esta industria”, concluye el documento.
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