KARACHI, Pakistán – La arquera Rehana Jamali, 17, está eufórica. Su equipo salió segundo durante julio en el Torneo de Hockey Completamente de Mujeres de Sind, la sureña provincia sureña de Pakistán, de la que Karachi es su capital.
“Éramos las más jóvenes de los siete equipos”, dijo a IPS por teléfono desde Jacobabad, la ciudad de Sind donde vive, estudia y practica deporte.
Jacobabad, situada a 545 kilómetros de Karachi, la ciudad más poblada de Pakistán, llegó a los titulares hace dos años luego de que se volviera oficialmente como la más calurosa del planeta, cuando sus temperaturas tocaron los 50 °C.
Este año, el mercurio subió hasta los 52 °C en esa zona. “Estuvimos entrenando para el torneo de mayo a junio, cuando el calor era extremo”, dijo Jamali.
“Obviamente, eso afectó nuestra forma de jugar”, admitió.
“No se puede imaginar los obstáculos que tienen que sortear estas chicas”, señaló Erum Baloch, de 32 años, profesora de escuela y exjugadora de hockey, que dirige la única academia deportiva de mujeres en Jacobabad, llamada Star Women’s Sports Academy, de la cual Jamali es miembro.
En muchos lugares de Pakistán, especialmente en urbes medias y pequeñas como Jacobabad, se espera que las mujeres mantengan un cierto grado de invisibilidad y no llamen mucho la atención sobre ellas mismas.
Hacer ejercicio, elongar o incluso hacer posturas de yoga usando ropa deportiva en un lugar público donde los hombres pueden verlas es incómodo para muchas mujeres en Pakistán, ya que pueden revelar la silueta femenina.
Un estudio de 2022 reveló que “casi 90 %” de las mujeres y jóvenes pakistaníes no participan en deportes o actividades físicas debido a “limitaciones religiosas o culturales, la falta de autorización por parte de los padres y la carencia de instalaciones y equipos deportivos”.
“Incluso donde sí existen instalaciones en Pakistán, por lo general, están desactualizadas, son al aire libre o de género mixto. A menudo, las alumnas mujeres se sienten avergonzadas de participar en deportes junto con hombres o que ellos las puedan ver. Por lo tanto, esas mujeres deciden no hacer uso de esas instalaciones”, indicó el estudio.
Baloch abandonó el deporte porque Jacobabad, una ciudad de 201 000 habitantes, no podía ofrecer los campos adecuados, equipos y entrenadores a mujeres como ella.
Por estos motivos, quiso abrir una academia solo para mujeres. Es totalmente gratuita, ya que “la mayoría de las chicas proviene de contextos extremadamente humildes y ni siquiera pueden permitirse pagar el transporte, una comida saludable o incluso una botella de agua”, afirmó.
“Erum paga mi viaje diario de ida y vuelta al campo de deportes”, comentó Jamali. De hecho, Baloch gasta de su bolsillo entre 25 000 y 30 000 rupias (entre 90 y 108 dólares) todos los meses para pagar el transporte, las botellas de agua durante el entrenamiento y los sobres de sales de rehidratación oral para unas 30 o 40 chicas, de entre nueve y 18 años.
Haseena Liaqat Ali, de 19 años, era la deportista más prometedora en la academia de Baloch, pero hace seis meses, se perdió las pruebas de selección para el equipo del ejército de Pakistán luego de contraer la infección por hepatitis A.
“Debido a los aumentos de los precios de gas y electricidad, ni siquiera pueden permitirse hervir agua en sus casas”, dijo la entrenadora, que cree que el agua no potable es una de las mayores causas por las que las personas contraen la enfermedad.
“Todavía me siento muy débil”, expresó Ali. Tuvo una recaída, debido a que debió dejar el tratamiento por la mitad porque su padre no podía costear los medicamentos.
“La vida es injusta para los pobres”, sostuvo Baloch, y añadió que “las estrellas deportivas muchas veces provienen de pueblos pequeños como el nuestro”.
Sin embargo, no son solo las barreras culturales y económicas las que mantienen a las mujeres pakistanís fuera del ámbito deportivo; deben luchar contra otro impedimento: temperaturas cada vez más altas inducidas por el cambio climático.
“Nos cansamos muy rápido”, dijo Jamali.
Haseena Soomro, de 19 años, otra deportista de la misma academia, agregó: “El calor es insoportable y no podemos correr velozmente”.
Las jóvenes juegan sobre césped artificial, que absorbe más el calor del sol que el césped y carece de una forma natural para enfriarse. Sin embargo, Baloch afirmó que era mejor que jugar en tierra floja, como lo hacían en el pasado.
“La arena se introducía en los ojos y debido a las temperaturas altas, el suelo se calentaba mucho durante el día”, contó. Además, dijo que siempre existía el peligro de que hubiera serpientes escondidas bajo la tierra.
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Para combatir el calor, Baloch reprogramó el horario de inicio de las prácticas al final de la tarde —de 6:00 a 9:00 PM—, para lo cual tuvo que dirigirse a cada familia personalmente para que permitieran que sus hijas vayan a entrenar. Incluso a esa hora, dijo, “el calor sigue siendo despiadado”.
“Jacobabad no refresca por la noche y no hay viento”, señaló Aqsa Shabbir, de 17 años, otra jugadora de hockey. Y aunque tiene un aire acondicionado en su casa, dijo que no era más que un “adorno”, ya que no tienen electricidad la mayor parte de la horas nocturnas. “Nunca logramos tener una noche de sueño reparador”, confesó.
Baloch comentó que la ciudad estaba siendo testigo de cortes de energía sin precedentes. Esto, sumado a las altas temperaturas, ha provocado que los residentes nunca obtengan alivio para refrescarse. John Jacob, un general de brigada británico que da nombre a la ciudad, describió el viento como “una ráfaga de horno” aun por la noche.
La casa de Ali no tuvo electricidad por 15 días porque el transformador del área explotó. “Mi padre compró un panel solar a crédito que generaba la electricidad suficiente para encender una bombilla y un ventilador, pero los fuertes vientos arruinaron el vidrio del panel y ya no funciona”, explicó.
El entrenamiento al final de la tarde también trajo aparejado su propio conjunto de problemas sociales.
Jannat Bibi, la madre de Jamali, que había dado su permiso, dijo de mala gana que se estaba volviendo tedioso inventar excusas frente a vecinos y parientes por la ausencia del hogar de su hija o porque llega a casa después de que oscurece.
“Las chicas no pueden salir solas después del anochecer”, expresó. “Este deporte no puede continuar por mucho tiempo más”, agregó preocupada de que si se da a conocer, más adelante no sería fácil encontrar una “buena” propuesta de matrimonio para su hija.
“El estado de ánimo irritable de mi padre afecta mi desempeño, porque siempre estoy tensa por llegar tarde”, dijo Jamali. “Desearía que mis padres estuvieran orgullosos de mis logros, pero de lo único que se preocupan es de lo que piensan los demás”, agregó enojada.
Dur Bibi Brohi, una exjugadora de hockey, contrajo matrimonio a los 19 años y nunca más jugó.
“Esa época fue la mejor de mi vida”, recordó la madre de dos hijos que ahora tiene 23 años, agradecida de que sus padres le permitieron salir de la ciudad e incluso del país para algunos partidos.
Agregó que “Los pocos años que jugué deportes me hicieron cambiar, de una persona tímida y dócil a estar más segura de mí misma. Desearía que hubiera más padres como los míos y que no dejen que las presiones sociales dicten sus vidas”.
Baloch apoya esto.
“Las mujeres se vuelven física y mentalmente fuertes a través del deporte”, afirmó y dio como ejemplo el propio. Confesó que la “sanó” cuando tenía depresión después de perder a su único hermano por un bombardeo suicida en 2015.
“Yo tenía 25 años y él, 23. Era mi mejor amigo”.
Ya había perdido a su padre a los 4 años. Y estar en el ámbito del deporte incluso ahora la ayuda como cuidadora sanitaria para su madre, que es paciente de cáncer.
Otro desafío es su vestimenta.
“Al principio, sentía vergüenza cuando jugaba usando un conjunto deportivo; me la pasaba tirando de la camiseta hacia abajo porque se veían mis muslos”, confesó Jamali.
“La mayoría de las chicas cree que el código de vestimenta es embarazoso y que afecta su concentración”, afirmó Baloch.
Sin embargo, Jamali se dio cuenta de que no podía correr con la misma rapidez con la camiseta suelta y larga con bordado pesado en la parte frontal, los pantalones holgados y el chadar [gran bufanda] que usa en casa.
“He aceptado el uniforme”, dijo, pero se asegura de usar un abaya (un vestido largo holgado) por encima de él cuando sale de la casa hacia el campo de deportes. “¡Si me vieran con el atuendo occidental en la calle, causaría un gran escándalo en el vecindario!”, manifestó.
Una manera de superar todos estos obstáculos, según Baloch, sería una pequeña instalación climatizada con tamaño de 5 jugadores por equipo. “Será el mayor apoyo a deportistas mujeres en Jacobabad en verano, que es largo e insoportable aquí”, afirmó.
Además, Baloch también consideró que si el gobierno realmente quiere incentivar a las mujeres a que se introduzcan en el mundo de los deportes y jueguen de la mejor manera posible, necesitan un continuo apoyo en una forma de estipendio para que puedan gestionar sus necesidades de salud, nutrición y traslado.
“Algunas veces consigo el patrocinio para uniformes y zapatillas, pero este enfoque desordenado debe detenerse”, señaló Baloch.
T: PI / ED: EG