NUMEA – Han pasado 26 años desde que se firmó un acuerdo de paz, el Acuerdo de Numea, tras el estallido de un conflicto en la década de los 80 entre los isleños canacos y las fuerzas armadas francesas en el territorio francés de ultramar de Nueva Caledonia.
Turbulentas protestas y disturbios estallaron de nuevo hace dos meses y han evidenciado la fractura por los agravios políticos entre los indígenas y el Estado francés sigue siendo profunda en este grupo de islas situadas al este de Australia, en el Pacífico suroccidental.
El centro de la capital de Nueva Caledonia, Numea, popular destino de vacaciones en las islas del Pacífico, suele estar lleno de turistas que acuden a las terrazas de los cafés.
Ahora muchas de sus calles, ahora patrulladas por la policía francesa, están desiertas e inquietantemente tranquilas.
Las protestas, que comenzaron a mediados de mayo, desembocaron en enfrentamientos armados entre activistas y las fuerzas de seguridad francesas, con el resultado de 10 muertos.
La destrucción de viviendas y edificios públicos y el saqueo de tiendas y comercios han tenido un impacto devastador en la sociedad del pequeño territorio insular.
Los daños se estiman en más de 1000 millones de dólares, mientras que al menos 7000 personas han perdido su trabajo y sus ingresos y la economía del territorio ha sufrido una fuerte recesión.
La crisis ha puesto de manifiesto la enorme fractura existente entre la determinación de Francia de mantener el control del territorio y la de los isleños canacos, irritados por la falta de avances en su reivindicación de la autodeterminación.
«Protestamos en las calles para decirle al Estado francés que debe respetar a los canacos, porque Francia votó las reformas sin nuestro consentimiento», dijo a IPS Jacques, un nombre ficticio a su pedido de un un activista canaco de Numea.
Entre esas reformas determinadas unilateralmente por la metrópoli destaca la adopción de cambios electorales en el parlamento francés, que habrían abierto el censo electoral a decenas de miles de recientes colonos inmigrantes, la mayoría procedentes de Europa.
La mayoría de la población de Nueva Caledonia es autóctona y muchos creen que esta medida habría reducido la influencia de su voto frente al creciente número de recientes inmigraciones de leales a la pertenencia a Francia en futuras elecciones y referendos.
El desequilibrio demográfico entre canacos y no canacos es un antiguo motivo de queja en el territorio de decenas de islas, con algo más de 300 000 habitantes.
En la década de los años 80, el conflicto entre los canacos y los no canacos se debió a las quejas por el despojo de tierras, la pobreza, la desigualdad, la ausencia de derechos civiles y políticos y la política francesa de promover la migración de franceses a Nueva Caledonia.
El nombre de canaco tiene su origen en la lengua hawaina, donde signifida hombre, fue usada por los franceses para definir a los nativos de las islas del Pacífico sur, que adquirió por tiempo una carga despectiva y luego fue reivindicado como una autodefinición de pertenencia por la población nativa de Nueva Caledonia.
Tras las protestas, el presidente francés, Emmanuel Macron, suspendió a mediados de mes las reformas electorales, pero muchos canacos a favor de la independencia se muestran insatisfechos por la tardía medida.
Jacques es parte del grupo de activistas canacos que han montado un puesto de campaña por la causa independentista junto a una carretera principal en las afueras de la capital. Están sentados en torno a una mesa bajo una carpa, rodeados de banderas y pancartas.
«Queremos que nuestro país sea descolonizado, como está escrito en el acuerdo de Nuumea. Al Estado francés solo le interesa dominar a la población. Pero si se queda aquí, habrá más violencia», afirmó con contundencia.
En el Acuerdo de Numea, de 1998, París se comprometió conceder a Nueva Caledonia, formalmente una colectividad francesa en ultramar, más poderes de gobierno, el reconocimiento de la cultura canaca y el derecho a la consulta, un censo electoral local que solo permitieran votar a los canacos y a los residentes de larga duración, y la celebración de referendos sobre su futuro estatus político.
Se habían celebrado tres referendos, todos con resultados mayoritarios, para seguir formando parte de Francia. Un 43,33 % votó a favor de la independencia en el primer referéndum, en 2018, porcentaje que aumentó hasta 46,74 % en el segundo, de 2020.
Pero la población canaca boicoteó el tercer referendúm, en 2021, porque estaban muy impactados por la pandemia de convid-19.
Los partidos políticos independentistas, encabezados por el Frente Canaco y Socialista de Liberación Nacional (FLNKS), nunca han aceptado el voto entonces de 96,5 % de la llamada población lealista a Francia, compuesta sobre todo por inmigrantes, la mayoría de años recientes.
Por ello, el FLNKS ha pedido a las Naciones Unidas que declare nulo el resultado del tercer referéndum debido a la no participación del pueblo canaco.
«la participación electoral fue inferior a 50 % de los votantes registrados; por tanto, no puede tomarse como el deseo legítimo de la mayoría silenciosa», determinó en 2021 el intergubernamental y subregional Grupo de Punta de Lanza Melanesio:
La determinación de los votantes canecos de mantener vivas sus aspiraciones, aunque se hayan agotado las opciones de cambiar el statu quo político mediante referendos, ha dado lugar a un panorama político cada vez más polarizado, con las dos partes atricheradas.
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«Los lealistas creen que el Estado francés debería hacerse cargo del gobierno de Nueva Caledonia debido a todos los problemas políticos que tenemos», dijo a IPS Catherine Ris, presidenta de la Universidad de Nueva Caledonia en Numea. Mientras, en el sector proindependencia, «ya no oímos a la gente moderada», añadió.
La reciente creación de la Célula Coordinadora de Acción sobre el Terreno (CCAT) por parte del partido independentista Unión de Caledonia fue una señal de la creencia de algunos canacos de que sus demandas no se están satisfaciendo a través del proceso político y la negociación.
El grupo central de activistas fue el primer grupo que se unió a la CCAT, mientras que su líder, Christian Tein, se encuentra actualmente detenido en una prisión en Francia por cargos vinculados a los disturbios.
La mayor presencia de jóvenes en las calles en mayo es prueba de que una nueva generación ha perdido la fe en el ritmo del cambio social y político que debía arrojar el acuerdo de 1998.
«Los más jóvenes quieren el cambio ahora porque en su vida han experimentado y visto muchas penurias por la persecución al pueblo canaco y las dificultades para conseguir trabajo», subrayó Jacques.
De hecho, se calcula que en Nueva Caledonia, 45 % de las personas sin título de enseñanza secundaria son indígenas, y la tasa de desempleo canaca alcanza a 38 %.
En contrapartida, la participación de los canacos en el gobierno y la política del territorio no ha dejado de aumentar en las dos últimas décadas.
El número de los 54 escaños ocupados por políticos independentistas en el Congreso de Nueva Caledonia, pasó de 18 a 25 entre 2004 y 2014, mientras que los de los lealistas a la metrópoli disminuyeron de 36 a 29, informa el Instituto Lowy de Política Internacional de Australia.
En 2021 fue elegido como presidente del gobierno Luis Maipou, el primer canaco proindependencia en el cargo. Y en las últimas elecciones legislativas francesas, cuya segunda vuelta se produjo el 7 de julio, Emmanuel Tjibaou, líder canaco de la provincia rural del Norte, fue elegido como uno de los dos miembros de la Asamblea Nacional de Nueva Caledonia en París.
Otro hecho es que el movimiento de autodeterminación de Nueva Caledonia cuenta con el apoyo internacional de otros países insulares del Pacífico, especialmente los que tienen poblaciones indígenas melanesias, como Papúa Nueva Guinea y Fiyi, así como de países más lejanos como Azerbaiyán y Rusia.
Además, el territorio de Nueva Caledonia figura en la lista de descolonización de las Naciones Unidas desde 1986.
Pero son muchos los nuevocaledonios preocupados por la viabilidad de un Estado propio.
La colectividad de ultramar depende en gran medida del apoyo fiscal de Francia, que añporta 20 % del producto interno bruto (PIB) local y sufraga los servicios públicos, los programas de desarrollo económico local y los sueldos de los funcionarios.
«Tenemos una buena economía aquí», dijo a IPS en Numea Marcieux, un francés que vive en Nueva Caledonia desde hace 30 años. «Es fácil hablar de independencia, pero, en realidad, es muy difícil. Se necesita una manera de lograr la independencia”, añadió.
Sin embargo, para los líderes de Nueva Caledonia será difícil presentar una voluntad unida al presidente Macron y al parlamento francés, situados a más de 16 000 kilómetros de distancia.
En todo caso, Tjibaou, el nuevo miembro de la Asamblea Nacional francesa, es el foco de esperanza de que pueda surgir un diálogo significativo tras el reciente conflicto.
Tras su elección este mes, declaró a los medios locales que «todos tenemos que ofrecer un marco para que se reanuden las conversaciones entre los tres socios, que son Francia, el FLNKS y los lealistas. Tenemos que capitalizar esto».
T: MF / ED: EG