SANTO DOMINGO – El presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, reelegido el 19 de mayo con 57,5 por ciento de los votos válidos, tiene en el drama de su vecino Haití, y en el muro fronterizo que promueve entre ambos países, un desafío clave para la gestión que debe continuar durante los próximos cuatro años.
Economista y acaudalado empresario de 56 años, Abinader dedicó sus primeras declaraciones, tras ser reelecto, a reiterar la promesa de que no buscará ser presidente más allá de 2028, y de que avanzará en la lucha contra la corrupción y continuará las reformas que apuntalen la economía y el bienestar de sus compatriotas.
“El pueblo ha hablado con claridad, los dominicanos quieren seguir avanzando en el cambio. Hemos recorrido una parte del camino y toca profundizar los cambios y las reformas”, dijo Abinader al saberse vencedor de los comicios, y convocó “para mañana mismo, a un pacto nacional” con la oposición.
Aunque no mencionó el tema de Haití en su primera declaración postelectoral, el respaldo claramente mayoritario que le permitió reelegirse en la primera vuelta es un indicio de que seguirá la política de “mano dura” frente a la inmigración haitiana.
Haití (27 755 kilómetros cuadrados, 11,5 millones de habitantes) y República Dominicana (48 442 kilómetros cuadrados, 11 millones de habitantes) comparten la caribeña isla Hispaniola y una frontera terrestre de 376 kilómetros.
En febrero de 2022, Abinader dirigió los primeros trabajos para erigir una “verja perimetral inteligente”, de cuatro metros de alto con hormigón, ladrillos y alambradas, que debe blindar al menos 200 kilómetros de frontera.
Por otra parte, su gobierno deportó el año pasado a 251 000 migrantes haitianos considerados ilegales, después de expulsar a otros 171 000 en 2022 y a 85 000 en 2021, y esa política continuó y podría profundizarse.
En suelo dominicano viven más de medio millón de haitianos y cada día otros centenares, a veces miles, cruzan los escasos pasos fronterizos autorizados, como el de Dajabón en el noroeste, para adquirir víveres y otros productos esenciales.
Haití, el país más pobre del hemisferio, vive una crisis por la que requiere ayuda humanitaria casi la mitad de su población, y sufre oleadas de violencia criminal que las Naciones Unidas esperan ayudar a contener, con el despliegue de una fuerza internacional de paz y seguridad que brinde soporte a la policía haitiana.
Abinader defendió la necesidad de esta fuerza durante una conferencia de la ONU el pasado febrero, en la que afirmó que “nuestro lema de ahora en adelante será: ¡O luchamos juntos para salvar a Haití, o luchamos solos para proteger a la República Dominicana!”.
Policías dominicanos incursionan en comercios, áreas públicas y casas de barriadas con residentes haitianos en algunas ciudades para capturar a indocumentados que luego deportan, una política criticada por organizaciones humanitarias como Amnistía Internacional (AI).
“Estas expulsiones colectivas son una clara violación de las obligaciones internacionales de la República Dominicana y, ponen en riesgo la vida y los derechos de estas personas. Los retornos forzados a Haití deben cesar”, dijo Ana Piquer, directora para América de AI, en una declaración el pasado abril.
Sin embargo, la mano dura frente a la inmigración, con el muro fronterizo y las deportaciones, recibió respaldo electoral no solo con el triunfo de Abinader, sino con la votación de quien resultó segundo en la contienda, el varias veces presidente Leonel Fernández, quien cosechó 28,8 % de los sufragios.
Fernández considera que “ante una coyuntura de colapso total del Estado haitiano es necesario establecer mecanismos de seguridad”, y ha evocado la situación de caos que se acentuó en el país vecino después del asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021.
El tema haitiano aparece así como un campo fértil para un entendimiento entre el fortalecido oficialismo de centroderecha, del Partido Revolucionario Moderno de Abinader, y las corrientes de centro y centroizquierda que favorecieron a Fernández y su formación Fuerza del Pueblo.
Detrás, con votaciones exiguas, quedaron los más tradicionales partidos Revolucionario Dominicano (socialdemócrata), del que salió Abinader, de la Liberación Dominicana (centroizquierda), que fue de Fernández, y los grupos de filiación socialcristiana.
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