Las tensiones con China conducen a los inversionistas hacia Vietnam

Una de las muchas pequeñas y estrechas calles Ciudad Ho Chi Minh, la más poblada de Vietnam y antes conocida como Saigón. Al fondo varias torres recién construidas. Imagen: Kris Janssens / IPS

CIUDAD HO CHI MINH, Vietnam – En los últimos meses, varios representantes europeos encabezaron misiones comerciales a Vietnam. El presidente alemán Frank-Walter Steinmeier visitó Hanoi en enero. Los Países Bajos enviaron al primer ministro Mark Rutte, y la pareja real neerlandesa,  los reyes Guillermo Alejandro y Máxima, hará pronto lo mismo. Ese país es el principal  inversor europeo en Vietnam.

Además, delegaciones oficiales de Estados Unidos y China han mantenido conversaciones con Vietnam sobre cooperación económica.

De acuerdo al vietnamita Ministerio de Planificación e Inversión, este país del sudeste asiático atrajo cerca de 36 610 millones de dólares de Inversión Extranjera Directa (IED) en 2023. Ello supone un aumento de más de 32 % en comparación con el año anterior.

¿Qué factores contribuyen a este éxito?

Vietnam, tras salir de una tumultuosa historia que incluyó una guerra con Estados Unidos hasta la década de los años 70 y continuar bajo el liderazgo comunista, ha logrado avances significativos.

Como resultado, empresarios europeos comparten sus experiencias con IPS en esta ahora próspera nación, en Ciudad Ho Chi Ming, la más poblada del país y antes conocida como Saigón y distante unos 1700 kilómetros al sur de Hanoi, la capital.

Bill Clinton y la era de la normalización

«Siempre nos han mentido, y nos siguen mintiendo. Veo la normalización como un intento por su parte de acceder a los mercados estadounidenses. No son de fiar», aseguró en 1995 Sam Johnson, entonces diputado de estadounidense Partido Republicano por Texas y veterano de la guerra de Vietnam (1955-1975).

Esa fue su furiosa reacción a la decisión del presidente demócrata Bill Clinton (1993-2001) de restablecer relaciones con Vietnam, 20 años después de fin del conflicto, en que Estados Unidos terminó derrotado militarmente.

Los opositores a la medida creían que primero debía haber total claridad sobre los estadounidenses desaparecidos que nunca habían regresado de la guerra de Vietnam. Los partidarios de la decisión pensaban que «era hora de pasar página».

Acuerdo comercial con la UE

El acercamiento a Occidente comenzó ya en la década de los años 80, cuando el gobierno comunista de Vietnam introdujo el «Doi Moi» (renovación, en vietnamita), un programa de reforma integral de la economía, con apertura a los mercados.

El Doi Moi también supuso muchos cambios en la administración, la política, la cultura, la educación y la sociedad.

Como resultado, el nivel de pobreza de Vietnam bajó de 58 % en 1993 a menos de 3 % en 2020.

Mientras tanto, el país consiguió limar asperezas con Estados Unidos y logró ganarse la confianza de la Unión Europea (UE). Con este bloque se suscribió en 2019 el Acuerdo de Libre Comercio U-Vietnam, que está reduciendo paulatinamente los aranceles entre las dos partes.

El impacto de este acuerdo tardó en visualizarse porque la pandemia de la covid-19 dejó varados los aviones y barcos de transporte durante unos años, pero en la actualidad los empresarios europeos encuentran fácilmente el camino hacia este nuevo mercado de  casi cien millones de habitantes.

La estrategia de China más uno

Vietnam se ha convertido en un atractivo destino para los inversores internacionales que buscan alternativas a China. Durante años, la ética del trabajo y los bajos costes de producción chinos proporcionaron un clima ideal para la inversión.

Pero esas ventajas económicas de China se tambalean. Los salarios suben y las sanciones comerciales de Estados Unidos ahuyentan a los acreedores. Para diversificarse, quieren al menos una sucursal en otro lugar. Como país vecino, Vietnam parece ser una alternativa perfecta.

El empresario  Stefan Kleijkamp también ha aplicado la estrategia denominada «China más uno». Es el gerente de Waste2wear, una empresa neerlandesa que fabrica textiles, ropa y bolsos en forma ecológica a partir de material de desecho, principalmente plástico.

Hasta ahora ha operado principalmente en China, pero hace poco abrió una nueva sucursal en Vietnam.

El elemento clave es la reticencia de los clientes estadounidenses a comprar productos con la etiqueta Made in China. «Esto está relacionado con la tensa situación geopolítica», dice Kleijkamp. «El tejido sigue viniendo de China, pero los bolsos se montan en nuestra fábrica de la ciudad de Ho Chi Minh», explica.

Sensibilidades geopolíticas, incluso en el nombre del mismo mar

La ética del trabajo y la mentalidad son en gran medida similares, pero la relación entre ambos países es muy delicada. Los vietnamitas pueden beneficiarse de la economía china, pero prefieren que no se les asocie con sus vecinos al norte.

Se trata de una aversión que va muy lejos. Baste mirar el mapa de la región.

El mar que rodea las famosas islas Spratly, disputadas por su situación estratégica, se llama mar de China Meridional. Al menos según Beijing.

Desde la mirada vietnamita, es el mar del Este. Geográficamente, ambos nombres tienen sentido. Pero un mapa con una denominación «incorrecta» puede provocar una disputa diplomática binacional.

El creciente conflicto en torno a las islas es motivo de preocupación. Existe un temor real a una (nueva) invasión china de Vietnam, como ocurrió a finales de la década de los 70.

Mayor la aversión a China que el resentimiento a Estados Unidos

«Los dos países se encuentran en una fase de desarrollo diferente», afirma el neerlandés  Kleijkamp. En su opinión, Vietnam se parece a la China de hace 20 años, centrada exclusivamente en el desarrollo económico. «La propia China tiene ahora mayores ambiciones», considera.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Por su tamaño y su posición internacional, China depende menos del resto del mundo, mientras que Vietnam sí necesita ayuda y experiencia del exterior. También de Estados Unidos.

Los vietnamitas responden invariablemente que «he dejado atrás el pasado» cuando se les  pregunta sobre Estados Unidos. Sienten que han ganado moralmente la guerra y este sentimiento les fortalece.

El espíritu empresarial en Vietnam

Poco después de la guerra, cuando Vietnam del Norte y del Sur se reunificaron, Trường Ngô huyó de su país. Llegó como refugiado en barco a Países Bajos, donde se formó como hidrólogo. Más tarde, cuando regresó a Vietnam, utilizó los conocimientos adquiridos para crear una empresa de tratamiento de aguas.

«Cuando llegué aquí, todo esto eran campos de arroz», recuerda mientras enseña su sede en Trà Vinh, una ciudad a unos 120 kilómetros al suroeste de Ho Chi Minh. «El agua potable estaba muy sucia. Ahora, aquí todo el mundo usa agua del grifo nuestra», dice orgulloso.

Actualmente, Trường y su hijo Vinh suministran agua potable a 75 000 residentes de la región, un crecimiento espectacular. «Esa es mi mentalidad. Tengo un objetivo y me dirijo hacia él. Pase lo que pase», dice Trường.

Los vietnamitas parecen encarnar el llamado sueño americano más que los propios estadounidenses.

Esta creencia sólida  en la prosperidad y el progreso es la mayor baza de Vietnam para los emprendedores, aunque aún queda mucho camino por recorrer. «Hay una dinámica positiva y un mercado en rápido crecimiento», afirma Steve Van Aelst,  un arquitecto belga que trabaja en Ciudad Ho Chi Minh desde 2010.

El único camino es hacia arriba

A diferencia de la actitud nostálgica y un tanto pesimista de los europeos, vistos desde este país, Vietnam siente pura pasión por el futuro y se centra en las perspectivas y oportunidades. Aunque este progreso implique que la sencilla vida rural acabe dejando paso a una sociedad industrial.

La empresa de Van Aelst ha sido capaz de desarrollar proyectos urbanísticos de 1000 hectáreas o incluso de 20 000 hectáreas. Este tipo de encargos ya no son posibles en Europa y a menudo no son deseables.

Un país diferente también conlleva retos diferentes.

El otoño boreal pasado, el ministro-presidente de la región belga de Flandes, Jan Jambon, realizó una misión económica a Vietnam. Durante ella, Van Aelst dio una conferencia sobre sostenibilidad, partiendo de que Vietnam tiene un vasto litoral, por lo que es vulnerable a las consecuencias del recalentamiento planetario.

Como arquitecto, Van Aelst puede ofrecer alternativas ecológicas. Sin embargo, dice, el precio de estas medidas de eficiencia energética también es importante para un cliente vietnamita.

Peligro comunista

Durante la visita de Jambon, un miembro de su delegación preguntó por «el régimen comunista». Pero el hecho es que los empresarios europeos experimentan aquí principalmente una mentalidad capitalista y no sienten que la población esté «agobiada bajo el yugo del gobierno», como tiende a pensarse.

En resumen, el régimen comunista se da por sentado, siempre que no afecte al crecimiento económico y la gente pueda abrirse camino. «Los vietnamitas tienen el signo del dólar en los ojos», resume acertadamente alguien que no quiere ser identificado.

Dado que Vietnam es un Estado unipartidista, criticar al gobierno es muy delicado, y esto incluye incluso declaraciones aparentemente inocentes. En cuanto una conversación se vuelve demasiado política, se bloquea.

Lo mismo le ocurre a Trường, que enseña su pueblo natal y la tumba de sus padres. Al principio, se emociona mucho cuando habla de las oportunidades que le dieron sus padres al huir a Europa.

Al momento siguiente, pide que vuelva rápidamente al automóvil porque no quiere que le vean en un pueblo tan pequeño con un periodista europeo. «Nunca se sabe lo que piensan las autoridades», dice.

Al parecer, los comunistas que obligaron a esta familia a huir siguen vigilándolos o así lo sienten sus miembros.

Por último, como empresario europeo, no puede limitarse a copiar y pegar aquí su actitud occidental.

Como ejemplo, Steve Van Aelst se refiere a las puntas afiladas en un edificio. «Esos no encajan en la filosofía del Feng Shui», dice el arquitecto. «La suavidad y la poesía y la conexión emocional con un edificio son importantes aquí. Hay que conocer esas diferencias y sensibilidades y tenerlas en cuenta», remarca.

Pero la balanza general se inclina sin duda hacia el lado positivo para Aelst.

«La complejidad de este país y las respuestas que podemos dar son satisfactorias. Aquí trabajamos en proyectos de los que podemos sentirnos realmente orgullosos», sentencia.

T: MF / ED: EG

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