Opinión

El FMI exhorta a no alinearse en la Segunda Guerra Fría

Este es un artículo de opinión de Jomo Kwame Sundaram, profesor de economía y antiguo secretario general adjunto de la ONU para el Desarrollo Económico.

Imagen: iStock

ACCRA –  La número dos del FMI recomienda la no alineación como la mejor opción para los países del Sur en desarrollo en la segunda Guerra Fría, ya que la geopolítica amenaza las ya sombrías perspectivas de la economía y el bienestar mundiales.

Advertencia del FMI

La primera subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Gita Gopinath, advierte: «Con las perspectivas de crecimiento mundial más débiles en décadas y la pandemia y la guerra ralentizando la convergencia de ingresos entre países ricos y pobres, no podemos permitirnos otra Guerra Fría».

Aunque reconoce que la globalización ha terminado, hace un llamamiento a los gobiernos para que «preserven la cooperación económica en medio de la fragmentación geoeconómica» debida a la segunda Guerra Fría.

Las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China, la pandemia de covid-19 y la guerra han cambiado las relaciones internacionales. Estados Unidos aboga por la «deslocalización amistosa», mientras que sus aliados europeos afirman que quieren «reducir riesgos». China  sigue abogando por la «globalización» e insiste con realismo en la «autosuficiencia».

Las normas multilaterales rara vez se diseñaron para abordar este tipo de conflictos internacionales, ya que las ostensibles preocupaciones por la «seguridad nacional» reescriben las políticas económicas de las grandes potencias. De ahí que los conflictos geoeconómicos tengan pocas reglas y ningún árbitro.

Perspectiva histórica

Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Estados Unidos y la ahora extinta Unión Soviética pronto lideraron bloques rivales en un nuevo mundo bipolar. Tras las conferencias de Bandung (1955) y Belgrado (1961), los países del Movimiento de Países No Alineados rechazaron ambos bandos. Esta era duró cuatro décadas.

Jomo Kwame Sundaram
El autor, Jomo Kwame Sundaram

La relación comercio / producto interno bruto (PIB) mundial aumentó con la recuperación de la posguerra y, más tarde, con la liberalización del comercio. Con la primera Guerra Fría, las consideraciones geopolíticas determinaron los flujos comerciales y de inversión, al tiempo que se estrechaban las relaciones económicas entre los bloques.

Según la directiva del FMI, estos flujos aumentaron tras la Guerra Fría, «alcanzando casi una cuarta parte del comercio mundial» durante el periodo de «hiperglobalización» de las décadas de los años 90 y 2000.

Sin embargo, la globalización se ha estancado desde 2008. Posteriormente, en 2022 se impusieron unas 3000 medidas de restricción del comercio, ¡casi el triple de las impuestas en 2019!

La economía de la Guerra Fría

Gopinath considera que la rivalidad ideológica y económica entre dos superpotencias impulsó las dos guerras frías. Ahora, China -no ya la Unión Soviética y su sucesora Rusia- es el rival de Estados Unidos pero las cosas también son diferentes en otros aspectos.

En 1950, los dos bloques representaban 85 % de la producción mundial. Ahora, el Norte global, China y Rusia tienen 70 % de la producción mundial pero solo un tercio de su población.

La interdependencia económica creció entre los países a medida que se integraban mucho más. La relación entre comercio internacional y producción es ahora de 60 %, frente a 24 % durante la primera Guerra Fría. Esto aumenta inevitablemente los costes de lo que ella denomina «fragmentación» económica debida a la geopolítica.

Con la guerra de Ucrania, estallada en febrero de 2022,  el comercio entre bloques cayó del anterior a la guerra, de 3 %, a -1,9 %. Incluso el crecimiento del comercio dentro de los bloques cayó a 1,7 %, desde 2,2% anterior a la guerra.

Del mismo modo, las propuestas de inversión extranjera directa (IED) entre bloques disminuyeron más que dentro de los bloques, mientras que la IED hacia los países no alineados aumentó considerablemente.

China ya no es el mayor socio comercial de Estados Unidos, porque «su cuota de importaciones de Estados Unidos ha caído» de 22 % en 2018 a 13% a principios de 2023.

Por su parte, las restricciones comerciales desde 2018 han recortado «las importaciones chinas de productos sujetos a aranceles» al tiempo que la IED estadounidense en China caía bruscamente.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Sin embargo, los vínculos indirectos están sustituyendo a los directos entre Estados Unidos y China. Los países que más han ganado en cuotas de importación de Estados Unidos también han ganado más en cuotas de exportación de China y en IED en el extranjero.

Según un estudio del Banco de Pagos Internacionales, «las cadenas de suministro se han alargado en los últimos dos años», especialmente entre «proveedores chinos y clientes estadounidenses».

Es de esperar, sugiere Gopinath, que «a pesar de los esfuerzos de las dos mayores economías por estrechar lazos, aún no está claro hasta qué punto serán eficaces».

Para la número dos del FMI, las restricciones comerciales «disminuyen las ganancias de eficiencia derivadas de la especialización, limitan las economías de escala debidas a mercados más pequeños y reducen las presiones competitivas».

Según un estudio del FMI, «los costes económicos de la fragmentación podrían ser significativos y afectar de forma desproporcionada a los países en desarrollo», con pérdidas en torno a 2,5 % de la producción mundial.

Las pérdidas podrían alcanzar 7 % del PIB, dependiendo de la resistencia de la economía: Las pérdidas son especialmente importantes para las economías de renta baja y los mercados emergentes.

Mucho dependerá de cómo se desarrollen los acontecimientos. Y advierte: «La fragmentación también inhibiría nuestros esfuerzos para abordar otros retos globales que exigen cooperación internacional».

Opciones políticas

Los responsables políticos se enfrentan a la difícil disyuntiva de minimizar los costes de la fragmentación y las vulnerabilidades, y maximizar la seguridad y la resistencia.

Gopinath reconoce que su «primera mejor solución», la de evitar las hostilidades geoeconómicas, es, en el mejor de los casos, remota, dadas las actuales hostilidades geopolíticas y las probables tendencias futuras. En su lugar, insta a evitar «el peor escenario posible» y a proteger «la cooperación económica» a pesar de la polarización.

Desea que los adversarios «se centren únicamente en un conjunto limitado de productos y tecnologías que justifiquen una intervención por motivos de seguridad económica». Por lo demás, aboga por un «enfoque plurilateral no discriminatorio» para «profundizar en la integración, diversificar y mitigar los riesgos de resiliencia».

A pesar de las dificultades, Gopinath aboga por un «enfoque multilateral» en áreas de interés común para «salvaguardar los objetivos globales de evitar la devastación causada por el cambio climático, la inseguridad alimentaria y los desastres humanitarios relacionados con pandemias».

Por último, quiere restringir las acciones políticas unilaterales, como las políticas industriales. Solo deberían abordar «los fallos del mercado preservando las fuerzas del mercado», que, insiste, siempre «asignan los recursos de la forma más eficiente».

Sin reconocer el doble rasero que ello implica, quiere que los responsables políticos «evalúen cuidadosamente las políticas industriales en términos de su eficacia». Pero es menos cauta y acrítica al insistir en la sabiduría convencional neoliberal a pesar de su dudoso historial.

Como era de esperar, dos empleados del FMI se sintieron obligados a escribir en 2019 sobre «El regreso de la política que no debe ser nombrada». A pesar del uso extensivo de la política industrial por parte de Europa y Japón y del reciente apoyo del presidente estadounidense Joe Biden, el Fondo parece atrapado en una trampa ideológica y en un túnel del tiempo que él mismo ha creado.

Aunque hace excesivas afirmaciones sobre los beneficios de la globalización, Gopinath reconoce que «la integración económica no ha beneficiado a todos».

Afortunadamente, insta a los países en desarrollo a permanecer no alineados y a «desplegar su peso económico y diplomático para mantener el mundo integrado», ya que la nueva Guerra Fría hace retroceder al mundo.

Desde un punto de vista pragmático, Gopinath observa: «Si algunas economías permanecen no alineadas y siguen colaborando con todos los socios, podrían beneficiarse de la desviación del comercio y la inversión».

En 2022, «más de la mitad del comercio mundial implicaba a un país no alineado… Pueden beneficiarse directamente de la desviación del comercio y la inversión», reduciendo los elevados costes de la Guerra Fría.

T: MF / ED: EG

 

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