MONTEVIDEO – El tiempo de rebelión pública en Irán ha terminado. Los manifestantes que marchaban, cantaban y bailaban bajo el lema «Mujer, Vida, Libertad» hace tiempo que han cesado. Y la cambiante dinámica regional puede jugar a favor del régimen de Teherán.
Ola de protestas reprimidas
La oleada de protestas contra el régimen teocrático comenzó el 16 de septiembre de 2022 y duró mucho más de lo que se podía prever. Pero al cumplirse un año, prácticamente se había extinguido, y su magnitud y alcance sin precedentes se vieron superados por la brutalidad sin parangón de la represión.
El régimen asesinó a cientos de manifestantes, hirió a miles y detuvo a decenas de miles. Sometió a muchos a tortura, abusos sexuales y negación de tratamiento médico durante su detención.
Utilizó como arma el sistema de justicia penal, celebrando juicios exprés a puerta cerrada en «tribunales revolucionarios» presididos por clérigos, sin garantías procesales. Condenó a centenares de personas, incluidos periodistas, a años de cárcel y dictó varias penas de muerte.
Según el relator especial de las Naciones Unidas sobre Irán, algunas de las violaciones de derechos humanos cometidas por el régimen podrían constituir crímenes contra la humanidad.
Poco después del primer aniversario de las protestas, el 6 de octubre, se anunció la concesión del Premio Nobel de la Paz 2023 a Narges Mohammadi, la activista iraní encarcelada que lleva 20 años luchando por la democracia, los derechos humanos y los derechos de la mujer en Irán.
A lo largo de estas dos décadas, ha sido detenida en 13 ocasiones, condenada a 31 años de prisión y 154 latigazos, y ha estado tres veces en la cárcel. De hecho, recibió la noticia entre rejas.
Antes del primer aniversario, temeroso de que volvieran las protestas, el régimen teocrático sacó de nuevo a la calle a la policía de la moralidad, cuya intervención había provocado la muerte de Mahsa Amini, detonante de las protestas.
Los conservadores propusieron una nueva ley de «hiyab y castidad» que impondría un código de vestimenta aún más estricto para las mujeres y penas más severas en caso de infracción.
El refuerzo de las normas morales pronto se cobró su siguiente víctima.
El 1 de octubre, Armita Garawand, estudiante de secundaria, quedó inconsciente tras ser agredida, al parecer, por un agente de la ley del hiyab (velo islámico) por no llevar pañuelo en la cabeza. Permaneció en coma varias semanas antes de morir el 28 de octubre. En su funeral se agredió a los dolientes y se detuvo a decenas de personas, entre ellas la conocida abogada de derechos humanos Nasrin Sotoudeh.
Sucesión
Maltrecho pero imbatido, el régimen iraní considera las próximas elecciones legislativas como parte de su camino hacia la recuperación.
El 1 de marzo, la población está llamada a votar a los 290 miembros de la Asamblea Consultiva Islámica, que opera como una especie de parlamento. La batalla clave estará en la participación, que ya se redujo a 42 % en 2020, la más baja desde la revolución de 1979. Ese récord podría pulverizarse, ya que la oposición y los reformistas llaman a la abstención o al boicot.
Además de esas elecciones legislativas, Irán celebrará en marzo elecciones al Consejo de Expertos, el órgano de clérigos que nombra al llamado líder supremo. El Consejo se ha enfrentado recientemente a críticas por su escasa supervisión de la actuación del actual líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, de 84 años, y podría tener que intervenir relativamente pronto.
Jamenei, en el poder desde 1989, se encuentra en una carrera contrarreloj. Empeñado en garantizar la solidez de la teocracia que en gran medida construyó, prepara a su segundo hijo, de 54 años, para sucederle.
Pero la actual crisis económica puede conspirar contra sus planes. Los efectos acumulados de las sanciones internacionales, la fluctuación de los precios del petróleo, la mala gestión y la corrupción rampante han alimentado la inflación y el desempleo, y el descontento es generalizado.
Para evitar que los agravios acumulados se traduzcan en protestas masivas, es probable que el régimen intente mantener una delgada línea entre exhibir un poder indestructible y ofrecer concesiones menores.
Cambios en el equilibrio regional
Cuando estallaron las protestas, llegó el apoyo internacional. Personas de todo el mundo mostraron su solidaridad con las mujeres iraníes y pidieron a sus gobiernos que actuaran. Desde el principio, Estados Unidos impuso sanciones a la policía de la moralidad y a varios altos mandos del cuerpo y de otros organismos de seguridad. En vísperas del aniversario de las protestas, la Unión Europea, Reino Unido y Estados Unidos anunciaron nuevas sanciones.
En el Día Internacional de la Mujer de 2023, el 8 de marzo, un grupo de mujeres afganas e iraníes lanzaron la campaña Fin al Apartheid de Género, que busca el reconocimiento y la condena de los dos regímenes por estar fundamentados en el apartheid de género.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Quieren que la Convención de la ONU sobre la Represión y el Castigo del Crimen de Apartheid, suscrita en 1973 y que hasta ahora solo se aplica a los problemas raciales, se amplíe al género. La campaña quiere que esta forma específica y extrema de exclusión se codifique como delito en el derecho internacional para que los responsables puedan ser procesados y castigados.
Se expresó la esperanza de que estas medidas fomenten la acción para que los responsables rindan cuentas. La sociedad civil pidió la creación de un mecanismo específico de rendición de cuentas que trabajara junto al relator especial de la ONU sobre Irán.
Pero el 7 de octubre, mientras Armita permanecía en coma, las milicias paramilitares de Hamás lanzaron sus ataques contra territorio israelí, y la atención mundial pasó a centrarse en ese atropello y en la mortífera campaña de venganza de Israel.
Como fuente clave de apoyo a Hamás, Irán no quedó ni mucho menos fuera de los focos, pero la condena de la teocracia y el apartheid de género pasó a un segundo plano frente a las consideraciones geopolíticas.
Jamenei declaró públicamente que Irán no estaba implicado en los atentados del 7 de octubre, y aunque reiteró el apoyo político y moral de Irán a Hamás, al parecer dijo al líder de Hamás, Ismail Haniyeh, que Irán no intervendría directamente a menos que fuera atacado por Israel o Estados Unidos.
Pero el liderazgo iraní del «Eje de la Resistencia» antiisraelí y antioccidental y el papel clave que puede desempeñar para ampliar o limitar el alcance del conflicto significa que se le incluirá en cualquier intento de redefinir el orden regional, y que podría salir fortalecido.
En medio del caos y en busca de seguridad, la comunidad internacional podría estar cada vez más dispuesta a mirar hacia otro lado.
La búsqueda de respetabilidad internacional de Irán marcó un hito en noviembre, cuando aprovechó la falta de interés de otros Estados para reclamar la presidencia del Foro Social del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
El resultado fue una sala casi vacía… pero aun así resulta cierto que Irán consiguió ocupar un espacio institucional para blanquear su imagen manchada de sangre.
No debe permitirse que esto suceda. Las mujeres iraníes no deben ser abandonadas a su suerte. Los activistas iraníes en favor de la democracia y los derechos humanos, tanto dentro como fuera de Irán, necesitan el apoyo de la comunidad internacional si quieren tener alguna oportunidad.
Inés M. Pousadela es especialista sénior en Investigación de Civicus, codirectora y redactora de Civicus Lens y coautora del Informe sobre el Estado de la Sociedad Civil de la organización.
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