El bolero y el ceviche ya son patrimonio de la humanidad

El ceviche, un plato tradicional peruano a base de pescado marinado en limón, se ha extendido como una delicia en las mesas de muchos países. La Unesco lo reconoció como patrimonio inmaterial de la humanidad, junto con el bolero que nació en Cuba y otras expresiones culturales de América Latina y el Caribe. Imagen: Bon Viveur

KASANE, Botsuana – El bolero, con una propuesta conjunta de Cuba y México, y el ceviche peruano, quedaron inscritos como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por decisión de la Unesco, junto a otras expresiones tradicionales de América Latina y el Caribe.

“Ya no se trata solo de monumentos, yacimientos o piedras. El patrimonio también está vivo, se puede cantar, escribir, escuchar y tocar. Cada uno de nosotros es portador y garante”, comentó Audrey Azoulay, directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

El Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco deliberó durante cinco días en esta ciudad de África austral, e incorporó 55 nuevas expresiones a una lista patrimonial que ya reúne 730 elementos culturales de 145 países.

De América Latina y el Caribe se incorporaron, junto con el ceviche y el bolero, los Ch’utillos o Fiesta de San Bartolomé y San Ignacio de Loyola, que se celebra en Potosí, Bolivia, en el mes de agosto, y el Poncho Para’í de 60 Listas de Piribebuy, una prenda que se hace a mano en Paraguay.

También el festival cultural nacional de Junkanoo en Bahamas, y la construcción tradicional de barcos de madera en Carriacou y Petite Martinique, en Granada.

En el registro de buenas prácticas de salvaguardia se inscribió a los Bandos y Parrandas de los Santos Inocentes de Caucagua, en el central estado de Miranda en Venezuela, y las prácticas conservacionistas en el poblado de Armila, junto al Caribe en el este de Panamá.

“Ya no se trata solo de monumentos, yacimientos o piedras. El patrimonio también está vivo, se puede cantar, escribir, escuchar y tocar. Cada uno de nosotros es portador y garante”: Audrey Azoulay.

El expediente binacional “Bolero: identidad, emoción y poesía hechas canción” fue presentado en marzo de 2022, de manera conjunta por ministerios de Cultura de Cuba y México, destacando su expansión por toda América Latina y también por países de Europa y Asia.

El bolero fue registrado por primera vez en Cuba en 1883 con la composición “Tristezas” del creador isleño José “Pepe” Sánchez, y se extendió por México y otros países de América Latina que lo acogieron como propio con sus letras líricas, de amor y desamor, y sus percusiones acompañadas de guitarras, bajos y pianos.

Los postulantes y el comité de la Unesco destacaron que sus letras combinan el lenguaje utilizado en la poesía europea, los ritmos africanos de los pueblos esclavizados y los sentimientos de los pueblos originarios de América.

Los Estados postulantes propusieron 22 proyectos en un plan de salvaguardia de la expresión musical, sobre los ejes de educación y formación, identificación y visibilización, y fortalecimiento de las capacidades de portadores para la autogestión y reconocimiento del bolero.

Perú colocó sobre la mesa, literalmente, la candidatura del ceviche o cebiche, plato tradicional que se prepara con pescado crudo marinado en limón, condimentado con ají y sal y acompañado con productos cultivados localmente, como la papa dulce (batata o camote), el maíz choclo y el cilantro.

El plato se consume tanto a diario como durante las festividades. Se asocia a momentos de celebración y tertulia, así como a celebraciones rituales, particularmente la festividad de San Pedro, patrón de los pescadores artesanales.

Su preparación y consumo conlleva prácticas, conocimientos y significados específicos en cada etapa, desde la pesca hasta el cultivo de los ingredientes y la preparación, y como las recetas varían de una región a otra, el plato también fortalece la identidad cultural regional.

En América Latina y en otras regiones se ha extendido como un platillo popular, especialmente en las temporadas cálidas, y en restaurantes que en muchas ciudades compiten por los primeros lugares en las tablas de excelencia.

En Bolivia, la Fiesta de Ch’utillos se caracteriza por ferias gastronómicas, espectáculos de danza en los que se lucen coloridos trajes, y una procesión hacia el santuario ubicado en la quebrada con formaciones rocosas Mullu Punku.

Algunas comunidades y grupos llegan desde localidades remotas y de otros países de la región, convirtiendo durante los fastos a las calles de Potosí en una plataforma de intercambio cultural.

La Unesco valoró la festividad como símbolo de fe y tradición, y parte del patrimonio de la nación indígena Q’ara Q’aras, para la que Ch’utillos marca el inicio de un nuevo ciclo agrícola, con ofrendas a la Pachamama (Madre Tierra).

De Paraguay se reconoció al Poncho Para´í de 60 Listas como un símbolo de unidad e identidad en la ciudad de Piribebuy, destacado en ese país por su diseño y originalidad, con técnicas de elaboración creadas por pueblos originarios y que se transmiten de madres a hijas, de generación en generación.

La prenda, hecha a mano, consta de tres partes: el cuerpo, los flecos y la fajita o guarda, y cada una implica diferentes procedimientos de elaboración que se llevan a cabo en colaboración entre mujeres tejedoras, hilando tres tipos de algodón.

El Junkanoo, que se celebra en Bahamas cada 26 de diciembre y el día de Año Nuevo, es un desfile con música, bailes y disfraces implantado desde el siglo XIX por los antiguos esclavos africanos llevados a esas islas.

El comité reconoció, junto a su atractivo turístico, que fomenta un sentido de orgullo comunitario, identidad, compañerismo, espiritualidad y unidad en el archipiélago.

En otro país caribeño, Granada, hombres, mujeres y niños participan en la tradicional construcción de barcos de madera en las islas de Carriacou y Petite Martinique, una vez que los carpinteros navales talan los árboles seleccionados por sus curvas y contornos, y en la fase correcta de la luna, siguiendo la orientación de los mayores.

El trabajo comienza rociando la quilla con agua y ron, y, una vez terminada la embarcación, se designan padrinos, tradicionalmente niños menores de ocho años, quienes tienen la tarea de revelar el nombre del barco, y mujeres y niñas preparan la tradicional comida ahumada y pastel para la celebración de lanzamiento.

Los conocimientos y habilidades se transmiten de manera informal, mediante instrucción oral y aprendizaje práctico. La práctica promueve la camaradería y los vínculos sociales, ya que las personas se reúnen alrededor del sitio de construcción para observar y participar en el proceso y celebrar los hitos.

La Unesco celebró, con decisiones como éstas en Kasane, los 20 años de su Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, de la que ya hacen parte 181 países.

A-E/HM

 

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