BUENOS AIRES – La larga crisis socioeconómica de Argentina, que se expresa con 40 % de la población en la pobreza y el deterioro generalizado de los ingresos, llevó este domingo 19 al país sudamericano a un terreno desconocido: la elección como presidente de Javier Milei, un ultraderechista que hasta hace un par de años no tenía actividad política ni partido. Nadie sabe lo que viene ahora.
Milei, de 53 años, quien venció por 11 puntos de diferencia en la segunda vuelta al peronista de centro Sergio Massa, ministro de Economía del actual presidente Alberto Fernández, comenzó a subir los escalones de la fama hace ocho años.
De profesión economista, al principio lo hizo lentamente, y luego con un ritmo frenético que arrasó con los políticos tradicionales, desgastados por el permanente deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población.
Su plataforma de lanzamiento fue su rol como panelista de programas políticos de TV en los que, muchas veces a los gritos y con insultos, supo empatizar con el malestar cada día más profundo y extendido a casi todos los rincones de este país sudamericano de 46 millones de habitantes.
Delante de las cámaras, Milei llamó “delincuentes” y “parásitos” a los políticos, sin distinción de partidos, y se convirtió rápidamente en el personaje más codiciado por los productores, ya que su presencia generaba picos de rating.
Así, comenzó a expandir su ideario ultraliberal, al que llama libertario. Y popularizó la idea de que para frenar la decadencia argentina hay que liquidar a su mínima expresión al Estado, sostén de un sistema de educación, salud y asistencia social que alguna vez fue referencia en América Latina y que hoy está evidentemente agotado por el descalabro económico.
Ya en campaña, el candidato –que no tuvo el acompañamiento de ningún político tradicional conocido hasta que recibió el respaldo del expresidente derechista Mauricio Macri, de cara a la segunda vuelta- solía mostrar una motosierra eléctrica, como símbolo de que llega para terminar no solo con el Estado presente sino con los privilegios de la clase política –a la que llama “casta”- y con todo lo establecido.
Popularidad entre los jóvenes
El discurso rupturista de Milei y su estilo provocador prendieron de manera extraordinaria entre la clase media empobrecida y muy especialmente entre los jóvenes, que nunca vieron la Argentina con posibilidades de progreso que conocieron sus mayores.
Grupos de amigos del colegio secundario (en Argentina se puede votar desde los 16 años) se mostraron en TV para contar que iban a votar en forma unánime a Milei mientras jóvenes trabajadores precarizados también mostraron una adhesión casi total para quien ven como una persona nueva en la política y sin contaminaciones.
Con la desocupación más baja de los últimos 20 años (6,2 % según el último dato oficial), el país se encuentra una realidad a la que no está acostumbrado: personas empleadas que no llegan a fin de mes. Una inflación siempre para arriba -en 2023 alcanzó casi 150 % anual- ha deteriorado los ingresos de casi todos y sobre ese terreno fértil sembró Milei.
“Ustedes ya se equivocaron mucho. Déjennos probar ahora con uno que elijamos nosotros”, es la frase, asombrosamente parecida, que repitieron en las últimas semanas muchos jóvenes camareros o repartidores de comidas a domicilio en los barrios de clase media, a los mayores que les pedían explicaciones sobre un fenómeno que no logran entender.
La propuesta estrella de Milei ha sido eliminar el peso, la moneda nacional, y dolarizar, como ya han hecho en América Latina Ecuador, El Salvador y Panamá, economías de mucho menor tamaño que la de Argentina.
La idea generó entusiasmo en muchos votantes que desesperan ante la desvalorización semana a semana del peso argentino, a pesar de que la gran mayoría de los economistas han advertido que solo conduciría a un mayor empobrecimiento, debido a que el país tiene reservas netas negativas en dólares en su Banco Central.
El presidente ahora electo dijo justamente que cerraría el Banco Central, al que responsabiliza por la inflación, debido a que es el emisor de la castigada moneda argentina.
Como Trump y Bolsonaro
En la noche del triunfo, Milei se mostró ante sus seguidores en el escenario de un hotel de cinco estrellas del centro de Buenos Aires junto a su hermana, Karina Milei, quien se dedica a la astrología y el espiritismo , de acuerdo a los registros de la agencia nacional impositiva. Es su principal colaboradora y él la llama públicamente “el Jefe”, en masculino.
“La situación de la Argentina es crítica. No hay lugar para gradualismos ni para la tibieza, no hay lugar para medias tintas”, dijo en su primer discurso como presidente electo el economista autodefinido como anarco libertario, quien se ha declarado admirador de los ultraderechistas Donald Trump y Jair Bolsonaro.
“Gradualismo” es una palabra que ha sido muy usada en la política argentina, debido a que fue el estilo que, según él mismo ha afirmado, pretendió usar para corregir los desequilibrios de la economía argentina Macri cuando fue presidente (2015-2019).
Se trató de un gobierno de derecha intercalado entre cuatro gobiernos de centro izquierda (2003-2015 y 2019-2023) de la llamada rama kirchnerista del peronismo.
Pero el gobierno de Macri terminó mal –no solo con mayor inflación y mayor pobreza, sino también con una monumental deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que ahora ahoga la economía-, lo que le impidió ser reelecto en 2019.
Ahora, con el respaldo del propio Macri, quien ha sugerido que fracasó como presidente porque no se atrevió a realizar reformas estructurales, Milei ha prometido no repetir el mismo error y aplicar políticas de “shock”.
Concretamente, en campaña anunció que impondrá un programa de ajuste del gasto público más severo que el que reclama el FMI, organismo financiero cuyas políticas de austeridad han generado fuertes deterioros sociales y afectado la situación política en la propia Argentina y otros países de la región.
Así, Milei dijo que va a privatizar todas las empresas públicas, incluidos los ferrocarriles, la línea aérea de bandera y los medios de comunicación estatales.
También dijo que eliminará los subsidios a servicios públicos como electricidad, gas natural, saneamiento y transporte, que hoy todos los argentinos pagan mucho menos de su valor real: tanto los pobres como quienes están en una situación económica holgada. El viaje en bus en Buenos Aires, por ejemplo, cuesta apenas cinco centavos de dólar.
Milei prometió, además, cortar relaciones con Brasil –principal socio comercial de la Argentina- debido a que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva es un “comunista” y que tampoco dialogará, por el mismo motivo, con China, que es el comprador número uno de las materias primas agrícolas que se producen en el país.
Entre otras muchas extravagancias, se pronunció a favor de la creación de un mercado de venta de órganos y de la libre portación de armas, aunque dijo que está en contra del aborto, que fue legalizado en la Argentina por el Congreso Nacional en 2020, luego de una larga lucha del movimiento feminista.
El ahora presidente electo, además, rompió con un consenso que parecía inamovible desde que se recuperó la democracia, hace 40 años: el repudio a los crímenes de la última dictadura militar (1976-1983). Él lo llamó “excesos” de la represión y eligió como vicepresidenta a Victoria Villarruel, una abogada que reivindica abiertamente a militares condenados por crímenes de lesa humanidad.
Milei generó miedo en un sector de la sociedad que, pese a todo, quiere defender lo que se mantiene en pie de un país con una crisis demasiada larga. Del otro lado, un sector más amplio, priorizó la necesidad de un cambio radical. En Argentina prevaleció el enojo radical – la bronca, le dicen internamente-, el hartazgo social y, en menor medida, también la esperanza de que viene algo nuevo.
Ahora, Argentina se enfrenta a la incertidumbre, con una figura con mucho de excéntrica antisistema, fundamentalista del mercado, negacionista del cambio climático y de los derechos de las mujeres, contrario al Estado, la obra pública y la igualdad de oportunidades, llevado a la presidencial Casa Rosada por aquellos que no vivieron la última y cruenta dictadura militar, y que sienten que la democracia que no les ha dado respuestas.
ED: EG