NACIONES UNIDAS – Una pausa en los pagos de deuda externa de los países en desarrollo puede sacar de la pobreza a unos 165 millones de personas, ha expuesto el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, este 17 de octubre.
Achim Steiner, administrador del Pnud, dijo que “unos 165 millones de personas cayeron en la pobreza entre 2020 y 2023 debido a que el servicio de la deuda desplazó los gastos de ámbitos vitales como la protección social, la salud y la educación”, y una pausa en el servicio de la deuda ayudaría a su recuperación.
El costo estimado para sacar de esa condición a 165 millones de personas “que viven con menos de 3,65 dólares al día es de aproximadamente 14 000 millones de dólares, solo 0,009 % (nueve milésimos por ciento) del producto interno bruto (PIB) mundial en 2022”, apuntó Steiner.
Los pobres son muchos más, sin embargo, pues casi 700 millones de personas viven en la pobreza extrema, subsistiendo con un ingreso inferior a 2,15 dólares diarios, según el Banco Mundial, y casi la mitad de la población del globo vive con menos de 6,85 dólares al día, el indicador utilizado para los países de ingreso mediano alto.
Si se mantienen las proyecciones actuales, indica el Pnud, siete por ciento de la población mundial –unos 600 millones de personas según el Banco Mundial- seguirá viviendo en la pobreza extrema a finales de este decenio.
“El empleo debería ser un medio para sacar a las personas de la pobreza. Sin embargo, esto solo se cumple si la calidad del trabajo es adecuada, lo que implica ingresos suficientes, seguridad laboral y entornos de trabajo seguros”: Achim Steiner.
En los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) contemplados en la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, el ODS1 es el fin de la pobreza extrema en el mundo.
Después de décadas de reducción sostenida de la pobreza, un período de conmociones y crisis superpuestas dio lugar a alrededor de tres años sin avances, entre 2020 y 2023.
La pandemia covid-19 “invirtió las tendencias positivas, lo que se ha visto agravado posteriormente por una devastadora crisis del costo de la vida que ha sumido en la pobreza a millones de personas en todo el mundo”, según Steiner.
La proporción de personas trabajadoras que viven en pobreza extrema se redujo a la mitad entre 2010 y 2019, de 14,3 a 7,1 %. Sin embargo, para una de cada cinco personas trabajadoras del mundo, un empleo no es garantía de condiciones de vida dignas y se considera que 630 millones de personas aún son “trabajadoras pobres”.
Steiner dijo que “el empleo debería ser un medio para sacar a las personas de la pobreza. Sin embargo, esto solo se cumple si la calidad del trabajo es adecuada, lo que implica ingresos suficientes, seguridad laboral y entornos de trabajo seguros”.
El Pnud sostiene que, en primer lugar, “los países deben establecer las condiciones para generar empleo decente en cooperación con el sector privado, que crea cerca de 90 % de los puestos de trabajo en los países en desarrollo”.
En segundo lugar, “los países deben tener los medios para prestar un apoyo vital a las personas en situación de pobreza”, y allí se inserta el llamado a una pausa en el servicio de la deuda de las naciones en desarrollo.
Según el Banco Mundial, la deuda de las economías en desarrollo de ingreso bajo y mediano bajo ascendía en 2021 a nueve billones (millones de millones) de dólares, más del doble que una década atrás. Hay 46 países que destinan al servicio de su deuda más de 10 % de los ingresos brutos del sector público.
La pobreza extrema, además, se concentra en lugares donde será más difícil erradicarla: los países menos desarrollados, las zonas afectadas por conflictos y las zonas rurales remotas, subrayó el reporte del Banco Mundial.
Por otra parte, Steiner plantea que “debemos aprovechar una serie de datos y no limitarnos a clasificar a las personas como «pobres» o «no pobres» en función de si ganan o no 2,15 de dólares estadounidenses al día”.
“En cambio, es necesario examinar la interseccionalidad de las privaciones, es decir los patrones recurrentes de pobreza que afectan comúnmente a la vida cotidiana de las personas en todo el mundo, para abordarla mejor”, sostuvo el titular del Pnud.
Felipe López-Calva, director global de Pobreza y Equidad del Banco Mundial, también consideró que “poner fin a la pobreza es un desafío que precisa un enfoque polifacético. Los países no pueden abordar adecuadamente la pobreza y la desigualdad sin mejorar también el bienestar de las personas”.
Eso incluye “un acceso más equitativo a la salud, la educación y la infraestructura básica, el empoderamiento de las mujeres, las niñas y los jóvenes, y reforzar las inversiones en los sistemas de protección social”, expuso López-Calva.
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