Libertad de prensa y derechos LGBTI: signos de declive democrático en Sudeste Asiático

Una de las manifestaciones de protesta en Myanmar contra el golpe militar de febrero de 2021. Imagen: R. Bociaga / Shutterstock

PHNOM PENH – Tres acontecimientos notables han impulsado el proceso democrático en el Sudeste Asiático en las últimas décadas. La caída del régimen de Fedirnand Marcos en Filipinas en 1986, la reforma que cambió la política en Indonesia a fines de los años 90 y la victoria de Aung San Suu Kyi sobre la junta militar en Myanmar ya en 2015.

Sin embargo, hoy el hijo de Marcos es presidente de Filipinas, los candidatos presidenciales indonesios quieren centralizar de nuevo el poder y Myanmar está inmersa en un conflicto armado y de nuevo bajo régimen militar desde febrero de 2021.

¿Qué está pasando en la región y qué significa esto para la democracia?

Países como Camboya o Tailandia parecen ignorar las normas democráticas básicas. Por razones económicas, intentan tranquilizar a  Occidente, pero en el otro extremo del espectro, Beijing les hace señas.

China ha sido capaz de reducir drásticamente los índices de pobreza en solo unas décadas, sin tener que organizar unas temidas elecciones. El dogma de que se necesita un sistema multipartidista para ser un país próspero parece ser falso en la potencia asiática. Entonces, ¿por qué deberían preocuparse por ello los regímenes del Sudeste Asiático?

Además, los dirigentes estatales apenas notan la desaprobación de sus vecinos. Existe la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean). Pero sus 10 Estados miembros básicamente no interfieren en la política interna de los demás, para evitar ser criticados por sus propias violaciones de los derechos humanos.

Crisis humanitaria en Myanmar

Esta falta de decisión se hizo dolorosamente patente en la primavera de 2021, cuando los países de la región, en plena crisis por la pandemia de covid-19, se reunieron para debatir la situación en Myanmar, uno de los Estados miembros.

En febrero, el ejército había dado allí un golpe de Estado que desembocó en sangrientas protestas, además de desalojar al poder civil y volver a encarcelar a la consejera de Estado Suu Kyi. La Asean pretendía condenar la violencia contra los civiles en un texto de compromiso.

Pero el líder del golpe, el comandante en jefe del Ejército, Min Aung Hlaing, fue quien se sentó a la mesa en nombre de su país, mientras que Suu Kyi no recibió invitación.

Finalmente, la reunión desembocó en un Consenso de cinco puntos, sin un calendario claro y sin acuerdos sobre los presos políticos. La Junta de Birmania, como también se conoce al país, acaba de indultar ahora a Suu Kyi, de 78 años, por cinco cargos legales, lo que se traducirá en que su anterior condena a 33 años de cárcel se reducirá en seis años.

Pero varios grupos étnicos armados siguen luchando obstinadamente contra el ejército hasta el día de hoy.

De tal palo, tal astilla

Informar sobre Myanmar es difícil porque el trabajo en el terreno para los periodistas es francamente peligroso.

Pero los medios también sufren restricciones en otros países del Sudeste Asiático.

En Filipinas, el expresidente Rodrigo Duterte (2016-2022) revocó la licencia de emisión de ABS-CBN. La mayor empresa de radiodifusión del país trabaja ahora como creadora de contenidos, pero ha perdido gran parte de sus ingresos publicitarios en los últimos tres años.

Los críticos afirman que este ataque a la libertad de prensa lo mantiene el actual presidente Marcos Junior. Detalle importante: ABS-CBN ya había sido cerrada en los años 70, durante el régimen de su padre (1965-1986).

El dictador Marcos dirigió un régimen autoritario durante más de dos décadas, en el que murieron miles de personas y desaparecieron miles de millones de dólares del Estado. Finalmente fue expulsado del poder durante un levantamiento popular en 1986. La impresionante colección de zapatos, propiedad de su esposa, Imelda, simbolizaba la desorbitante riqueza de su familia.

El año pasado, su hijo, conocido como «Bong Bong» Marcos, fue elegido como el nuevo presidente de Filipinas. Hasta ahora, según el periodista independiente Joshua Kurlantzick, hay pocas señales del «cambio» prometido.

Kurlantzick trabaja para Consejo de Relaciones Internacionales (CFR, en inglés) y ya a fines del año pasado predijo que la democracia en el Sudeste Asiático viviría tiempos peores en 2023.

Sólida democracia en Indonesia… por ahora

En una entrevista con IPS, Kurlantzick  afirmó que la represión contra los medios de comunicación independientes en la región sigue empeorando. “Quedan muy pocas ‘semidemocracias’ aún en una región donde la democracia estaba en alza, y el pequeño Timor Oriental es ahora el Estado más libre de la región».

Indonesia también se considera una democracia sólida, aunque no está muy claro qué depararán las elecciones presidenciales del próximo año.

El actual presidente, Joko Widodo, debe dejar el cargo tras dos mandatos consecutivos y el ministro de Defensa, Prabowo Subianto, es uno de los candidatos presidenciales. Se le ha relacionado con asesinatos de activistas y periodistas, y ya ha dejado claro que no valora tanto la democracia.

“Prabowo podría cancelar las numerosas elecciones locales y regionales que se han convertido en la savia del exitoso programa de descentralización democrática de Indonesia para consolidar el poder en su persona», afirmó Kurlantzick.

La comunidad LGBTI de Indonesia también contiene la respiración. En un artículo de opinión, el activista por los derechos de los homosexuales Dede Oetomo señala que «la moralidad es un importante campo de batalla para los políticos islamistas» del país.

El presidente Widodo siempre ha sido capaz de mantener un equilibrio, pero Oetomo teme que haya más prohibiciones en un futuro próximo, incluida la de la existencia de relaciones sexuales entre personas del mismo sexo.

“La resistencia en las calles y en el Tribunal Constitucional son las mejores vías para preservar la democracia en Indonesia”, asegura el activista.

Beso gay

Las cuestiones de orientación sexual también despiertan emociones en otros países. El mes pasado, la banda británica de pop rock “The 1975” interrumpió su actuación en Kuala Lumpur. El cantante Matty Healy criticó la ley malasia, que prohíbe la homosexualidad, y luego besó a su bajista. A partir de ese gesto se han cancelado conciertos posteriores de la banda en Indonesia y Taiwán.

“Los derechos LGBTIQA+ son sin duda puntos de referencia para la democracia”, afirmó el investigador belga Bart Gaens en una entrevista con IPS. Gaens es profesor en la Universidad de Helsinki y experto en relaciones entre la Unión Europea y Asia. “Sin embargo, la cuestión es si las críticas externas, como la protesta de The 1975, sirven de algo», añadió Gaens.

En su opinión, el cambio solo puede ser gradual y debe producirse desde dentro, por ejemplo a través de sociedades civiles dinámicas. “Junto con el retroceso democrático en Estados Unidos y otros países, las naciones del sudeste asiático se muestran ahora aún más reticentes a aceptar críticas externas», afirmó el especialista.

Fenómeno mundial

La homofobia y la transfobia generalizadas, así como el creciente descrédito de los «medios de comunicación dominantes», pueden considerarse sin duda síntomas de este declive global que mencionó Gaens.

Sin embargo, hay que añadir un punto clave. Los partidarios del estadounidense Donald Trump o del excandidato presidencial francés  Éric Zemmour, de la extrema derecha, están cansados de la democracia.

Los seguidores de estas y otras figuras de igual tendencia prefieren, argumentó, un líder autocrático fuerte a debates interminables en un parlamento políticamente correcto o un periodismo en profundidad con argumentos sólidos y válidos.

En el mundo occidental, el sistema democrático da signos de estar desgastado y deshilachado. En la región del Sudeste Asiático nunca ha podido desarrollarse plenamente.

T: MF / ED: EG

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