LUCKNOW, India – Renuka Kumari es una mujer cristiana de 45 años de la comunidad dalit del estado de Uttar Pradesh, en el norte de India. Enfrenta numerosos desafíos cada día y espera que llegue el día en que sus batallas terminen y pueda llevar una vida cómoda.
Su marido, Subhash Kumar, para ganarse la ida vende en el mercado las escobas artesanales que fabrica con ramas de los árboles. Los escasos ingresos de la familia de Kumari, que vive en chozas improvisadas, hacen difícil llegar a fin de mes.
En la estructura social hindú original, los dalits tenían la posición social más baja, y en la mayoría de los estados se les sigue considerando tan impuros que los hindúes de casta ven su presencia como contaminante.
Muchos hindúes consideran que sus oficios son degradantes, como el tratamiento del cuero, la recolección nocturna de basura y otros trabajos sucios, lo que explica su estatus impuro en la sociedad.
Kumari tiene dos hijos que estudian en una escuela pública cercana y quiere que reciban una educación y, con el tiempo, se ganen bien la vida. Sin embargo, ella considera que la sociedad y el gobierno dejan a su familia en una situación desesperada debido a su fe cristiana.
Destaca que los dalit que practican otras religiones reciben subvenciones del gobierno, prestaciones sanitarias y educativas, y cuotas en empleos públicos, pero como cristianos, no se les tiene en cuenta.
A pesar de su desventaja económica, la familia de Kumari no puede acogerse a los planes del gobierno.
Su marido, Subhash Kumar, afirma que no ganan más de 5000 rupias (80 dólares) al mes y que proporcionar a sus hijos una buena educación es todo un reto sin la ayuda del gobierno.
Es un hecho, aduce, que a los cristianos dalit se les discrimina y se les niegan prestaciones únicamente por su fe, lo que agrava sus dificultades.
Antecedentes de la discriminación
Tras la independencia de India del dominio británico en 1947, el gobierno introdujo importantes iniciativas para mejorar la situación de las castas inferiores. Estas iniciativas incluían la reserva de escaños en varias asambleas legislativas, puestos de trabajo en el gobierno y la matriculación en instituciones de educación superior.
El llamado sistema de reserva se implantó para hacer frente a la opresión, desigualdad y discriminación históricas que sufrían estas comunidades y para proporcionarles representación.
El objetivo declarado era cumplir la promesa de igualdad consagrada en la Constitución del país.
El 11 de agosto de 1950, el entonces presidente indio promulgó la Constitución, que incluía una Orden de Castas Registradas, que otorgaba a los miembros de esas castas registradas diversos derechos recogidos en el apartado 1 del artículo 341 de la ley fundamental.
Sin embargo, el tercer párrafo de la orden establecía que no se consideraría miembro de una casta desfavorecida a ninguna persona que profesara una religión distinta del hinduismo.
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En 1956, los dalit de religión sij exigieron su inclusión en Orden de Castas Registradas establecida en la Constitución y consiguieron que se les incluyera en la Orden Presidencial SC/ST de 1950, mediante una enmienda al párrafo 3 del artículo 341.
Los budistas dalit también fueron incluidos mediante una enmienda al mismo párrafo.
Los dalits de religiones cristianas o musulmana exigen ahora que se les concedan prestaciones sociales destinadas a mejorar la situación de las personas dalit. A ambas comunidades se les han denegado estas prestaciones desde 1950 porque el gobierno afirma que sus religiones no siguen el antiguo sistema de castas hindú.
Aspectos jurídicos
Cerca de 14 organizaciones cristianas de India han presentado peticiones ante el Tribunal Supremo del país solicitando reservas en educación y empleo para los 20 millones de cristianos dalit, que representan 75 % de la población cristiana total de la India.
En India, el país del sudeste asiático que el 14 de abril pasó a ser el más poblado del mundo, con 1428,6 millones de habitantes, aún hoy las personas están segregadas en la práctica en varias castas en función de su nacimiento.
Las estadísticas internas indican que actualmente 99,5 % por ciento de su población se declara creyente, lo que destaca la importancia social de la religión. Nada menos que 80 % profesa el hinduismo, seguido por el Islam representa, con 15 %, el cristianismo (2,5 %), el sijismo (2 %) y el budismo (1 %).
El parlamento indio, el Sansad, prohibió la práctica de la intocabilidad en 1955, pero las castas inferiores de India, en particular los dalits, siguen sufriendo discriminación y exclusión social.
En abril de este año, el Tribunal Supremo de India pidió al gobierno federal que se pronunciara sobre la concesión de beneficios de reserva en empleos públicos e instituciones educativas a los cristianos conversos entre los dalit.
Se da por hecho que el máximo tribunal indio sentenciará a favor de la solicitud de los cristianos dalit de ser incorporados a las medidas a favor de la inclusión de los vulnerables.
El gobierno indio ha formado un nuevo comité para investigar la posibilidad de conceder el estatus de casta registrada a quienes se han convertido a otras religiones pero afirman haber pertenecido históricamente a la comunidad hindú.
Se trata del segundo grupo especializado creado por el gobierno, tras rechazar las recomendaciones de la primera comisión, que había recomendado incluirlos.
Desde su llegada al poder en 2014, el gobierno de Nerendra Modi ha ido imponiendo un nacionalismo supremacista a favor de los hindúes, incrementando la discriminación contra las demás religiones, en especial la musulmana.
Según Tehmina Arora, destacada activista y defensora de los cristianos en India, va en contra de los valores seculares fundamentales del país negar derechos a las personas con base únicamente en sus creencias religiosas.
Arora subraya que, aunque una persona se convierta al cristianismo o al islam, sigue viviendo en las mismas comunidades que la tratan como intocable, y sus circunstancias no cambian. Por lo tanto, cree que no se les debe negar los beneficios que antes tenían debido a su fe.
Dios es nuestra esperanza
Renuka Kumari dice que reza cada día por el éxito de sus hijos, con la esperanza de que su Dios les ayude a sobresalir en la vida, y lamenta que se les nieguen sus derechos únicamente porque eligieron el cristianismo como fe.
A ella le parece irónico que se les denieguen ayudas del gobierno por este motivo, lo que les hace vivir vidas miserables y luchar cada día para proporcionar a sus hijos educación y un futuro mejor.
Los dos hijos de Kumari, están actualmente en el primer ciclo de educación media. La niña, Sujata, aspira a ser profesora algún día y le apasionan las matemáticas. Sueña con dar clases en su colegio, como su profesora favorita, y le gusta especialmente el álgebra.
T: MF / ED: EG