Estrés por calor ocupacional, un peligro que recorre América Central

Los pacientes afectados por la nefropatía mesoamericana son predominantemente trabajadores agrícolas varones de entre 20 y 60 años con escaso acceso a atención médica. Imagen: Cortesía de Emmanuel Jarquín

BOGOTÁ – En la década de los 90 surgieron reportes y noticias sobre una enfermedad renal crónica desconocida que estaba cobrando la vida de trabajadores jóvenes tanto en América Central como en Sri Lanka. Una vez se manifestaba la enfermedad, conocida hoy como Nefropatía Mesoamericana, la mayoría de ellos fallecían en los cinco años siguientes dejando atrás más pobreza y familias sin sustento económico.

Tres décadas después el acertijo epidemiológico no se ha podido resolver por completo y se estima que cerca de 30 000 personas fallecen por esta causa cada año, la mayoría hombres en edad productiva.

Sin embargo, un grupo internacional de investigadores que han unido esfuerzos acaban de completar un estudio masivo en el que midieron el estrés térmico y la sobrecarga metabólica a la que están sometidos trabajadores de varias industrias. Esta última variable hace referencia a la demanda excesiva de energía que experimenta el organismo mientras realiza una actividad.

La hipótesis según la cual la exposición crónica al estrés por calor ocupacional juega un papel central en la etiología de la enfermedad cada vez gana más fuerza.

“Aún hoy no hay una explicación completa sobre lo que está generando este síndrome. Pensamos que es una enfermedad multicausal. Pero en medio de todas las hipótesis creemos que hay un gatillero, un detonante, y ese es el que andamos buscando. Hoy por hoy, ese sospechoso es el estrés térmico y el gasto metabólico”:  Emmanuel Jarquín.

La investigación publicada en el Journal of exposure science & environmental epidemiologyutilizó datos recopilados en el marco del Estudio Ocupacional de Nefropatía Mesoamericana (Manos) que incluye 569 hombres centroamericanos.

A una muestra de ellos se les realizó, durante tres días, un monitoreo de la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca, la actividad física y también se estimó la Temperatura de Globo de Bulbo Húmedo (WBGT), un parámetro que combina la temperatura de ambiente seca, la humedad, la velocidad del viento y la radiación solar.

Uno de los parámetros medidos por los investigadores fue la Temperatura de Globo de Bulbo Húmedo (WBGT), que combina la temperatura de ambiente seca, la humedad, la velocidad del viento y la radiación solar. Imagen: Cortesía de Emmanuel Jarquín

“Aún hoy no hay una explicación completa sobre lo que está generando este síndrome. Pensamos que es una enfermedad multicausal. Pero en medio de todas las hipótesis creemos que hay un gatillero, un detonante, y ese es el que andamos buscando. Hoy por hoy, ese sospechoso es el estrés térmico y el gasto metabólico”, comentó a SciDev.Net durante una videollamada el investigador salvadoreño Emmanuel Jarquín, coautor del artículo y quien ha documentado este problema desde hace casi 20 años.

Los resultados del estudio han dejado muy preocupados a los científicos. Uno de los principales hallazgos es que los trabajadores, especialmente de las empresas azucareras, están experimentando temperaturas corporales por encima de los 38°C durante sus jornadas laborales. En Nicaragua estas temperaturas corporales tan altas permanecían entre 16 y 29 % del turno de trabajo.

En cuanto a las tasas metabólicas medianas estimadas —cantidad mínima de energía que necesita una persona en estado de reposo para realizar funciones vitales— fueron mucho más altas también entre esta población que trabaja en cañaduzales (rango: 195-402 kcal/hora) comparado con las otras industrias (rango: 83-175 kcal/hora).

“Los trabajadores de la industria de la caña de azúcar, especialmente en Nicaragua, parecen estar realizando el trabajo físicamente más intenso, trabajando en condiciones ambientales por encima de las pautas recomendadas y experimentando los mayores niveles de tensión por calor”, concluyeron los autores.

En una de las plantaciones analizadas en Nicaragua, los trabajadores pasaron al menos una cuarta parte del turno de trabajo por encima del 75 por ciento de su frecuencia cardíaca máxima.

En el marco del Estudio Ocupacional de Nefropatía Mesoamericana (MANOS) se monitoreó la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca y la actividad física de 569 trabajadores centroamericanos. Imagen:  Cortesía de Emmanuel Jarquín

“Esto es una pandemia no silenciosa, sino más bien silenciada por diferentes razones”, comentó Jarquín. Sólo en su país cada año fallecen entre 8500 y 9000 hombres. Ante estos resultados Jarquín y sus colegas se preguntan qué puede ocurrir “bajo las proyecciones del cambio climático que predicen condiciones ambientales cada vez más calientes”.

Camilo Mora, investigador colombiano adscrito al Departamento de Geografía y Ambiente de la Universidad de Hawaii, dijo a SciDev.Net a través de una videollamada que este trabajo revela “que muchos de los impactos fisiológicos del calor ya están presentes” aunque no se estudian. “Muchos trabajadores están trabajando en condiciones que equivalen a una tortura”, enfatizó.

En 2017 Mora y otros colegas, tras una revisión sistemática de publicaciones médicas, identificaron evidencia de 27 vías por las cuales los mecanismos fisiológicos desencadenados por el calor pueden conducir a la insuficiencia orgánica y, en última instancia, a la muerte.

En otra publicación de ese año, Mora y sus colaboradores cuantificaron el riesgo global de mortalidad relacionada con el calor a partir de un análisis de artículos publicados entre 1980 y 2014 y concluyeron que alrededor del 30 por ciento de la población mundial está actualmente expuesta a condiciones climáticas que superan el umbral mortal durante al menos 20 días al año.

“Para 2100 se proyecta que este porcentaje aumente a 48 por ciento en un escenario con reducciones drásticas de las emisiones de gases de efecto invernadero y 74 por ciento en un escenario de emisiones crecientes. Una amenaza cada vez mayor para la vida humana por el exceso de calor ahora parece casi inevitable, pero se agravará en gran medida si los gases de efecto invernadero no se reducen considerablemente”, concluyeron.

Este artículo se publicó originalmente en SciDevNet América Latina.

RV: EG

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