CIUDAD JUÁREZ, México – la frontera entre Guatemala y México se ha convertido en un punto crítico en el viaje, comentaron mujeres migrantes desde Ciudad Juárez, ya en el norte de México, esperando dar el último paso al otro lado de la frontera.
Eran cerca de las 3:00 de la madrugada, cuando el autobús en el que viajaba Eidimar Rosillo de 18 años, con su hija de 2 años desde Guatemala hasta México, fue obligado a detenerse.
Los uniformados comenzaron a pedir 100 quetzales (unos 13 dólares) a cada migrante. “La gente ya se había quedado sin nada, habíamos pagado antes en más de cuatro puntos de control. Yo sentí miedo por no tener más dinero”, narró.
En el autobús, cuenta Rosillo, iban otras 10 mujeres. “Eso fue horrible, de terror, abusaron sexualmente de mí, introdujeron dedos, quitaron ropa… los policías… a los hombres los golpeaban y les daban patadas, y nos dijeron que no teníamos derecho de nada, y eso pasó frente a mi hija”, y aseguró que todas las que no tenían con qué pagar sufrieron el mismo tipo de abusos.
Rosillo es venezolana y emigró por primera vez a los 12 años, cuando viajó a Perú con su madre buscando mejores opciones ante la crisis económica en su país.
Por ello, cuando decidió volver a migrar, esta vez, ella sola con su hija, llevando únicamente una pequeña mochila, los documentos y un par de abrigos, imaginó que el recorrido podía ser complejo, pero jamás supuso lo que sucedería.
“Ha sido más difícil de lo que pensé, pero me siento valiente, pasamos por la selva, eso en Guatemala, el tren… pero ya estamos cerca de llegar a nuestro propósito que es ir a Estados Unidos, porque quiero que mi hija viva mejor, que vaya a una buena escuela, que todo esté limpio y ordenado a su alrededor, quiero que tengamos las dos más oportunidades”, señaló en su dialogo con democraciAbierta.
Yolimar Morales de 21 años, también de nacionalidad venezolana, viajó sola con su hijo de 5 años desde Ecuador. En el autobús en el que iba desde Guatemala a México, junto a un grupo grande de migrantes, quienes se organizaron para recoger el poco de dinero que les quedaba y entregarlo como una colecta a los hombres uniformados como policías.
“Ellos entregaron el dinero que recogimos entre todos”, dijo. Sin embargo, Morales aseguró que uno de los supuestos policías le pidió que se quedara abajo del autobús para revisar sus documentos.
“Eso fue el 3 de marzo. Me dijo que el dinero que le habían dado era poco y que yo tenía que quedarme con él, que mañana me dejaría ir, le dije que estaba con mi hijo, y me empezó a tocar sexualmente, me sentí abusada, fue muy duro, una señora que yo ni conocía se quedó con mi hijo en el autobús. Después tuve que seguir mi camino, no tenía nada más que hacer”, contó.
Ambas mujeres aseguraron que en el momento solo pensaron en continuar y no se atrevieron a denunciar los hechos por miedo y desconfianza en las autoridades.
“Deberían darnos un permiso o algo, con lo que uno pueda cruzar el país legalmente porque de verdad, ese país no se puede cruzar legalmente. Una, como mujer, pide por lo menos un salvoconducto, para que las mujeres que vienen atrás dejen de ser víctimas de eso que pasamos nosotras”, dijo Rosillo.
Rosa Solano, quien decidió no usar su nombre real para este artículo, contó que, en el camino hacia Juárez, específicamente en Veracruz, fue víctima de robo y abuso sexual, luego de que funcionarios policiales de migración la bajaron del autobús en el que se trasladaba hacia Ciudad de México con su hijo.
“Los de migración nos bajaron de un autobús y ahí en Veracruz nos robaron la visa, cruzando el puente, comenzamos a caminar, eran como las 6 de la tarde, estaba oscuro, llegaron 4 hombres en dos motos y estábamos sentados varios migrantes», dijo.
Y agregó: «Ellos empezaron a gritar que venía migración de nuevo y corrimos hacia atrás de una casa y nos agarraron con pistolas… me quitaron hasta las cadenas de fantasía, me mandaron a bajarme los pantalones, el tipo abusó de mí, a mi hijo lo mandaron a voltearse”.
La mujer de 40 años dijo que durante cinco años vivió en Chile, donde trabajó en una peluquería, y vivió con cierta estabilidad económica, pero decidió emprender el viaje a Estados Unidos, porque parte de su familia ya está viviendo en ese país.
“No le recomiendo hacer esto a nadie. El recorrido de México fue horrible, con decirte que no es que odio México, sino que si me dijeran que me quedara viviendo aquí no lo haría, hay personas que son muy malas”, añadió.
Es casi imposible recabar cifras precisas respecto a cuántas mujeres han sido víctimas de violencia sexual en la ruta hacia Estados Unidos porque son muchísimas las que no se atreven a denunciar.
Médicos Sin Fronteras informó en su página web que, entre enero y septiembre de 2022, brindaron asistencia a 17 491 mujeres migrantes y refugiadas en México, Honduras y Guatemala y detectaron 51 casos de violencia sexual, siendo marzo, de ese año, el mes con más casos.
En medio de este panorama, muchas mujeres llegan con sus hijos a los estados del norte de México y a sus ciudades fronterizas con Estados Unidos, entre ellas Ciudad Juárez, donde, entre marzo y abril, resultaba muy difícil hallar espacio en los albergues, por lo que algunas se vieron obligadas a dormir en tiendas de campaña en las calles, o en casas abandonadas que han sido tomadas por migrantes.