RÍO DE JANEIRO – El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva es reconocido como un líder pragmático y lo demuestran sus alianzas en la política interna. Pero en la externa, su pragmatismo actual se mezcla con un sesgo antioccidental en sus actos y discursos.
La veintena de acuerdos firmados en su visita de tres días a China, concluida este viernes 14, responde a innegables intereses económicos, tecnológicos y ambientales de Brasil. Pero se trata de un notable acercamiento a la potencia que Estados Unidos encara con creciente hostilidad.
Durante su visita, Lula atacó duramente el predominio del dólar estadounidense y llamó el grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) a promover el uso de sus monedas nacionales en el comercio internacional y liberarse de la “sumisión a las instituciones financieras», como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Lo argumentó en un discurso el jueves 13, en Shanghái, durante la asunción de la exmandataria Dilma Rousseff (2011-2016), como presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo, el de los Brics. Roussef es del mismo Partido de los Trabajadores, fundado y liderado por Lula, y presidirá el banco hasta julio de 2025.
El mismo jueves, Lula visitó la empresa Huawei, denostada por Estados Unidos y otros países occidentales por sospecha de espionaje para el gobierno chino.
“Brasil fue el país que más se benefició del crecimiento económico chino en los últimos 40 años”: Larissa Wachholz.
China es el principal socio comercial de Brasil desde 2009, durante la anterior administración de Lula (2003-2010). Representó 26,8 % del total de las exportaciones brasileñas en 2022, lo que corresponde a 89 700 millones de dólares, y 22,3 % de las importaciones, con 60 740 millones de dólares.
Además Beijing le destinó cerca de 70 000 millones de dólares desde 2010, casi mitad del total de sus inversiones en América Latina.
Por eso Lula trata de restaurar las buenas relaciones con China, afectadas por su antecesor, Jair Bolsonaro, y su canciller Ernesto Araújo, ambos de extrema derecha y radicales anticomunistas, que frecuentemente ofendieron a la potencia asiática. La acusaron, por ejemplo, de generar a propósito la pandemia de covid-19, en una supuesta «guerra bacteriológica», y de producir vacunas ineficaces.
Una relación fructífera
“Brasil fue el país que más se benefició del crecimiento económico chino en los últimos 40 años”, resumió Larissa Wachholz, especialista del Núcleo Asia del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales, en entrevista a IPS por teléfono desde Beijing.
La intensificación de los lazos económicos, que debe producir la visita de Lula, con ocho ministros y más de 200 empresarios, atraerá mas inversiones en infraestructura, una gran demanda brasileña, y “una excelente cooperación” en la mitigación del cambio climático, un compromiso de ambos países, acotó.
La transición energética y nuevas actividades productivas ambientalmente sustentables pueden contribuir a la reindustrialización deseada por el gobierno brasileño.
Pero se destaca también la dimensión política de “la presencia relevante de Brasil en China, cuando ese país se reabre al mundo tras la pandemia de covid-19 que por tres años suspendió la interacción personal, importante para los chinos”, evaluó Wachholz.
“Brasil gana visibilidad y capacidad de diálogo, su reconocimiento como un interlocutor necesario” en las cuestiones internacionales, recalcó Marcos Azambuja, quien fue embajador en Argentina y Francia y vicecanciller en los primeros años 90.
El nuevo gobierno de izquierda, que asumió el 1 de enero, vive una intensa actividad diplomática, que incluye las visitas de Celso Amorim, excanciller en la presidencia anterior de Lula (2003-2010) y ahora su asesor especial, a Venezuela y Rusia, bajo sanciones económicas estadounidenses.
En febrero Lula se encontró con el presidente Joe Biden, en Washington, y antes visitó Argentina y Uruguay. La visita a China debió celebrase a en la última semana de marzo, pero una neumonía le impidió viajar, aunque la misión empresarial de más de 200 miembros mantuvo su programación.
Fijar nuevas fechas para la visita de Estado para dos semanas después demuestra “la urgencia y el deseo chino de dialogar con el gobierno brasileño”, observó Azambuja a IPS en Río de Janeiro.
“Brasil tiene que ser un ‘global player’ (actor global), dialogar y negociar en todos los tableros”, opinó. Ser miembro del Brics, el Grupo de los 20 (G20) grandes países industriales y emergentes, y el Mercado Común del Sur (bloque de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) demuestra esa vocación y la “trama de intereses” del país, arguyó.
Riesgos del activismo diplomático
Pero hay riesgos. “Es aconsejable no parecer demasiado protagonista, y Lula tiende a un protagonismo hiperactivo, por temperamento”, señaló el diplomático ya jubilado.
“No ofrecerse, sino ser elegido por una invitación que genera confianza”, aconsejó en referencia a la iniciativa de Lula de presentarse como un facilitador de la paz entre Ucrania y Rusia.
“La guerra en Ucrania no está madura para una negociación. Hay que esperar el tempo de desgaste de las partes en conflicto, debemos estar preparados para ese momento”, recomendó.
La ambigüedad de Lula en relación a la invasión rusa desnuda los desafíos y la incertidumbre de su diplomacia. Su gobierno se sumó a la condena de la invasión rusa en la Asamblea de Naciones Unidas en febrero, pero no firmó el 30 de marzo la declaración de la Cumbre por la Democracia convocada por Biden.
El 3 de abril Amorim estuvo en Moscú con Vladimir Putin, el presidente ruso, para discutir la propuesta brasileña de crear un “club de la paz”, con varios países neutrales para promover negociaciones.
Cuatro días después Lula sugirió que Ucrania debería renunciar a Crimea, territorio incorporado por Rusia desde 2014, en una posible negociación de paz. El gobierno ucraniano rechazó inmediatamente la cesión de cualquier parte del territorio del país, aunque esté ocupada por tropas rusas hoy.
Se acumulan hechos y manifestaciones que alejan Brasil de la posición de los países occidentales ricos. El Brics, defendido como un intento de cambiar la gobernanza mundial y empoderar los países emergentes, es un factor permanente de discrepancias, al tener como miembros Rusia y China, y esta con un liderazgo natural.
Además buena parte del Partido de los Trabajadores de Lula se formó en la lucha contra el imperialismo estadounidense y por eso sigue apoyando a regímenes autocráticos, como los de Nicaragua y Venezuela, que aún sigue considerando de izquierda.
Intercambio asimétrico
El incremento del comercio bilateral, que se espera ampliar con el uso de la moneda china, yuan o renminbi, de las inversiones chinas en Brasil y de la cooperación tecnológica, hace temer una dependencia de Brasil en relación a la gigante asiática.
El comercio es asimétrico, con las exportaciones brasileñas concentradas en pocos productos primarios, como soja, mineral de hierro y petróleo, e importaciones de productos industriales, buena parte de alta tecnología.
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Pero Brasil obtiene de China un gran superávit anual, de casi 30 000 millones de dólares, y es su tarea hacerse competitivo en productos de mayor valor agregado. Para eso debe abrir su economía aún “cerrada y proteccionista” al exterior, ampliar sus acuerdos comerciales e intensificar las importaciones y en consecuencia las exportaciones, matizó Wachholz.
“Ojalá Brasil aumente sus exportaciones con más valor agregado con tecnología incorporada, no solo minerales, soja, petróleo y otro productos agrícolas”, dijo Azambuja. Para eso cuenta con la base de una fuerte agricultura y una matriz energética de las más diversificadas, argumentó.
ED: EG