LA HABANA – Casi medio millón de personas en Cuba soportan los efectos de la sequía, fenómeno que además de dificultades en el abastecimiento de agua plantea retos para el manejo sostenible de este recurso que se pronostica que será cada vez más deficitario.
De diciembre a febrero 95 % del territorio nacional estuvo marcado por la sequía meteorológica, como se denomina al periodo prolongado sin precipitaciones o con comportamientos por debajo de la media.
Datos oficiales muestran que del 1 al 10 de marzo en 137 (81,5 %) de los 168 municipios cubanos no hubo precipitaciones y durante el segundo mes se registró un acumulado promedio de 6,1 milímetros.
“Febrero fue el más seco registrado en las regiones occidental (4,5 milímetros) y oriental (7,8 milímetros) y el cuarto con estas características en la región central (5,8 milímetros)”, confirmó a IPS Vladimir Guevara, director científico del estatal Instituto de Meteorología (Insmet).
El experto subrayó que desde mediados de 2022 se aprecia un “incremento notable de los déficits de precipitación” en este país insular, el mayor del Caribe, de más de 110 000 kilómetros cuadrados y con precipitaciones medias anuales de 1300 milímetros.
Durante el verano, los déficits se relacionaron fundamentalmente con el incremento de la influencia anticiclónica tropical en superficie y en los niveles bajos y medios de la atmósfera, y por una reducción del desarrollo de sistemas frontales en la etapa invernal, explicó Guevara.
“Debe priorizarse el desarrollo y fortalecimiento de los sistemas integrado de vigilancia y alerta temprana, considerados una herramienta eficaz para enfrentar los eventos extremos del clima”: Vladimir Guevara.
Entre las provincias con una mayor cantidad de población afectada por la sequía se encuentran Guantánamo, Camagüey, Santiago de Cuba, La Habana y Holguín, según el estatal Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH).
“Hacía meses no llovía. A los campesinos les ha costado trabajo mantener las siembras y como el pasto está seco, los animales andan flacos y las vacas dan poca leche”, comentó a IPS Daymaris Céspedes, desde el municipio de Chambas, en la central provincia de Ciego de Ávila.
En días recientes varios territorios reportaron precipitaciones debido al paso de un frente frío. No obstante, el Centro del Clima del Insmet prevé que el déficit de precipitaciones se mantendrá hasta mediados de mayo.
Gestionar las sequías
La Red Caribeña de Monitoreo de la Sequía y la Precipitación advirtió en febrero sobre la mengua de las lluvias, además de en Cuba, en Antigua y Barbuda, Guadalupe, el norte de La Española, el suroeste de Puerto Rico y San Cristóbal y Nieves.
Apuntó que hasta finales de mayo la tendencia podría desplazarse hacia San Vicente y la República Dominicana.
Informes de Naciones Unidas corroboran que las sequías constituyeron 15 % de los desastres meteorológicos en el orbe de 1970 a 2019, y cobraron unas 650 000 víctimas.
De 1998 a 2017 provocaron pérdidas económicas mundiales de aproximadamente 124 000 millones de dólares.
Cuba enfrentó de 2014 a 2017 el peor periodo de escasez de precipitaciones en 115 años, con afectaciones en 70 % del territorio.
Estudios científicos pronostican que el clima cubano tenderá a menos lluvias, mayores temperaturas y periodos secos más prolongados, y para 2100 la disponibilidad de agua podría reducirse en más de 35 %.
Asimismo se estima que 574 asentamientos humanos y 263 fuentes de abastecimiento de agua son vulnerables a la intrusión salina, fenómeno que se agravará a fines de siglo cuando debe elevarse en casi un metro el nivel del mar.
Las Naciones Unidas insisten en transformar el paradigma de enfoques reactivos y basados en crisis, a otros proactivos y capaces de priorizar la gestión de sequías, ante el riesgo de un aumento en el desplazamiento de grupos humanos y mayores amenazas a la seguridad alimentaria, entre otras consecuencias.
El principal desafío para los pequeños y muy vulnerables estados insulares “es enfrentar con éxito los impactos de las variaciones y cambios en el clima, ya sea como resultado de la variabilidad natural, el cambio climático inducido por la actividad antrópica o la combinación de ambos procesos”, argumentó Guevara.
Indicó que la modificación de los patrones de precipitación y sus extremos, el aumento de la aridez por incremento en la temperatura y la presión antrópica que lleva a la conversión de tierras subhúmedas secas a áridas, con consecuencias en la agricultura, “requieren acciones concretas y sistemáticas para enfrentar con éxito dichas variaciones”.
A ello se suma, señaló, la necesidad de reducir las pérdidas económicas y sociales, aliviar la pobreza en los países más afectados y “lograr que los países de la región sean más resilientes a los efectos adversos del clima”.
A su juicio, debe priorizarse “el desarrollo y fortalecimiento de los sistemas integrados de vigilancia y alerta temprana, considerados una herramienta eficaz para enfrentar los eventos extremos del clima”.
Otra meta fundamental, amplió el científico, radica en “el desarrollo de programas y planes de gestión integrada de la sequía que apoyarían exitosamente sectores como la agricultura y el agua”.
Desde diciembre de 2021 especialistas del Centro de Física de la Atmósfera y del Centro del Clima del Insmet impulsan el proyecto Construyendo resiliencia a la sequía en Cuba, el cual propone modelar un pronóstico estacional de precipitaciones que además de predecir sequías, sirva a los procesos de toma de decisiones y gestión del agua.
La iniciativa con una duración de cuatro años, con fondos aportados por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo de Canadá, se ensaya en las provincias de Matanzas y de Ciego de Ávila, de acuerdo con el diario oficial Granma.
“También están aquellas acciones orientadas a la restauración de tierras degradadas con plantas ecológicamente adecuadas y resistentes, la agrosilvicultura, al igual que otras prácticas de adaptación agroecológicas y basadas en los ecosistemas”, puntualizó Guevara.
Oportunidades y desafíos
Para el enfrentamiento a la sequía Cuba dispone de fortalezas, si bien persisten debilidades relacionadas con el uso sostenible del recurso hídrico.
El país posee 245 presas y micropresas capaces de almacenar más de 9000 millones de metros cúbicos de agua para una población de 11,1 millones de habitantes, además de apoyar el riego agrícola y necesidades de la industria.
En la actualidad los embalses acopian unos 4800 millones de metros cúbicos, apuntan las estadísticas.
Desde 2017 la ley No.124 de las Aguas Terrestres pauta la gestión integrada y sostenible del recurso, mientras que la Constitución ampara el derecho de las y los cubanos al agua potable y a su saneamiento.
El Anuario Estadístico de 2020 reflejó que más de 95 % de la población cubana tiene acceso al agua potable, pero solo 86,5 % de la población urbana y 42,2 % de la rural dispone de conexión domiciliaria.
Pese a la crisis económica interna y el embargo estadounidense, durante los últimos años el gobierno impulsa inversiones para ampliar y modernizar la infraestructura hidráulica con apoyo asimismo de fondos de la colaboración internacional.
Sobresalen los sistemas de trasvases, consideradas obras ingenieras estratégicas para controlar inundaciones, garantizar el abastecimiento a ciudades, polos turísticos y áreas agrícolas y emplazar pequeñas hidroeléctricas que aporten discretas cantidades de energía limpia.
Sin embargo, alrededor de 40 % del agua bombeada no llega a su destino por salideros y roturas de las conductoras, mientras que la escasez de herrajes y piezas para las redes intradomiciliarias son responsables de casi un cuarto de las pérdidas del líquido al interior de las viviendas.
“El abastecimiento de agua es un problema de años. A veces pasamos hasta 10 días sin que llegue, pero en algunas zonas el ciclo puede demorar hasta 30 días”, declaró Alexis González, residente en la ciudad de Holguín.
Una de las soluciones es “la instalación de tanques, pero esa reserva también se agota. Algunas viviendas tienen cisternas y he visto que en el barrio varias familias decidieron construir pozos. No sé si el manto freático puede soportar tantos pozos cercanos y con largo tiempo sin llover”, comentó González a IPS desde la oriental urbe.
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En mayo de 2022 un estudio de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) pidió concretar un compromiso mundial en preparación y resiliencia ante la sequía y como posible solución planteó la recuperación de las tierras, uno de los factores causantes de la alteración de los ciclos del agua y de la pérdida de fertilidad del suelo.
Además de Estado parte de la CNULD, que lucha también contra la sequía, Cuba impulsa desde 2008 el Programa de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Manejo sostenible de tierras (CPP OP-15).
Asimismo, el gobierno se ha comprometido con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), asumidos por la comunidad internacional dentro de la ONU y cuya meta 15.3 insta a “luchar contra la desertificación, rehabilitar las tierras y los suelos degradados”.
Desde 2017 el plan de acción integral del Estado cubano para el enfrentamiento al cambio climático, conocido como Tarea Vida, incluye entre múltiples acciones, las enfocadas en mitigar los efectos de las sequías, las inundaciones, así como la protección de la calidad de las aguas terrestres.
ED: EG