ROMA – La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) incorporó este martes 14 a las chakras agrícolas y agroforestales de Ecuador a su lista de Sistemas importantes del patrimonio agrícola mundial, conocidos por su acrónimo Sipam.
Las chakras de Ecuador “han prosperado gracias a la acción colectiva de los pueblos indígenas (en este caso kichwa y kijus) que han garantizado la gestión sostenible de los recursos naturales y la soberanía alimentaria a lo largo de los siglos, destacó el Grupo Asesor Científico de la FAO al decidir la incorporación.
“La designación de estos sitios también impulsa el empoderamiento de las mujeres, ya que 80 % de las chakras las administran mujeres indígenas, conocidas como chakramamas”, dijo Maria Helena Semedo, directora general adjunta de la FAO.
Esas mujeres “utilizan valiosos conocimientos tradicionales en la conservación dinámica, el uso sostenible y el funcionamiento diario de estos sitios”, añadió.
De acuerdo con los criterios de selección, los sitios deben revestir una importancia mundial, contribuir a la seguridad alimentaria, la seguridad de los medios de vida y la agrobiodiversidad nativa, los sistemas de conocimiento ancestrales, los valores sociales y la cultura, así como constituir paisajes extraordinarios.
La chakra andina de los pueblos indígenas kichwa se caracteriza por la integración e interconexión de climas, ecosistemas, prácticas agrícolas y biodiversidad a una altitud que, en las norteñas montañas de Cotacachi, en los Andes ecuatorianos, va de los 2500 a los 3400 metros sobre el nivel del mar.
La FAO destaca que esos espacios son fundamentales en el desarrollo de la vida material y simbólica de las familias y comunidades kichwa, que se basan en un rico conocimiento ancestral que abarca gastronomía, medicina y rituales.
Son esenciales para la conservación de una gran diversidad de cultivos locales únicos, y se considera que ese territorio es una de las zonas de biodiversidad agrícola más extensas y mejor conservadas de Ecuador y la región andina.
Las mesetas de la montaña a diversas altitudes se emplean para el cultivo de especies con diferentes necesidades, contribuyendo a la seguridad y soberanía alimentaria, la nutrición, la medicina, la decoración, el combustible y el forraje, así como a usos culturales y la producción artesanal y de utensilios, indicó la FAO.
El sistema de Cotacachi ha permitido la conservación in situ de especies y variedades que incluyen el maíz, los frijoles, la quinua y las papas, destinadas principalmente al consumo propio de las comunidades.
Los pequeños excedentes se comercializan y generan ingresos para las familias, especialmente para las mujeres rurales, constituyendo un medio de subsistencia para las comunidades, y de empoderamiento y autonomía para las mujeres.
Las comunidades indígenas andinas han generado sistemas cognitivos a partir de su relación con el medio ambiente: la Pachamama, en lengua kichwa.
“Ese conocimiento integral, que se transmite de generación en generación, es un repertorio único y vivo, que abarca signos, símbolos, conceptos y percepciones sobre el uso y la gestión sostenible de los ecosistemas locales para la vida familiar, comunitaria y cultural”, reconoció la FAO.
La chakra amazónica “supone un modelo sostenible de uso de la tierra en agroforestería, en que los espacios productivos ubicados dentro de la explotación los gestionan las familias desde una perspectiva orgánica y biodiversa, ofreciendo múltiples servicios a las poblaciones”, indicó la agencia.
Allí las comunidades kichwa y kijus han desarrollado un sistema de policultivo, en el cual se cultiva cacao junto con especies madereras, frutales, medicinales, artesanales, comestibles y ornamentales, así como otras actividades que incluyen la caza y los productos forestales madereros y no madereros.
“La chakra amazónica mantiene patrones en su diseño espacial, además de fases bien definidas en su ciclo de gestión temporal, que imitan los procesos naturales de sucesión o restauración de los bosques dentro del bioma amazónico”, se reconoció.
El sistema, “único en cuanto a la integración de la gestión de bosques y cuencas hidrográficas”, está orientado a procura la gestión eficiente de la baja fertilidad de los suelos amazónicos. Las comunidades aplican una serie de mecanismos y prácticas agroforestales que garantizan la sombra y el cuidado del suelo.
Durante las dos últimas décadas ha crecido el interés por este concepto, como opción de producción que puede ayudar a los pequeños agricultores a ser más resilientes al cambio climático, así como a los cambios económicos y del mercado.
El soporte de ese interés es que si bien la Amazonia se ha definido durante mucho tiempo como una región inexplorada e infrautilizada, en realidad la agricultura lleva practicándose allí desde hace miles de años, con la domesticación y el empleo de innumerables especies de la pluviselva.
Entre ellos, el chile (Capsicum spp.), los frijoles (familia Fabaceae), la yuca (Manihot esculenta), la batata (Ipomea spp.), el maíz (Zea spp.) y el cacao (Theobroma spp.) o el cacao de monte (Herrania spp.).
“Esto convierte a las comunidades kichwa en verdaderas guardianas de la pluviselva a través de sus prácticas sostenibles y su forma de vida en armonía con los ecosistemas”, subrayó el reporte de la FAO.
Con las últimas incorporaciones a la lista Sipam, la red mundial del patrimonio agrícola de la FAO consta ahora de 74 sistemas en 24 países.
En América Latina han recibido ese reconocimiento sistemas agrícolas andinos de Perú y de la isla de Chiloé en Chile, el del sur de Espinhaço Meridional en Minas Gerais, Brasil, y los mexicanos de Chianampas y la milpa maya en la península de Yucatán.
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