NAIROBI – La imagen de los niños que piden agua a los automovilistas a lo largo de la carretera de Garissa, en el este de Kenia, evidencia que las cosas van muy mal en esta parte del país. Incapaces de ir a la escuela con el estómago vacío, niños afectados por la grave y prolongada sequía esperan a los samaritanos a lo largo de la carretera, en busca de agua y comida.
Las temperaturas son altísimas y los niños se mantienen al lado de la vía bajo un sol abrasador, en espera de que los viajeros les den sus restos de comida y bebida.
A lo largo de la carretera también se ven cadáveres animales y cabras moribundas por falta de agua y pasto. Pero incluso ante la amenaza de su propia muerte por la persistente sequía, los pastores y sus familias de su ganado moribundo.
La zona está escasamente poblada, y la carretera no es nada transitada, pero el peligro potencial al que se enfrentan los niños en la solitaria via palidece en comparación con la posibilidad de morir de hambre.
Leah Kilonzi, de 13 años, describe un panorama terrible de grave escasez de alimentos y agua. «No tenemos nada que comer cuando nos levantamos por la mañana ni a la hora de almorzar. Tenemos que esperar a la noche para tomar una pequeña taza de gachas y maíz hervido”, cuenta a IPS.
Los niños más pequeños se tumban a unos metros de la carretera, demasiado hambrientos para llorar y esperando en silencio que los mayores consigan algo.
Garissa, con algo más de 841 000 habitantes, es uno de los 23 condados de las Tierras Áridas y Semiáridas (Asal, en inglés), situados en el este y noreste keniano, asolados por una grave sequía que dura ya tres años sin una gota de lluvia, en este país de África oriental con una población total cercana a los 56 millones.
Los niños y las mujeres embarazadas y lactantes se ven dramáticamente afectados por la grave escasez de alimentos, y la diarrea, las infecciones respiratorias agudas y la malaria aumentan en todas las regiones afectadas por la sequía.
Los datos del gobierno muestran que la actual situación de sequía es el clímax de cuatro temporadas consecutivas de lluvias por debajo de la media en las regiones de Asal. Como resultado, se estima que 4,2 millones de personas necesitan urgentemente ayuda humanitaria, según el Llamamiento Urgente por la Sequía en Kenia.
“Los datos más recientes del gobierno muestran que de marzo a junio de 2022, al menos 942 000 niños menores de cinco años que viven en las regiones de Asal sufrían desnutrición. Más de 134 000 mujeres embarazadas o lactantes estaban desnutridas y requerían tratamiento inmediato”, resumió a IPS el experto en seguridad alimentaria del noreste del país, Kariuki Muriithi.
En total, precisó, “al menos 229 000 niños sufrían desnutrición aguda severa en junio de 2022. Desde entonces, la situación se ha agravado y la carga de la malnutrición es más pesada”.
La actualización de la sequía de la Autoridad Nacional de Gestión de la Sequía correspondiente al mes de septiembre de 2022 confirmó que el persistente fenómeno climático seguía empeorando en 20 de los 23 condados de Asal.
Al poner en perspectiva el grado y la magnitud de la crisis humanitaria en la región de Asal, condados como Mandera, el más nororiental de Kenia y con unos 586 000 habitantes, han alcanzado niveles de malnutrición críticamente alarmantes. La prevalencia de la desnutrición aguda general en el condado es de 34,7 %, más del doble del umbral de emergencia, que es de 15 %.
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Se calcula que 89 % de la superficie de Kenia está clasificada como Asal, donde vive cerca de 26 % de la población del país, según el departamento estatal para el desarrollo de las tierras áridas y semiáridas.
En las regiones Asal predominan las comunidades de pastores, cuyas vidas se caracterizan por los prolongados periodos de sequía y las sequías ocasionales, que aumentan los niveles de indigencia y empobrecimiento.
La actual sequía es la más grave de las últimas cuatro décadas, lo que ha llevado al gobierno a declarar una emergencia nacional por sequía.
David Korir, alto funcionario del Ministerio de Agricultura y Ganadería, aseguró a IPS que en todas las regiones de Asal, el número de personas clasificadas en situación de emergencia por la sequía es de al menos 785 000, es decir, 5 % de todas las personas afectadas por la sequía. Al menos 2,8 millones de personas, o 18 % del total, están clasificadas en situación de crisis.
Precisó que nueve de los 23 condados de Asal, incluidos Garissa y Mandera, tienen más de 40% de su población clasificada como en crisis o peor.
Las proyecciones del gobierno keniano muestran que es probable que la situación de seguridad alimentaria empeore en el recién comenzado último trimestre del año. En consecuencia, es probable que al menos 3,1 millones de personas sean clasificadas como en crisis, y otros 1,2 millones en situación de emergencia.
“Es especialmente preocupante el hecho de que los pastores hayan sido llevados al límite de la adaptabilidad al cambio climático. En todas las regiones de Asal hay unos 13 millones de pastores y agropastores”, explicó el alto funcionario en Nairobi.
Los pastores sostienen los mercados ganaderos nacionales, regionales e internacionales, pero tras la honda y prolongada sequía más de 1,5 millones de cabezas de ganado perecieron y la cabaña se redujo hasta 40 % en varios condados, así que sus medios de vida penden de un hilo.
“Los niveles de vulnerabilidad por los prolongados periodos secos y las sequías son tan elevados que un número cada vez mayor de pastores ya no puede hacer frente a una hambruna cada vez más profunda”, explicó Korir.
Su capacidad de adaptación se ve aún más comprometida por la perpetua marginación política y socioeconómica.
Ante el aumento de las temperaturas, la sequedad de los pozos y un cielo inflexible, Korir habla de una economía pastoril precaria.
Afirma que los pastores no pueden reponer los animales perdidos por la sequía ni explorar modelos de alimentación alternativos, como el forraje cosechado o los piensos comerciales, ante el hecho de que los pastos naturales dejaron de ser una opción.
Asimismo, no pueden mantener el ganado y, en particular, los camellos, que son los más resistentes a la sequía, porque los camellos son demasiado caros. “Una cría de camello que acaba de nacer cuesta entre 500 y 600 dólares”, dijo a IPS el pastor Fred Naeku.
“Los pastores han afrontado la sequía desplazándose de un lugar a otro en busca de pastos y regresando a sus zonas de origen cuando la situación de sequía se alivia. Esto ya no es una opción viable porque todo el cuerno de África está afectado y los pastores no pueden desplazarse a la vecina Etiopía o Somalia en busca de ayuda”, observó Korir.
En consecuencia, “cada vez vemos más pastores con rebaños en la ciudad de Nairobi”, dijo. Precisamente Nairobi, situada en el sur del país, toma su nombre de los masáis, los pastores del noreste del país, para los que significa “el lugar de aguas frescas”.
“Están desesperados, desamparados y necesitan urgentemente una solución, y esperan que su presencia dentro de una de las principales ciudades de África provoque que sus dirigentes les ofrezcan el tan necesario alivio en forma de mecanismos de supervivencia sostenibles”, concluyó Korir.
T: MF / ED: EG