GINEBRA – El huracán Ian con su castigo sobre Cuba y el sureste de Estados Unidos, y el tifón Noru, que azota a Filipinas, muestran la capacidad de los ciclones tropicales para aumentar el dolor y la miseria en el contexto del cambio climático, reseño este jueves 29 la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Cyrille Honoré, director de reducción del riesgo de desastres en la OMM, observó que “en el espacio de dos semanas hemos visto poderosos ciclones tropicales sucesivos con vientos devastadores, lluvias extremas e inundaciones en partes densamente pobladas del mundo”.
“Los impactos humanos y socioeconómicos de estos ciclones se sentirán durante años”, lamentó Honoré, también director de Servicios Públicos de la organización.
Ian azotó Cuba el 27 de septiembre como un huracán de categoría tres, con vientos sostenidos de 205 kilómetros por hora y ráfagas aún más fuertes que provocaron inundaciones repentinas y deslizamientos de tierra.
Dos personas murieron, se afectaron bienes y labores de tres millones de personas –en agricultura, viviendas y telecomunicaciones- y toda la isla quedó sin servicio de electricidad durante 24 horas.
La occidental provincia de Pinar del Río, la más afectada, alberga 75 % de la producción de tabaco del país, una exportación clave para Cuba, y alrededor de 40 % de la producción de frijoles.
“La ciencia climática es cada vez más capaz de demostrar que muchos de los fenómenos meteorológicos extremos que estamos experimentando se han vuelto más probables y más intensos debido al cambio climático inducido por el hombre”: Pettteri Taalas.
Ian aumentó de categoría e intensidad y entró con fuerza en la estadounidense península de la Florida el miércoles 28, con vientos de hasta 250 kilómetros por hora, lluvias que causaron inundaciones y destrozos materiales aún sin cuantificar, dejando temporalmente sin electricidad a más de dos millones de habitantes.
El jueves 29 cruzó la península desde el golfo de México hasta el océano Atlántico y avanzaba hacia las costas de otro estado sudoriental, Carolina del Sur.
Mientras, en el hemisferio oriental, el tifón Noru, conocido en Filipinas como Karding, azotó el noreste del país el 25 de septiembre como un “súper tifón” y atravesó Luzón, la isla más poblada del archipiélago, con vientos sostenidos de 195 kilómetros por hora.
En las zonas más afectadas viven más de dos millones de habitantes y 430 000 se vieron directamente afectadas. Noriu avanzó luego en dirección a Vietnam.
La OMM destacó que los dos ciclones llegaron inmediatamente después de dos destructivos predecesores.
El huracán Fiona, con inundaciones mortales en el Caribe –castigó a Puerto Rico, República Dominicana y las islas Turcos y Caicos-, avanzó hacia el norte y resultó el más fuerte de su tipo en llegar a las costas de Canadá.
Por su parte, en el Pacífico, el tifón Nanmadol, azotó el 19 de septiembre a Japón, causó dos muertos, 90 heridos, dejó a 350 000 habitantes sin electricidad y forzó la evacuación de nueve millones de personas.
Según la OMM, cabe esperar que el cambio climático aumente la proporción de grandes ciclones tropicales en todo el mundo y aumente las fuertes lluvias asociadas con estos eventos.
Mientras tanto, el aumento del nivel del mar y el desarrollo costero también están empeorando el impacto de las inundaciones costeras.
La organización subraya que las alertas tempranas precisas y la acción temprana coordinada demuestran ser fundamentales para limitar las víctimas durante fenómenos meteorológicos extremos como huracanes y tifones.
El secretario general de la OMM, Petteri Taalas, dijo que “la ciencia climática es cada vez más capaz de demostrar que muchos de los fenómenos meteorológicos extremos que estamos experimentando se han vuelto más probables y más intensos debido al cambio climático inducido por el hombre”.
“Es más importante que nunca aumentar la acción en los sistemas de alerta temprana para desarrollar la resiliencia a los riesgos climáticos actuales y futuros en las comunidades vulnerables”, enfatizó Taalas.
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