Un grupo de waraos en una sala llena de chinchorros (hamacas venezolanas), donde duermen. Los niños constituyen parte destacada de los albergados en el Abrigo Pintolândia, en Boa Vista, capital del estado de Roraima, en el norte de Brasil, donde cerca de 300 indígenas venezolanos del pueblo warao, viven como refugiados y piden ayuda para reanudar su vida indígena con una de sus actividades tradicionales: la agricultura. Foto: Santiago Escobar-Jaramillo / Acnur

Un grupo de waraos en una sala llena de chinchorros (hamacas venezolanas), donde duermen. Los niños constituyen parte destacada de los albergados en el Abrigo Pintolândia, en Boa Vista, capital del estado de Roraima, en el norte de Brasil, donde cerca de 300 indígenas venezolanos del pueblo warao, viven como refugiados y piden ayuda para reanudar su vida indígena con una de sus actividades tradicionales: la agricultura. Foto: Santiago Escobar-Jaramillo / Acnur

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