SÍDNEY / KUALA LUMPUR – La pandemia de covid-19 ha puesto de manifiesto importantes vulnerabilidades económicas a largo plazo. Este malestar, que incluye la disminución del crecimiento de la productividad, se debe a la mayor influencia de las finanzas en la economía real.
No se han abordado las causas profundas del actual resurgimiento de la inflación, las desigualdades y las tendencias contractivas. Mientras tanto, las propuestas de reforma tras la crisis financiera global (CFG) de 2008-2009 se han olvidado en gran medida.
Disminución de la productividad
El crecimiento de la productividad ha ido disminuyendo en las principales economías desde principios de la década de 1970. Como señaló el Banco Mundial, mucho antes de la pandemia, la economía mundial presentaba un descenso generalizado del crecimiento de la productividad.
El crecimiento de la productividad laboral mundial se desaceleró desde su pico de 2007, de 2,8 %, hasta solo comenzar a recuperarse tras la CFG, con 1,4 % en 2016, manteniéndose por debajo de 2,0 % en el bienio 2017-2018. Esta desaceleración ha perjudicado a más de dos tercios de las economías avanzadas, de mercados emergentes y en desarrollo.
Salvo un breve repunte de la productividad en algunos países en torno al cambio de siglo, el crecimiento de la productividad laboral en los países desarrollados de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) fue descendente, con tendencias bajas, pero estables después de la CFG.
¿A qué se debe esta desaceleración?
Para Robert Gordon, se debe principalmente a la disminución del crecimiento de la productividad total de los factores (PTF) o a la ralentización de la innovación técnica, las mejoras organizativas y el crecimiento de la cualificación de la mano de obra en las últimas décadas, sobre todo en los países industriales.
Para el Banco Mundial, la reducción de la inversión y la desaceleración del crecimiento de la PTF han sido responsables, más o menos, de la desaceleración de la productividad. También han contribuido la ralentización del crecimiento de la población en edad de trabajar y el escaso progreso de la educación.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) señaló que, al ser las empresas de todo el mundo más reacias a invertir, el crecimiento de la productividad ha seguido desacelerándose. El organismo achacó la desaceleración a la reducción de las inversiones en maquinaria, tecnología y otros rubros similares.
La ralentización de la transición a una producción más diversa y compleja también ha retrasado el progreso. Algunas perturbaciones de la oferta debidas a causas naturales, de las cuales 70 % estaban relacionadas con el cambio climático, también han perjudicado el crecimiento de la productividad.
La creciente desigualdad ha debilitado la demanda, frenando el crecimiento económico y de la productividad. Al disminuir el gasto de los trabajadores con la participación de la renta del trabajo, la demanda se ha sostenido con más préstamos públicos y privados.
Las Perspectivas Económicas Mundiales de abril de 2017 del Fondo Monetario Internacional (FMI) confirmaron esta tendencia. La disminución del crecimiento de la productividad ha reducido los ingresos reales, reduciendo el gasto de los consumidores, la demanda y el crecimiento.
Un informe conjunto del Banco de Pagos Internacionales (BPI), la OCDE y el FMI también acusó a las políticas monetarias no convencionales de tipos de interés reales muy bajos, incluso negativos, y a las compras de bonos corporativos.
Así, las fragilidades financieras de las empresas han debilitado la inversión y el crecimiento de la productividad, especialmente desde la CFG.
Un malestar más profundo
Unas políticas de crecimiento más sostenibles e inclusivas pueden contribuir a aumentar la productividad. Pero la fe ciega en las soluciones de mercado desde la década de los 80 ha empeorado la mala asignación de recursos, los desequilibrios sectoriales y los desajustes entre empleo y cualificación.
Los estímulos unilaterales de la demanda mediante más gasto deficitario o expansión monetaria, sin medidas complementarias del lado de la oferta, sólo han tenido un impacto limitado. Además, las medidas del lado de la oferta para mejorar el crecimiento necesitan reformas normativas adecuadas, no una desregulación total.
La desregulación ha reforzado a menudo los oligopolios de los mercados de productos, mientras que la fuerza de negociación de los trabajadores ha disminuido en general. El creciente poder de las empresas ha reducido la proporción de los ingresos de los trabajadores, ya que los salarios de los ejecutivos han aumentado desde la década de los 80.
La paranoia por el déficit y la deuda ha reducido el gasto público. La inversión pública se mantuvo plana durante los primeros años de la década de 2000, aumentando ligeramente después de la CFG, antes de disminuir hasta la pandemia. Peor aún, los recortes del gasto público no se han visto compensados por una mayor inversión privada.
La ralentización del aumento del stock de capital recortó el crecimiento potencial en las economías avanzadas desde la misma década de los 80. La paranoia de la deuda y el déficit ha recortado los servicios públicos, la protección social, la educación pública y la sanidad, perjudicando a los más vulnerables.
Externalidades negativas
Los mercados también han fallado al medioambiente, socavando la sostenibilidad. Las inversiones inadecuadas en energías renovables y agricultura sostenible han provocado una escasez de alimentos y energía que ahora exacerba las presiones inflacionistas.
La financiarización, los recortes fiscales y la desregulación también han fomentado las actividades especulativas, la recompra de acciones y otras compras de cartera. Las políticas monetarias no convencionales también han permitido la supervivencia de empresas zombi inviables.
Así, se ha producido un aumento del proteccionismo y de las políticas perjudiciales de empobrecimiento de los demás, como los recortes de los tipos del impuesto de sociedades que compiten entre sí, al tiempo que se debilitan la protección del medio ambiente y los derechos laborales.
Mientras tanto, las tan necesarias inversiones productivas, especialmente en infraestructuras, tecnología e innovación, siguen sin tener fondos suficientes. Los problemas nacionales se han visto agravados por la incapacidad de mejorar la gobernanza económica multilateral.
Financiación
El descenso del crecimiento de la productividad se debió al progresivo dominio de las finanzas sobre la economía real a partir de la década de los 70. Con una banca más internacionalizada y concentrada, la intermediación financiera tradicional por parte de los bancos comerciales se ha visto socavada por la asignación de mercados y la banca universal, que combina servicios de banca comercial y de inversión.
La financiarización ha subvertido así los motivos económicos, los mercados y las instituciones, afectando negativamente al progreso, al desarrollo equilibrado y al crecimiento de la productividad a largo plazo de diversas maneras:
- La toma de decisiones y el comportamiento de las empresas están cada vez más influenciados por los indicadores del mercado financiero a corto plazo, por ejemplo, los precios del mercado de acciones, en lugar de las perspectivas a medio y largo plazo;
- Las empresas no financieras se benefician cada vez más de las actividades financieras, en lugar de las productivas;
- Las actividades financieras no tradicionales (por ejemplo, las inversiones bursátiles) de los bancos comerciales han aumentado su exposición a los riesgos sistémicos, incluidos los externos;
- La distinción entre la especulación a corto plazo y la inversión paciente a largo plazo se ha difuminado;
- La distinción entre la especulación a corto plazo y la inversión paciente a largo plazo se ha difuminado; La remuneración de los ejecutivos e incluso de los directivos está cada vez más vinculada a la rentabilidad a corto plazo, medida por el precio de las acciones, y no a consideraciones a largo plazo.
Estas características han afectado negativamente a las inversiones reales y a la innovación, debido a que las finanzas persiguen rendimientos a corto plazo.
Así, la financiarización ha afectado negativamente a la inversión, la adopción de tecnología y la mejora de las competencias, con consecuencias adversas para la productividad y el empleo digno.
Asignación errónea
El sistema financiero también ha socavado la economía real al desviar el talento de ella, con atractivos incentivos. Así, el talento ha ido a parar a las finanzas en detrimento de la economía real, perjudicando especialmente el progreso tecnológico.
James Tobin se opuso a que se destinaran cada vez más recursos, incluida la flor y nata de nuestra juventud, a actividades financieras alejadas de la producción de bienes y servicios, a actividades que generan elevadas recompensas privadas desproporcionadas con respecto a la productividad social.
El entonces presidente de la Asociación Americana de Finanzas, Luigi Zingales, demostró que el crecimiento financiero de las últimas cuatro décadas ha sido básicamente una búsqueda de rentas, es decir, la obtención de beneficios sin añadir ningún valor.
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Las finanzas han captado rentas a través de diversos mecanismos, como las prácticas anticompetitivas, la comercialización de productos excesivamente complejos y arriesgados, las subvenciones gubernamentales, como los rescates financieros, e incluso las actividades fraudulentas.
Al cobrar en exceso por los productos y servicios, las empresas financieras se hacen con una mayor tajada del pastel económico a expensas de sus clientes y los contribuyentes .
Los abusos de la banca han sido innovadores, y van desde la colusión, las prácticas abusivas, la manipulación de los mercados, el amaño de los tipos de interés, de cambio y de otro tipo, el traspaso del riesgo a clientes desprevenidos, la ayuda y la incitación a la evasión fiscal y el blanqueo de dinero.
El lastre de la economía real
Así pues, las finanzas han retrasado el desarrollo de la economía real de varias maneras. En primer lugar, el desarrollo financiero no ha favorecido la intermediación entre el ahorro y las inversiones reales. Los mercados asignan los fondos con criterios distintos a los de promover la inversión en la economía real.
En segundo lugar, los mercados financieros y la especulación no generan ni añaden valor real. En tercer lugar, la financiarización y el fracaso de la regulación han generado crisis financieras más frecuentes y perjudiciales.
Buscando maximizar la rentabilidad, los gestores de fondos y sus afines invierten principalmente en respuesta a las tendencias financieras a corto plazo. Como se presume que es mejor dejarlos en manos de los mercados, la formación de capital real que aumenta la producción económica y el crecimiento de la productividad se han ralentizado, en detrimento de la mayoría.
T: MF / ED: EG