RÍO DE JANEIRO – Los residentes en el Jardín Pantanal, en la zona este de la ciudad brasileña São Paulo, sufren inundaciones todos los veranos australes. Los más antiguos recuerdan el pasaje de 2009 a 2010 en que estuvieron tres meses bajo el agua.
Es un caso extremo, de ocupación irregular en una orilla baja del río Tietê, que cruza la metrópoli del sur del país. Pero se trata de un “barrio estructurado, con casas de ladrillos, algunas con un segundo piso” para evitar el agua, observó Igor Pantoja, asesor de Movilización de la Red Nuestra São Paulo, una organización social por una ciudad justa y sostenible.
Las inundaciones se repiten en otros barrios no tan pobres de São Paulo y de otras metrópolis de Brasil.
Este enero los torrentes azotaron el área metropolitana de Belo Horizonte, capital del meridional estado de Minas Gerais, donde se multiplicaron inundaciones que afectaron especialmente las ciudades del alto de la cuenca del río das Velhas, fuente de las aguas para bien y para mal de la región y por la que transcurre íntegramente.
En una de las ciudades más afectadas, Raposos, dos tercios de sus 16 500 habitantes tuvieron que abandonar sus casas cuando la crecida del río superó 2,5 metros en la segunda semana de enero. Murieron por lo menos 12 personas a causa de las lluvias en su región metropolitana.
“El crecimiento de las ciudades ignoró los ríos y arroyos, los encaró como lugar donde echar residuos y el agua servida, ocupó áreas inundables, donde se instalaron las capas más pobres presionadas por la necesidad económica y los ricos con sus aterros”, razonó Ronald Guerra, activo miembro del Comité de la Cuenca Hidrográfica (CBH) del río das Velhas y de su subcomité de Las Nacientes.
Empresario de turismo rural en el pueblo São Bartolomeu, en el municipio histórico de Ouro Preto, Guerra identifica en la deforestación, la urbanización desordenada y la minería los grandes factores de degradación de la cuenca y la sedimentación de los ríos, que amenazan especialmente la población rio abajo.
Las represas de descartes mineros constituyen un riesgo particularmente grave para la cuenca de que abastece de agua 60 % de los seis millones de habitantes metropolitanos.
Hace tres años uno de esos depósitos se rompió en un municipio vecino, Brumadinho, y provocó 264 muertos y seis desaparecidos, además de enlodar y envenenar otro río, el Paraopebas.
“Las inundaciones y derrumbes no son culpa del mismo río. Hubo la acción humana, con supresión de la vegetación, la ocupación de pendientes”, señaló Guerra a IPS por teléfono desde São Bartolomeu.
Presionar el Estado
“El Estado omitió su papel de regulador de la ocupación de la tierra, dejó que ocurriese en las orillas de los ríos, sin política seria de vivienda. Hoy tenemos el caos instituido, procesos consolidados. El gran desafío es como reconstruir las ciudades”, acotó Marcus Vinicius Polignano, secretario del CBH del río das Velhas.
Es necesario buscar “soluciones del siglo 21”, considerar la crisis climática y no seguir repitiendo los errores del pasado como se está haciendo, sostuvo en diálogo telefónico con IPS desde Belo Horizonte.
La lucha del CBH Velhas y otros movimientos sociales logró aprobar en el nuevo Plan Director de Belo Horizonte, vigente desde febrero de 2020, que no se canalicen más los cursos de agua y que se cuiden los fondos de los valles, para evitar nuevas “inundaciones programadas”, celebró el activista.
“Respetar la infraestructura natural, buscar la harmonía con la naturaleza, dejar escurrir los ríos, no cometer la estupidez de encajonarlos puede ser un buen camino”, recomendó.
El Comité de la cuenca moviliza la población, busca “cambiar mentalidades” y presiona los gestores por políticas más adecuadas en el tema hídrico. “También proponemos alternativas mejores” para evitar nuevos desastres, informó Polignano, un médico con maestría en epidemiología y doctorado en pediatría social.
No llovió un volumen excepcional este mes, según este especialista, sino que se concentró en 10 días la lluvia de un mes entero. Pero las inundaciones urbanas se repiten con daños que se pueden mitigar por una gestión con “mente abierta”, concluyó.
Rescatar la naturaleza
Soluciones basadas en la naturaleza que son “multifuncionales”, propone la paisajista urbana Cecilia Polacow Herzog, profesora de posgrado en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro.
Crear un “jardín de lluvia”, con plantación diversificada en un área limitada para retener el agua e infiltrarla, es un ejemplo de su propuesta que se hizo conocido últimamente.
Pero “no solo eso, sino todo lo que absorbe la lluvia y promueve la biodiversidad, sin la cual no ha suelo para infiltrar, de manera a alimentar la napa freática”, matizó Herzog en una entrevista con IPS por teléfono desde Lisboa, donde se halla actualmente.
“Renaturalizar”, devolver la naturaleza a las ciudades, es su consigna. Parques en todas las escalas, jardines pequeños o grandes, hay que “transformar la infraestructura gris en verde”, sentenció.
Para eso se necesita “una mirada sistémica”, comprender la ciudad como un gran sistema complejo en que las cosas tienen efectos y funciones múltiples.
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La arborización diversificada, por ejemplo, “hace el suelo más vivo, secuestra carbono y reduce la contaminación y el ruido, mejora el hábitat para otras especies, produce frutas, atrae abejas que polinizan, pájaros, peces que comen las frutas, con más peces aumenta la vida acuática”, explicó.
“Un parque representa más agua, menos calor, más esparcimiento y cohesión social, fomenta la agricultura urbana”, añadió.
Pero no olvida los escollos, “los intereses inmobiliarios, los políticos que quieren votos, la industria automovilística que quiere asfalto e impermeabilización, junto con el sector petrolero”. Las ciudades no están preparadas para las lluvias torrenciales y demandarán tiempo para adaptarse a la crisis climática, concluyó.
Millones en riesgo
Brasil tenía 8,26 millones de personas en riesgo de derrumbes e inundaciones en 825 municipios, según un estudio del Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden), del Ministerio de Ciencia y Tecnología, con base en datos del censo de 2010, hecho por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.
El Cemaden nació en febrero de 2011 luego de los derrumbes ocurridos en ciudades serranas cercanas a Río de Janeiro, debido a lluvias torrenciales, que dejaron 947 muertos y cerca de 300 desaparecidos, según el mismo centro
En realidad los datos indican que 4,3 por ciento de la población brasileña de entonces, que ahora se sitúa en 2014 millones de habitantes, vive amenazada. Mantenida esa proporción, serian 9,2 millones de personas en riesgo, con la posibilidad de otro aumento, al considerarse que eventos extremos se ampliaron.
Las dos regiones metropolitanas cuya topografía ondulada tiende a incrementar los riesgos, las de São Paulo y Belo Horizonte, constan en el estudio con una proporción mayor de pobladores en riesgo, 7,3 % y 16,4% respectivamente.
La metodología de Base Territorial de Áreas de Riesgo (Bater) es “robusta y permite actualizar los datos” cuando haya un nuevo censo en Brasil, lo que debe ocurrir en el segundo semestre de este 2022, tras el aplazamiento de 2020 y 2021, dijo Regina Alvalá, directora adjunta de Cemaden y coordinadora del estudio.
“Lluvias torrenciales no repercuten si caen en áreas no habitadas, sino por su impacto social”, por eso la tendencia es ampliar los riesgos, ante el recalentamiento global, eventos extremos más frecuentes y la concentración de habitantes en grandes ciudades, razonó a IPS por teléfono desde la sureña urbe de São José dos Campos, sede de Cemaden, la ingeniera cartográfica con doctorado en meteorología.
ED: EG