LA LIBERTAD, El Salvador – La unión hace la fuerza, se dice, y eso es justamente lo que han hecho cientos de familias en comunidades rurales de El Salvador para conquistar el acceso al agua potable.
El Estado salvadoreño incumple su responsabilidad de proveer del recurso a toda la población, las familias que no reciben el servicio, en remotas comunidades de la campiña salvadoreña, se han unido en las llamadas Juntas de Agua: asociaciones comunitarias que con su esfuerzo propio logran perforar un pozo, construir un tanque y todo el resto del sistema.
Se calcula que en El Salvador existen unas 2500 de esas juntas, que proveen del servicio a 25 % de la población, es decir, a unas 1,6 millones de personas, según datos del no gubernamental Foro del Agua, que promueve una gestión equitativa y participativa del recurso.
Uno de esos sistemas comunitarios se ha impulsado en el caserío Desvío de Amayo, del cantón de Cangrejera, parte del municipio y departamento de La Libertad, en la franja costera central de El Salvador.
Esa iniciativa ofrece el servicio de agua potable a 468 familias del Desvío de Amayo y de otros ocho caseríos cercanos.
“El agua es una obligación constitucional de los gobiernos en cada país, pero en este caso que el gobierno no alcanza a llegar a las comunidad para que tengamos el agua, y potable, se ven obligadas las comunidades a reunirse para tomar decisiones y poder buscar ya sea oenegés o gobiernos municipales para iniciar un proyecto de agua potable”, explicó a IPS en ese caserío José Dolores Romero, de la Asociación de Agua Potable de Cangrejera.
Nacida esta Junta en los años 80, finalmente en 2010 logró un aporte de la Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados (Anda), la autoridad del sector, de 117 000 dólares, para la ampliación y mejora de la infraestructura de su red, detalló.
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Según lo han establecido las personas que participan de ese esfuerzo, cada familia paga siete dólares por 20 metros cúbicos de consumo al mes. Si consumen más, cada metro cúbico extra se cobra a 50 centavos de dólar.
“Nos beneficiamos de la agüita, es una gran cosa tener el agua en su casa, porque ya no vamos al río, acuérdese que como hay llenas no puede andar uno en invierno en los ríos, así que nos beneficia bastante”, contó María Ofelia Pineda, residente del caserío Las Victorias.
“Antes teníamos dos o tres horas de agua en el día, y ahora las 24 horas, en eso estoy bien tranquila, porque me cae todo el día y toda la noche”, puntualizó Ana María Landaverde, en su vivienda en Desvío de Amayo.
ED: EG