SÃO PAULO – China se ha consolidado como uno de los mayores inversores extranjeros en Brasil desde 2010, como muestra un estudio publicado recientemente por el Consejo Empresarial China-Brasil (CEBC). Compite con Estados Unidos y los países europeos, que se han establecido como inversores extranjeros en Brasil desde hace décadas.
Brasil es, de hecho, el principal destino de las inversiones chinas en Sudamérica, recibiendo 66 100 millones de dólares, equivalentes a 47 % del total invertido, en la década hasta 2020.
Entre 2007 y 2020, las empresas chinas realizaron grandes inversiones en el sector eléctrico, que atrajo 48 % del importe total, seguido de la extracción de petróleo (28 %), y la minería (7 %). Si analizamos las inversiones por número de proyectos, no por valor, aunque el sector eléctrico sigue encabezando la clasificación, con 31 % del total, el sector manufacturero ocupa el segundo lugar, con 28 %, seguido de las tecnologías de la información y la agricultura, con 7 % cada uno, y los servicios financieros, con 6 %.
También destaca la distribución de las inversiones de las empresas chinas en todas las regiones de Brasil, con proyectos confirmados en 23 de los 27 estados. Sin embargo, el estado de São Paulo atrajo casi un tercio de todos los proyectos.
Lo que más llama la atención es la rapidez con la que estos recién llegados han conseguido entrar en prácticamente todo el país, tardando poco más de una década en dejar un legado de construcción de fábricas, proyectos de infraestructuras y adquisiciones de diversas empresas.
Los flujos anuales de inversiones chinas en Brasil, sin embargo, han fluctuado. Con 13 000 millones de dólares, el año 2010 marcó el máximo. Desde entonces, ha habido disminuciones y aumentos ocasionales, lo que también se refleja en el número de proyectos, que alcanzó un máximo de 32 en 2018.
Entre 2019 y 2020, la situación no fue diferente a pesar de las expectativas sobre el futuro de las inversiones chinas en Brasil bajo el gobierno de Jair Bolsonaro. El presidente había expresado su reticencia a establecer asociaciones con China e incluso afirmó que los chinos estarían «comprando Brasil». A pesar de ello, lo que se vio en términos prácticos fue un movimiento con más continuidad que rupturas.
En 2019, los dos países restablecieron la Comisión de Alto Nivel de Consulta y Cooperación Chino-Brasileña (Cosban), dirigida por el vicepresidente Hamilton Mourão. Además, los presidentes Bolsonaro y Xi Jinping intercambiaron visitas de Estado, lo que puso de manifiesto la brecha entre el discurso crítico del primero y las realidades del diálogo bilateral duradero.
En ese año, el valor de las inversiones chinas confirmadas en Brasil creció 117 %, totalizando 7300 millones de dólares. Esto se produjo a pesar de una caída de 8,2 % en las inversiones directas extranjeras de China en todo el mundo en el mismo período. Por primera vez, el Nordeste de Brasil atrajo el mayor número de proyectos chinos de cualquier región – 34 % del total – y la mayor cantidad en contribuciones, con más de la mitad del capital invertido.
En 2020, las inversiones chinas cayeron 74%, hasta los 1900 millones de dólares, la cantidad más baja desde 2014. Este escenario menos dinámico no era incompatible con las inversiones en todo el mundo. Reflejaba los retos de la pandemia de covid-19.
Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), las inversiones extranjeras a nivel mundial llegaron a mil millones de dólares en 2020, lo que supone una caída de 35 % respecto al año anterior y una cifra casi 20 % inferior a la registrada tras la crisis financiera mundial de 2009. En Brasil se produjo una caída de 50 % en las inversiones extranjeras, según datos del Banco Central.
Es fundamental que los gobiernos, el sector privado y el mundo académico sigan tratando de entender el ascenso de China en el mundo.
A pesar de los altibajos ocasionales en el comercio, lo más importante es entender la naturaleza a largo plazo de las inversiones chinas en Brasil. El desarrollo de proyectos no sólo crea puestos de trabajo en el país, incluso en regiones alejadas de los grandes centros urbanos, sino que también moderniza las infraestructuras, estimula la economía y crea conectividad entre las industrias.
Para que Brasil maximice sus ganancias con la atracción de nuevos proyectos chinos, es fundamental que los gobiernos, el sector privado y el mundo académico sigan tratando de entender el ascenso de China en el mundo, no solo como inversor capaz de aportar grandes volúmenes de capital, sino también como potencia tecnológica.
En la relación chino-brasileña, todavía hay potencial para ir más allá de los sectores bien establecidos, con la cooperación, por ejemplo, en puertos, transporte y logística, así como en las nuevas fronteras de la tecnología de la información.
Este artículo se publicó originalmente en Diálogo Chino, una plataforma informativa latinoamericana.
RV: EG