Después de años de vilipendiarla, Estados Unidos vuelve a la ONU

"Gracias Nueva York", reza la eliminación del acristalado edificio de la ONU en la ciudad estadounidense. Foto: Evan Schneider / ONU

NACIONES UNIDAS – Ed Koch, quien fuera alcalde de Nueva York (1978-1989), no llegó a utilizar una palabra de cuatro letras para calificar a la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En su lugar, optó por una palabra de cinco letras para calificar al organismo mundial como una “cloaca» y tratar relegarlo a las profundidades de la degradación.

En el pasado,  algunos de los políticos más ruidosos de la derecha estadounidense no dejaban de denunciar a la ONU, principalmente a causa de una serie de sus resoluciones de condena  a Israel por sus violaciones de los derechos humanos en los territorios ocupados o por otras resoluciones que se consideraban erróneamente como antiestadounidenses.

El difunto senador republicano Jesse Helms, presidente del poderoso Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos de 1995 a 2001, dijo en una ocasión que «proporcionar fondos a la ONU era como verter dinero en una ratonera».

“No estoy de acuerdo con las premisas sobre las que están construidas las Naciones Unidas y con la ilusión que propagan”, dijo Helms en una carta al Movimiento Federalista Mundial. “Una cosa sería si las Naciones Unidas fueran solo un espectáculo internacional paralelo, pero su papel es mayor. Es un vasto motor para la promoción del socialismo, y para promover este propósito Estados Unidos proporciona una cuarta parte de su presupuesto”, criticó.

Helms reiteró en más de una ocasión que el mundo reclama «la salida de nuestro país de esta Organización, y viceversa».

Charles Lichtenstein, antiguo representante permanente adjunto de Estados Unidos ante la ONU, dijo en una ocasión que instaría a los miembros de las Naciones Unidas a marcharse de Nueva York si no les gustaba el trato que recibían en el país.

Helms corrió entonces a asegurar, con su manera de decir en broma lo que pensaba en serio,   que con gusto se uniría a Lichtenstein para despedir a los Estados miembros de la ONU «mientras navegan hacia el atardecer».

Cuando la Asamblea General de la ONU, compuesta por 193 miembros, eligió a algunos de los llamados «regímenes represivos» como miembros de la Comisión de Derechos Humanos (posteriormente Consejo de Derechos Humanos), el congresista republicano Dana Rohrabacher gritó: «Los enfermos se han apoderado del manicomio. Y no pienso dar a los lunáticos más dólares de los impuestos estadounidenses para que jueguen».

Y, más recientemente, el expresidente Donald Trump no solo censuró al multilateralismo y puso en duda la eficacia del organismo mundial, sino que lo descalificó como «un club para que la gente se reúna, hable y se divierta».

Trump se retiró de dos acuerdos internacionales históricos: el Acuerdo de París sobre el cambio climático de 2015 y el acuerdo nuclear con Irán.

Pero las cosas han cambiado drásticamente desde que el 20 de enero fue expulsado de la Casa Blanca, y Washington está volviendo poco a poco a la ONU, cuya sede principal está en Nueva York, aunque la mayoría de sus agencias tienen sede fuera de Estados Unidos, en ciudades como Ginebra, Roma, Viena, París, Bonn y Nairobi.

La administración del presidente Joe Biden, sucesora de la de Trump,  ha retornado al multilateralismo y ha prometido volver a comprometerse tanto con la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra como con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en París.

Además, Estados Unidos ha acordado restablecer la financiación del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (OOPS) y del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), que sufrieron drásticos recortes de financiación bajo el mandato de Trump.

Abrazando a una nieta, el entonces secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, firma en abril de 2016 en la sede de la ONU en Nueva York el Acuerdo de París sobre Cambio Climático. El presidente Joe Biden designó a Kerry como su enviado especial para el Clima, después de volver al pacto climático el mismo día que asumió la presidencia. Foto: Amanda Voisard /ONU

En abril,  la administración de Biden dijo que planea proporcionar 235 millones de dólares a los palestinos, restaurando parte de la asistencia recortada por Trump. Dos tercios irán a la OOPS, también conocida como UNRWA, su sigla en inglés, que sufre una crisis financiera desde que se quedó sin 360 millones de dólares de financiación estadounidense en 2018.

En 2016, el año previo a la llegada de Trump a la Casa Blanca, la UNFPA recibió 69 millones de dólares de financiación por parte de Estados Unidos, y en julio de 2019, la agencia de población  expresó su preocupación por la retención de los fondos estadounidenses por tercer año consecutivo. Se espera que el gobierno de Biden restablezca ahora su financiación.

Penny Abeywardena, comisionada de Asuntos Internacionales de la Oficina del Alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, acogió con beneplácito la medida adoptada por las Naciones Unidas para volver gradualmente a la normalidad de las reuniones presenciales, después de 16 meses de bloqueo por la pandemia.

«La Asamblea General de la ONU ha sido durante décadas un elemento básico del otoño en Nueva York y, como ciudad anfitriona de la ONU, siempre hemos estado orgullosos de acoger a la comunidad internacional que se reúne aquí», afirmó.

Kul Gautam, exsecretario general adjunto de la ONU, dijo a IPS que el mundo entero, incluidas las Naciones Unidas, respiró aliviado con la llegada del gobierno de Biden a Estados Unidos, tras cuatro años de la errática e impredecible presidencia de Trump.

“Reflejando la bravata de ‘Estados Unidos primero’ de Trump, su equipo diplomático de alto nivel, incluidos su secretario de Estado Mike Pompeo y la embajadora ante la ONU, Niki Haley, mostraron poca consideración o delicadeza diplomática a la hora de tratar las complejas cuestiones que ocupan la agenda de la ONU”, señaló.

“Quien fue asesor de seguridad nacional de Trump, John Bolton, tenía tan poco respeto por la ONU que, como embajador de Estados Unidos ante el organismo, proclamó en una ocasión que si el edificio de la Secretaría General de la ONU en Nueva York ‘perdiera 10 pisos, no habría ninguna diferencia’”, recordó Gautam, ex director ejecutivo adjunto del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

La sucesora de Bolton como embajadora ante la ONU durante la era de Trump, Niki Haley, dijo en una Convención Nacional Republicana que la «ONU es un lugar donde los dictadores, asesinos y ladrones denuncian a Estados Unidos y exigen que paguemos sus facturas».

Gautam dijo que, en contraste con la retórica de la era de Trump de que la ONU es una organización antiestadounidense en gran medida burocrática y derrochadora, dominada por China y los países del Sur en desarrollo, la administración de Biden proclamó rápidamente que “Estados Unidos está de vuelta” en la ONU.

Añadió, además, que pretendía aportar al organismo mundial un liderazgo constructivo y que apoyaría un enfoque multilateral para resolver los problemas más apremiantes del mundo, desde la pandemia de covid-19 hasta la crisis climática.

Para Gautam, Biden no solo es un estadista experimentado en asuntos internacionales, sino que sus principales colaboradores, como el secretario de Estado, Tony Blinken, la embajadora ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, y el enviado especial para el clima, John Kerry, son diplomáticos con veteranía y creyentes en el multilateralismo.

Mandeep S. Tiwana, director de programas de CIVICUS, una alianza mundial de organizaciones de la sociedad civil, dijo a IPS que Estados Unidos desempeñó un papel clave en el establecimiento de la Carta de la ONU, cuyas palabras iniciales, «Nosotros los Pueblos», reflejan las palabras iniciales de la Constitución de Estados Unidos.

También recordó que Eleanor Roosevelt dirigió la redacción del que posiblemente sea el mejor logro de la ONU, la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

“El desprecio de la administración Trump por la ONU ha devaluado estos logros históricos. Tradicionalmente, Estados Unidos ha apoyado los derechos y los valores democráticos en la ONU como pilares fundamentales de su política exterior», dijo.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo:

After Vilifying the UN, US Returns to the World Body

El compromiso de la administración Biden de volver a asumir su papel en la ONU ha sido acogido con esperanza por muchos miembros de la sociedad civil que trabajan para combatir la discriminación y la opresión, y señaló que es un paso en la dirección correcta para el multilateralismo centrado en las personas, que está en los fundamentos del foro mundial.

Tiwana consideró que la administración de Biden tiene la oportunidad de reparar el daño de los años de Trump y demostrar en la práctica su compromiso de sentar las bases para el ambicioso avance de la justicia, la igualdad y la sostenibilidad para las generaciones futuras.

Gautam, por su parte,  consideró que el secretario general de la ONU, António Guterres, se vio muy limitado a la hora de tomar iniciativas audaces durante su primer mandato debido al miedo a la falta de cooperación de la administración Trump, dado que Washington tiene y ejerce el poder del veto en el Consejo de Seguridad, y en todas las actividades, por el peso de su aporte financiero.

Ahora, en su segundo mandato, que comienza en enero,  debería sentirse más capacitado para actuar con mayor decisión para impulsar el tipo de visión esbozó en julio de 2020 en su discurso en la Conferencia de tributo  al líder sudafricano  Nelson Mandela, bajo el título de: «Encarar la pandemia de la desigualdad: un nuevo contrato social para una nueva era”.

Los rápidos gestos de Biden para reincorporarse al Acuerdo de París, a la Organización Mundial de la Salud, al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, a la financiación del UNFPA y del sistema de vacunas de COVAX,  así como el pago de aportes atrasados en el presupuesto del mantenimiento de la paz,  son todos signos alentadores, destacó Gautam.

“La pelota está ahora en el tejado de Guterres -y de su equipo directivo- para aprovechar el potencial de la buena voluntad de la administración Biden y hacer valer el papel proactivo de la ONU para ayudar a afrontar los retos mundiales más apremiantes de nuestro tiempo», concluyo el especialista en las Naciones Unidas.

T: MF / ED: EG

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