BARCELONA – La decisión de la administración de Joe Biden de dar apoyo a la suspensión temporal de las patentes de las vacunas de covid-19 ha sorprendido a todo el mundo o, mejor dicho, a la mayoría. El elemento sorpresa es el primer gol de la diplomacia estadounidense en este movimiento que, analizado con un poco de perspectiva, va incluso más allá del debate, de por sí ya clave, sobre el marco regulador internacional de las patentes.
Por una parte, si repasamos la prensa americana de los últimos días, veremos cómo el debate sobre las patentes ha tomado un gran vuelo en Estados Unidos. Y eso se debe al miedo a que el esfuerzo que este país ha hecho en vacunación no acabe blindando su inmunización de rebaño por el efecto de los negacionistas (en torno a 30 % de su población se resiste en mayor o menor grado a ser vacunada), o también por las bajas cuotas de vacunación de países vecinos y a escala global, que se acaben generando olas de nuevas variantes resistentes a las vacunas ya administradas.
Por lo tanto, un análisis válido sería que el ala más progresista del Partido Demócrata ha ganado esta partida, consiguiendo cambiar la posición que hasta ahora mantenía Estados Unidos en el debate sobre la liberalización de las patentes vinculadas a la covid-19.
Pero si nos quedáramos aquí, estaríamos obviando muchos elementos de lo que no deja de ser una jugada maestra de Biden, y no tanto en clave interna, sino sobre todo en su dimensión diplomática y global, sin olvidar la defensa de los intereses de su país.
Y es que dándole la vuelta y entrando en el debate, Estados Unidos no solo pasa a liderarlo, sino que también se posiciona para condicionar las líneas maestras de la negociación. ¿O alguien tiene dudas de que una negociación encabezada por Estados Unidos será sensiblemente diferente de una dirigida por el tándem India-Sudáfrica?
Es más, parte de la inteligencia del movimiento —en clave también de defensa de los intereses propios— es reconocer la fuerza de los que proponen la liberación temporal se las patentes de la covid en el contexto actual, más de 100 países en estos momentos en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y muchos más a partir de ahora.
Y hay que recordar que la capacidad actual de producción de vacunas, con las patentes vigentes aunque gran parte de su desarrollo se haya pagado con fondos públicos, es de unos 3000 o 4000 millones de dosis anuales, cuando el mundo necesita más de 12 000 millones anuales.
Este statu quo comportaría retrasar la inmunidad de grupo a escala global un mínimo tres o cuatro años, con los peligros epidemiológicos y los daños humanitarios y económicos que eso comportaría.
Y ante un hecho que seguramente acabaría siendo inevitable, Biden tiene la audacia de cambiar rápidamente de posición, asegurándose, eso sí, una posición privilegiada en la nueva distribución del tablero que él mismo ha provocado.
Y no solo eso, con este movimiento la administración demócrata resitúa a la OMC en el centro del debate, rescatándola tanto de los intentos de la administración de Donald Trump de eliminarla como de la OPA (oferta pública de adquisión) que China estaba haciendo sobre la Organización aprovechando el vacío americano. Y no es menor aquí recordar que la OMC nació en 1995 de la mano de otra administración demócrata, la de Bill Clinton.
Y lo mismo pasa con respecto a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el sistema multilateral en general. Con esta decisión Estados Unidos retoma, en un solo movimiento, gran parte del espacio perdido —o cedido voluntariamente— por Trump, precisamente en un tema —el relativo a la covid— donde China tiene que hablar con la boca pequeña.
Veremos cómo evolucionan las negociaciones, pero la de Biden sido una jugada maestra, de manual, de su administración. Con un comunicado y una rueda de prensa han recuperado gran parte del espacio perdido por el aislacionismo poco razonable de Trump, y sin la necesidad –ni los costes- de desplegar ninguna flota ni de enviar marines a ningún sitio.
RV: EG