NUEVA DELHI – Las infecciones y muertes por la covid-19 en India registraron un nuevo récord diario el lunes 10, con 366 161 nuevas infecciones y 3754 muertes, según informó el Ministerio de Sanidad, lo que eleva la cifra total de India a 22,66 millones de contagiados y 246 116 decesos. Y, para peor, los especialistas alertan de que las cifras reales serían mucho más elevadas de las oficiales.
El aumento del número de casos ha sido exponencial en la segunda oleada del coronavirus en India, que desde abril se convirtió en el nuevo epicentro mundial del virus, y se ha atribuido a la variante B.1.1.7, que se identificó por primera vez en Reino Unido, y también a una variante autóctona, llamada B.1.617, con dobles mutaciones.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó a la variante B.1.617 como de alta preocupación global porque estudios evidencian que se propaga muy fácilmente.
Los especialistas indios en infecciones responsabilizan del repunte a la reapertura de lugares públicos, los concurridos mítines electorales y las grandes reuniones religiosas, que quebraron en forma explosiva el control de los contagios logrado en este país del sudeste asiático de 1300 millones de habitantes.
El vicepresidente nacional de la Asociación Médica de India (IMA), Navjot Dahiya, calificó al primer ministro Narendra Modi de «súper propagador» y le culpó de la segunda y explosiva ola de la covid.
En una entrevista Dahiya afirmó que, «mientras la comunidad médica se esfuerza por hacer que la gente entienda las normas obligatorias contra la covid, el primer ministro Modi no dudó en encabezar grandes mítines políticos, lanzando por los aires todas las normas anticovid».
India, una de las mayores economías emergentes del mundo, solo gasta en sanidad uno por ciento de su producto interno bruto (PIB), lo que dificulta aún más que los sistemas de salud pública puedan sobrevivir a la carga de esta pandemia.
Lo peor es que en un momento en el que el gobierno debería haber dedicado todo su tiempo, energía y esfuerzo a gestionar y organizar la respuesta a la pandemia, Modi prefirió dar prioridad a las elecciones que se celebraron en varios estados a lo largo de abril y que se mantuvieron incluso cuando el brote adquirió niveles dramáticos.
El gobierno central da la espalda a esta realidad, ignorando a todos los ciudadanos indefensos que morían y mueren en las calles, fuera de los hospitales, en ambulancias improvisadas y en casas, jadeando por oxígeno, medicinas o cualquier forma de ayuda médica.
Desde el momento en que una persona se infecta con el coronavirus, hasta su muerte y cremación, se queda sin dignidad. Los cuerpos de los muertos por covid se encuentran ahora flotando y arrastrados a las orillas del Ganges en varios estados.
Un informe de la NDTV (Nueva Delhi Televisión) afirma que «a falta de protocolos sobre la covid en los crematorios rurales, los lugareños, temerosos de una mayor propagación de la infección, se han visto obligados a arrojar los cuerpos al río».
No se trata de meros informes y percepciones, sino de experiencias vividas por cientos y miles de ciudadanos indios que han sufrido y han visto a sus familiares y seres queridos sufrir por esta ignorancia, que podría haberse evitado fácilmente, si esta pandemia fuera una prioridad para los mandos que dirigen el país.
En un momento en el que la mayoría de las ciudades indias se han quedado sin camas de hospital, sin suministros de oxígeno y sin medicamentos, con crematorios funcionando día y noche en varias de ellas, con gente que tiene que esperar durante horas para que los fallecidos sean incinerados o enterrados, el gobierno debería hacer una pausa y reflexionar sobre lo que este brote está haciendo a India y a su población.
Ha habido un flujo de apoyo mundial, con varios países enviando bombonas y concentradores y ventiladores de oxígeno y otros equipos médicos.
Pero como contraste, el gasto de 1800 millones de dólares en la reconstrucción del centro histórico de la capital en medio de una pandemia, también pone de manifiesto las prioridades del actual gobierno.
La segunda ola en la India despojó a los indios de la dignidad y el respeto que un Estado debería haber concedido a sus ciudadanos, en un momento de crisis mundial, más aún por haber sido elegidos democráticamente no una, sino dos veces.
Habría sido más fácil denunciar los fallos de este gobierno si al menos hubiera intentado evitar la segunda ola, pero los principales dirigentes estaban ocupados con las campañas electorales y fomentando las reuniones religiosas masivas.
La cadena británica BBC recuerda, como raíz del desbordamiento de casos que los peregrinos del multitudinario festival religioso hindú de Kumbh Mela, celebrado durante varias semanas en los alrededores del Ganges, se transformaron en súper propagadores, esparciendo el desastre.
Bengala Occidental, uno de los estados en que se celebraron elecciones, destaca la televisora como otro ejemplo, sigue registrando un explosivo aumento de contagios.
Mientras tanto, son los voluntarios los que han dado un paso adelante para salvar vidas, y las redes sociales se han convertido en una gran herramienta de apoyo, para encontrar suministros de oxígeno y material médico.
Las gentes anónimas se desviven por ayudarse y hacer lo que sea para mantener con vida a una persona que quizá ni siquiera conocen. Esto no debería ser así.
Mientras esto sucede, en el estado de Uttar Pradesh, el ministro jefe Yogi Adityanath ha pedido a los funcionarios que tomen medidas en virtud de la Ley de Seguridad Nacional y que confisquen las propiedades de las personas que difundan «rumores» y propaganda negativa en las redes sociales y traten de «ensuciar el ambiente», según informa el diario el lengua inglesa The Hindu.
Todos los adultos de India pueden vacunarse, pero la campaña de inmunización de mayores de 18 años se ha visto afectada por la escasez de dosis y por problemas técnicos, ya que muchos usuarios no han podido registrarse en la página digital para obtener una cita.
Además, diferentes estados dicen que no tienen las dosis necesarias para vacunar.
Antes de que la calamidad se cebase sobre India, el primer ministro Modi declaró en enero ante el Foro Económico Mundial de Davos este era uno de los países que había controlado con éxito el coronavirus.
En su participación por videoconferencia el 21 de ese mes, Modi dijo dijo: «India adoptó un enfoque proactivo de participación pública, desarrolló una infraestructura sanitaria específica para el covid y capacitó a sus recursos humanos para combatirlo».
Cuando ese castillo de naipes cayó sobre su gobierno, la mayoría de los medios de comunicación indios parecen preferir culpar a la oposición, a los liberales, a los musulmanes, a los activistas, a los izquierdistas, a los manifestantes, a las ONG y a “otros antinacionales”, según el poder dominante en el país.
El gobierno indio, en tanto, exhorta a la población a «la positividad», algo que la ciudadanía ya está evidenciando en grandes dosis ante la calamidad.
Los expertos en salud ya han alertad de que una tercera ola de covid es inevitable en la India. Con un sistema sanitario ya colapsado y agotado y una variante agresiva que se extiende rápidamente por el país, el gobierno tiene muy poco tiempo para arreglar sus errores, si es que valora la vida de sus ciudadanos.
T: MF / ED: EG