La cascada de votaciones que tendrán lugar este año en América Latina pondrá a prueba la robustez de sus sistemas democráticos. Representan una manera democrática de canalizar las tensiones políticas y sociales que irán en aumento a medida que el profundo impacto económico de la pandemia en curso de deje sentir.
Ecuador
Así, con las complicadas elecciones presidenciales de Ecuador empezó un intenso año electoral en América Latina.
Solo tres semanas de la primera vuelta de esos comicios, la Comisión Nacional Electoral (CNE) aseguró que a Andrés Arauz, el candidato del correísmo, que ganó la elección el 7 de febrero con 32 %, le acompañará en la segunda vuelta del 11 de abril Guillermo Lasso, el candidato de la derecha con 19,74 %, mientras que quedó fuera el candidato del movimiento indígena, Yaku Pérez, con 19,38 %. La autoridad de la CNE ha quedado en cuestión, y con ello el sistema entra en crisis.
Con Lasso de rival es muy probable que Arauz, con el expresidente Rafael Correa, condenado por corrupción y huido a Bruselas moviendo los hilos, sea presidente en la segunda vuelta. De haber ganado Pérez, que propone acabar con el extractivismo, las espadas estarán en alto. Pero Pérez hubiera aportado una renovación democrática que no quería el establishment, ni el correismo o el anticorreismo. Por eso mismo era poco probable que la CNE resolviese el virtual empate a su favor.
El Salvador
No es éste un buen comienzo para el ciclo que se viene. El 28 de este mes de febrero se celebrarán las elecciones legislativas y locales en El Salvador. Una victoria de «Nuevas Ideas», el partido del actual presidente Nayib Bukele, quien llegó al poder sorpresivamente como campeón de la renovación y de la lucha contra la corrupción con su partido, reforzaría su control cada vez más férreo del país.
Pero Bukele intentará apuntalar en el congreso su deriva autoritaria, su discutible manejo de las violentas bandas criminales (maras) que atenazan el país y la alargada sombra de la corrupción que también le cubre. No son buenas noticias para el juego de la pluralidad en la democracia salvadoreña en ningún caso.
Perú
En abril hay elecciones presidenciales y legislativas en Perú, que viene de atravesar un periodo muy convulso, que ha visto a cuatro presidentes ocupar la jefatura del Estado desde marzo de 2018. El actual presidente, surgido de un consenso para una transición rápida, Francisco Sagasti, no se presenta a la elección.
Sus tres antecesores fueron depuestos por escándalos o por intensas protestas en la calle.
Parece que la disputa está entre un exfutbolista con tintes populistas, George Forsyth, y Keiko Fujimori, que fue condenada a prisión con cargos por corrupción y que es la hija del expresidente Alberto Fujimori, encarcelado por crímenes contra los derechos humanos.
También concurre con cierta posibilidad de éxito el nacionalista Daniel Urresti, un militar exministro del interior con causa judicial por el asesinato de un periodista en 1988, que se presenta por segunda vez.
Hay otros candidatos a izquierda y derecha, de un total de 17, con menos sombras pero también con menos posibilidades. En cualquier caso, no parece que la inestabilidad vaya a desaparecer en un país que tiene una reforma constitucional pendiente reclamada por la sociedad civil.
Chile
Chile afronta un largo periodo ante las urnas, que se inicia en abril con elecciones a gobernadores y regionales y a miembros de la comisión constitucional, y termina en noviembre-diciembre con presidenciales, legislativas y regionales.
Lo notable de este ciclo es la puesta en marcha de una convención constitucional, que fue propuesta como salida a una crisis política de gran magnitud provocada por masivas y violentas protestas entre octubre 2019 y marzo 2020, conocidas como el Estallido Social.
El proceso constitucional marcará el debate político de todas las demás elecciones y demanda consensos amplios, obligando al tablero político a moverse hacia el centro. En julio celebraran primarias para elegir candidatos a la presidencia donde concurren con posibilidades Joaquín Lavín, por la derecha, Paula Narváez al centro y Daniel Jadue a la izquierda.
México
El 6 de junio México celebra elecciones federales, legislativas y locales, que serán la primera prueba de fuego para el Movimiento de Renovación Nacional (Morena), el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, que conserva su popularidad a pesar de su pésima gestión de la pandemia y de sus políticas contradictorias entre un populismo de izquierda y una gestión económica con continuas concesiones a la derecha.
Para los otros dos grandes partidos, el PRI y el PAN, pero también para el Movimiento ciudadano y el PRD, será la ocasión de colocar peones y preparar la larga batalla de unas elecciones presidenciales de 2024, que aún están muy lejos dado que los períodos en México son de seis años.
Haití
Las presidenciales y legislativas de septiembre en Haití son quizás las más críticas del año. La situación en el país caribeño es muy grave, puesto que el actual presidente Juvenel Moïse gobierna sin parlamento y acaba de asestar un golpe letal a la legitimidad institucional al no reconocer el fin de su mandato constitucional del pasado 7 de febrero.
Juvenel pretende convocar un referéndum de reforma de la constitución para acumular poderes en la presidencia y blindarla ante posibles procesos judiciales por corrupción. Y pretende hacerlo fuera de los procedimientos establecidos, puesto que esa reforma debe instarla el parlamento y requiere un extenso debate con la sociedad civil.
Las protestas son masivas y continuas, la represión muy violenta y los derechos humanos son violados sistemáticamente con masacres y secuestros y el imperio de las bandas criminales que aterrorizan a una población en la que 80 % vive por debajo del umbral de la pobreza. Las elecciones de septiembre están así muy cuestionadas por toda la oposición ante la tentación autoritaria de Moïse, cada vez más explícita.
Nicaragua
En Nicaragua se votará a nuevo presidente el 7 de noviembre, pero todo indica que el régimen de Daniel Ortega, en tándem con su esposa Rosario Murillo, no piensa ceder en su pretensión de seguir ostentando el poder absoluto y prepara obstáculos legislativos para que le oposición no pueda presentarse con normalidad.
Con una gestión de la pandemia errática y una represión violenta de la oposición, no parece que Nicaragua vaya a salir de la calificación de régimen autoritario otorgada por el índice de The Economist Inteligence Unit.
Honduras
El ciclo se cerrará con las elecciones presidenciales, legislativas y locales en Honduras. Sustituir a Juan Rolando Hernández, el controvertido y discutido presidente, por alguien mejor no va a ser fácil puesto que los dos candidatos con mayores posibilidades, Yani Rosenthal y Nasry Asfura, se han visto implicados en sendos escándalos de corrupción.
Las caravanas de migrantes que han salido de Honduras en los últimos meses a pesar de las muy escasas posibilidades de llegar a Estados Unidos son un claro indicador de la poca esperanza que ofrece el país centroamericano a sus ciudadanos, golpeados por pobreza extrema, devastadores huracanes, violencia insufrible y corrupción universal.
En conclusión, el panorama que ofrece la región es complejo y difícil, y los casos de Haití y Nicaragua, en particular, y de el Salvador y en alguna medida Honduras, deben ser observados con especial preocupación.
La buena noticia es que las atribuladas democracias latinoamericanas siguen acudiendo con normalidad a las urnas para decidir su futuro y ese ejercicio parece estar garantizando, en la mayoría de los casos, el derecho a la representación política y el ejercicio de la libertad.
Afrontar los retos que plantea la crisis económica y social provocada por la pandemia con renovados representantes electos debería ser la mejor garantía de gestionarla con éxito.
Este artículo se publicó originalmente en DemocraciaAbierta.
RV: EG