Los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID), víctimas frecuentes de tormentas y con economías muy golpeadas por la covid-19, necesitan más apoyo financiero para diversificar sus exportaciones y aumentar su resiliencia ante las crisis, reconoció un informe difundido este lunes 11 por la Unctad.
“Antes de la covid-19, los PEID ya enfrentaban limitaciones importantes para movilizar recursos suficientes para la sostenibilidad”, indicó Paul Akiwumi, director para África y países menos adelantados en la Unctad (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo).
Con la pandemia, las frágiles economías dependientes del turismo, que se ha desplomado en la mayoría de los PEID, amenaza con colocarlos “en una trampa”, al no disponer de recursos para la recuperación ante desastres y, por añadidura, tampoco para atender el servicio de sus deudas externas, dijo Akiwumi.
El turismo representa más de 50 por ciento del PIB en islas como las Maldivas o Seychelles, más de 30 en Antigua y Barbuda, Vanuatu o Santa Lucía, y más de 20 por ciento en Fiji o Cabo Verde.
Durante el año 2020, marcado por la covid, el producto interno bruto de los PEID decreció nueve por ciento en promedio, según el Fondo Monetario Internacional.
La Unctad advierte que se avecina una crisis de deuda externa en muchos de esos 52 países y territorios, de los cuales 39 son Estados independientes en el Caribe, el Pacífico, África y el Índico.
Jamaica y las Islas Seychelles, por ejemplo, tienen una deuda externa igual o superior al 100 por ciento de su PIB, Cabo Verde y Papúa Nueva Guinea en torno a 80 por ciento, o Granada, Samoa y Dominica en más de 50 por ciento.
El peso de la deuda compromete la disponibilidad de recursos para la recuperación ante posibles desastres, pues el incumplimiento en el servicio de esas obligaciones afectará la elegibilidad para futuros financiamientos, advirtió Akawumi.
En diciembre de 2020, Fiji fue azotada por el ciclón Yasa, la segunda tormenta de categoría cinco del año, la que destruyó cientos de edificios y causó alrededor de 1400 millones de dólares, una cuarta parte de su PIB, en daños a instalaciones de salud, hogares, escuelas, agricultura e infraestructura.
Si eso ocurrió en el Pacífico, también la región del Atlántico vio su temporada de huracanes más activa registrada, y aunque castigó sobre todo a América Central, en el Caribe insular hizo temer por la repetición de episodios de 2017.
En septiembre de 2017 el huracán María se abatió sobre el Caribe nororiental, en particular sobre Dominica, Puerto Rico y las Islas Vírgenes estadounidenses, cobró la vida de cientos de personas (al menos 64 en Puerto Rico y 62 en Dominica) y causó grandes daños materiales.
En términos de impacto económico, calculado sobre una base per cápita, María resultó la tormenta más severa de la historia al azotar Dominica, pues los daños causados equivalieron a 280 por ciento del PIB de la isla, según las Unctad.
También Samoa, Tonga y Santa Lucía han experimentado altísimas pérdidas en términos de PIB y porcentaje de población afectada al paso de tormentas en los últimos 30 años, se indicó.
Para los países pequeños, los costos de la reconstrucción después de un desastre pueden ser exorbitantes. En promedio, los desastres naturales causan daños equivalentes a 2,1 por ciento del PIB cada año en los PEID.
Dora Bertarelli, asesora la de Unctad para la economía azul, dijo que “la conexión con el océano es tanto un activo como un riesgo para los PEID en la primera línea del cambio climático”, y abogó por cooperación “para ayudarles a desarrollar resiliencia multidimensional frente a los desafíos ambientales y económicos”.
Esa resiliencia necesita tanto que los PEID se esfuercen en diversificar sus ingresos como que los proveedores internacionales de finanzas contemplen nuevos enfoques hacia ese tipo de países, como el financiamiento preventivo ante desastres.
“Enfoques anteriores se han centrado en la recuperación ex-post y el financiamiento basado en emergencias, pero el financiamiento ex ante también debe ser una prioridad para los esfuerzos de fortalecimiento de la resiliencia”, dijo Akiwumi.
Una fórmula favorecida por la Unctad es ampliar los “canjes de deuda por naturaleza” o acuerdos entre deudores y acreedores para reducir el saldo de la deuda de un país en desarrollo o su servicio a cambio de un compromiso de proteger la naturaleza, lo que calza con las características de los pequeños Estados insulares.
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