Manaus, la capital de la Amazonia brasileña, vive una tragedia de muertes evitables, en parte porque el Ministerio de Salud, en lugar de enviarles el oxígeno que falta a sus hospitales, les aporta como tratamiento ante la covid-19 medicinas para dolencias intestinales y otras enfermedades tradicionales.
Esa ciudad de 2,2 millones de habitantes se convirtió en la parte más visible de la miseria moral, científica, política y social de la medicina brasileña, desnudada por la pandemia y la forma como el gobierno intenta contenerla.
El “tratamiento precoz” es la orientación que impulsa el ministerio, sin asumir que trata de imponer a todo el sistema de salud su fórmula, compuesta de medicamentos sin eficacia comprobada, como cloroquina o hidrocloroquina (antimaláricos), ivermectina (un vermífugo o antihelmíntico, usado para combatir parásitos intestinales o piojos, entre otros problemas) y azitromicina (antibiótico).
El ministro de Salud, general Eduardo Pazuello, estuvo en Manaus el 11 y 12 de enero, dos días antes de que estallase el escándalo que conmovió el mundo, al conocerse que allí los hospitales se convirtieron en cámaras de asfixia por no disponer del oxígeno indispensable para los enfermos de covid, que se multiplicaron desde diciembre en la ciudad.
El ministro y el gobierno local ya conocían el inminente colapso de suministro de oxígeno días o semanas antes y no establecieron ninguna operación de emergencia para evitar la inmolación.
Durante su visita, sin embargo, el general llevó más de 200 paquetes de los “medicamentos” recomendados y una docena de médicos de otras partes de Brasil para promover su uso en los centros de salud locales.
Además una carta de su ministerio a la secretaría de Salud de Manaus dictaminó ser “inadmisible” no adoptarse el tratamiento precoz, “ante la gravedad de la situación”.
Ante la emergencia y la dificultad de transportar oxígeno suficiente a Manaus, el viernes 15 se decidió trasladar a hospitales de otras ciudades brasileñas hasta 700 enfermos graves, pero que soportarían el viaje aéreo. Hasta ahora poco más de 70 fueron llevados a capitales del Nordeste y Brasilia.
Un esfuerzo durante el fin de semana para abastecer Manaus de oxígeno redujo la urgencia de trasladar tanta gente, incluso 60 bebes prematuros amenazados de asfixia
Mientras, en Brasilia el presidente Jair Bolsonaro decía que capital amazónica sufría su calvario porque su población no se sumó al tratamiento precoz.
La verdad es que esa panacea que promueve el gobierno de extrema derecha es de uso generalizado en la ciudad, según testimonios recogidos por IPS.
En este comienzo del año murió un biólogo exactamente por usar la polémica medicación, según confiaron sus amigos que pidieron no identificarlo. Luego que su mujer se infectó con el coronavirus, él se automedicó. Temía enfermarse gravemente debido a su elevada edad.
Tuvo que hospitalizarse por secuelas cardíacas, sufrió por lo menos seis paradas del corazón y falencia de los riñones, antes de fallecer.
“Todo el mundo toma esos medicamentos, como prevención, las farmacias los venden en gran cantidad”, sostuvo Marcel Ribeiro, un ingeniero especializado en temas pesqueros que perdió su padre para la covid el 14 de enero.
“Era un caso de riesgo, tenía 75 años y era hipertenso. Murió de parada cardíaca tres días después de ser hospitalizado”, contó por teléfono desde Manaus.
Jana Schramm, enfermera de 41 años, reconoce que es “controvertido” el llamado tratamiento precoz, pero toma ivermectina cada quincena, al igual que sus dos hijos de cinco y 13 años, como prevención hasta ahora exitosa.
Su preocupación aumentó después de la muerte de dos familiares cercanos este mismo mes. Una prima, médica de 48 años, tuvo covid por segunda vez, hubo que hospitalizarla, y falleció tres días después, contó Schramm a IPS por teléfono desde Manaus.
“Mi primo, de 37 años, murió por falta de asistencia médica. Sintió los primeros síntomas el 30 de diciembre, no había cupo en los hospitales que buscó en los días siguientes y solo fue atendido en una clínica que le recomendó tratarse en casa. Pero su estado se agravó y terminó muriendo en una ambulancia”, lamentó.
La nueva variante del coronavirus identificada en Manaus es más agresiva.
“Un paciente se pone grave de un día para otro. Ahora hay bebes infectados. Hay más secuelas graves, como infartos a causa de la covid-19”, observó la enfermera, que compara los casos actuales con los de la primera ola de la pandemia, en abril-mayo de 2020.
Una acumulación de factores ha revivido, con creces, el pánico de la primera hora en Manaus, capital del norteño estado de Amazonas.
La carencia de oxígeno en los hospitales evidenció ahora las desventajas del aislamiento geográfico de esa ciudad que, por carretera, solo tiene conexiones hacia el norte, con el poco poblado estado de Roraima y con Venezuela.
El oxígeno brasileño solo llega a Manaos, como también se conoce en español a la ciudad, por avión o por embarcaciones cuya travesía dura varios días.
Los aviones militares que están transportando el oxígeno desde otras capitales tienen capacidad para 6000 metros cúbicos. Doce vuelos serían necesarios para atender el consumo diario actual en los hospitales manuerenses, que supera 70 000 metros cúbicos.
Por eso es importante el aporte venezolano, que suministrará un volumen aún no informado de oxígeno, transportado por camiones, según ofreció el gobierno de Caracas.
Las estructuras precarias del servicio médico en el estado amazónico es otro factor negativo. Desde el final de 2020, la propagación del virus sobrepasó la capacidad de los hospitales de Manaus que ya acumula 4072 muertes por covid, una proporción de 185 por cada 100 000 habitantes.
El déficit se agravó porque ya se habían desmantelado los hospitales de campaña y servicios especializados, ante una reducción del contagio y evaluaciones y pronósticos epidemiológicos equivocados.
Un estudio concluyó que más de 60 por ciento de los habitantes había tenido contacto con el coronavirus y se especuló sobre la posible inmunidad colectiva de la población local.
Eso y otros factores, como el cansancio social de las medidas anticontagio y la necesidad de ingresos, minaron aún más la disposición local a evitar aglomeraciones.
El gobierno local decidió cerrar el comercio no esencial por 15 días a partir del 26 de diciembre, para prevenir los efectos de las fiestas del año nuevo. Dos protestas callejeras encabezadas por los comerciantes forzaron la anulación de la medida y la ola actual de covid-19 se agravó.
El consumo de oxígeno medicinal, que había alcanzado un máximo de 30 000 metros cúbicos diarios durante abril y mayo, más que se duplicó este mes de enero. La empresa que prácticamente atendía todo la demanda local solo tiene capacidad para producir 28 000 metros cúbicos diarios.
Manaus es también la ciudad con mayor proporción de obesos en Brasil, 23,8 por ciento de sus habitantes contra un promedio nacional de 19,8 por ciento, según datos del Ministerio de Salud. Eso agrava la vulnerabilidad de la población local a la covid-19.
La nueva variante o cepa del coronavirus amenazaría todo el Brasil e incluso el exterior, si se comprueba su mayor capacidad de contagio y agresividad, observados por los médicos locales que apuntan también la existencia de muchos casos de reinfección.
Pero es la actitud del gobierno de Brasilia ante la pandemia a la que se responsabiliza de generar las mayores dificultades para afrontar la emergencia sanitaria, como se evidencia en Manaus. Se confunden prioridades, no se conciertan acciones ni se colabora en su aplicación, se propicia conflictos y se retarda la vacunación.
El “tratamiento precoz” puede parecer una tontería para los bien informados, pero divide los médicos en Brasil, que en gran parte o quizás en su mayoría votaron por Bolsonaro, y genera procesos masivos distorsionantes en las dimensiones política, social, ética y médica.
Muchos alcaldes que resultaron reelectos en noviembre se habían dedicado durante la campaña a distribuir o recomendar antibióticos, vermífugos e incluso corticoides y cloroquina que pueden provocar daños colaterales. La automedicación, un riesgo muy difundido en Brasil, se exacerbó con la pandemia.
Anfremon D’Amazonas, médico que coordina los centros de cuidados intensivos en dos hospitales en Manaus, difundió un testimonio por la red social Instagram en que relata el tormento vivido en esos días y reprocha la declaración de Bolsonaro de que falta tratamiento precoz.
Es muy cruel con los médicos que se extenúan trabajando muchas horas sin relevo y ven morir sus colegas, se quejó. Dijo que visita cada día más de 50 enfermos en terapia intensiva, por lo tanto muy graves, y “todos hicieron el tratamiento precoz”.
En su opinión de D’Amazonas, quien votó por Bolsonaro en 2018, el gobierno debería abandonar sus “maniobras evasivas” y preparar el país para la segunda y “devastadora” ola de covid.
ED: EG