Una tecnología de riegos alternados está demostrando ser una opción viable para pequeños agricultores que cultivan arroz en menos de 10 hectáreas, pues permite reducir el gasto de agua hasta en un 25 por ciento y limitar emisiones de gases como el metano y óxido nitroso, que contribuyen al cambio climático.
La técnica consiste en evaluar la humedad del suelo para elegir el momento adecuado de un nuevo riego sobre el terreno, explicó por vía telefónica la ingeniera agrónoma Patricia Guzmán, gerente técnica de la Federación Nacional de Arroceros de Colombia (Fedearroz).
Auspiciada por Fontagro, entidad de cooperación técnica entre los países de América Latina, el Caribe y España, la tecnología busca disminuir la vieja costumbre de cultivar arroz en campos inundados sin mayores controles, algo insostenible en un planeta donde aumenta la variabilidad climática, disminuye la disponibilidad de agua y crece la urgencia de reducir las emisiones de gases invernadero.[pullquote]3[/pullquote]
El procedimiento es relativamente sencillo y depende principalmente de la instalación de tubos de plástico de 30 cm de largo y un diámetro de 10-15 cm para evaluar el nivel freático del terreno y decidir cuándo regar. La cantidad de días de suelo no inundado entre riegos puede variar de 1 a más de 10. Esta tecnología, de bajo costo, ya es utilizada en países asiáticos.
En los dos últimos años, Fedearroz, la Universidad Nacional Agraria La Molina, de Perú, y el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias de Chile han conducido ensayos en tres localidades del continente: Saldaña (Colombia), Ferreñafe (Perú) y Parral (Chile).
De acuerdo con los datos aportados por el programa, se lograron reducciones significativas en el consumo de agua usando dos modalidades de humedad (5 y 10 cm). En el primer caso se alcanzó un 14,4 por ciento de ahorro en promedio y en el segundo, 25,4 por ciento. El rendimiento del cultivo no presentó variación significativa.
Al medir los gases de efecto invernadero generados por las parcelas se encontraron resultados disímiles. En Colombia el programa reportó una reducción de entre 95 y 98 por ciento de los flujos netos acumulados de metano y del 46 al 52 por ciento en flujos netos acumulados de óxido nitroso.
En Chile se reportó una disminución de la emisión de metano de entre 22,6 y 35,0 por ciento bajo los dos sistemas de siembra. Asimismo, el primer tratamiento mostró disminución de las emisiones de óxido nitroso.
En Perú se reportó una disminución de la emisión de metano e incremento en la emisión de óxido nitroso en ambos tratamientos.
“Con esta metodología queremos mostrarles a los agricultores que con menos agua se obtienen buenos rendimientos”, apuntó Guzmán. También resaltó que “si no hay investigación para adaptar y validar tecnologías creadas en otros lugares no van a funcionar para los agricultores locales”.
Un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences en 2019 estimó que hasta el 14 por ciento de la tierra dedicada al trigo, maíz, arroz y soja sufrirá reducciones significativas en precipitaciones para el 2040, lo que afectará la disponibilidad de agua.
Michael Gomez Selvaraj, fisiólogo de plantas e investigador adscrito al Centro Internacional de Agricultura Tropical en Cali, Colombia, comentó vía telefónica que el uso de estas tecnologías en Latinoamérica puede complementarse con otras, que están siendo exploradas por científicos y agricultores.
Entre ellas mencionó a los drones, para monitorear los cultivos de manera eficiente y precisa, o la adopción de variedades de arroz con raíces más largas, como las que contienen el gen Deeper Rooting 1 (DRO1) que les permite llegar al agua más profunda en el suelo.
“Me parece muy interesante que los gremios estén abordando estas problemáticas y sean más responsables desde un punto de vista ambiental, sobre todo los arroceros por la cantidad de agua que requieren estos cultivos”, comentó Saulo Usma, especialista de agua dulce del Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) en Colombia.
De acuerdo con el informe Planeta Vivo 2020, que elabora a nivel global esta organización, el costo de la agricultura sobre los ecosistemas es altísimo. Por ejemplo, se estima que la agricultura es responsable de un 80 por ciento de la deforestación global, de un 70 por ciento del consumo de agua y de la pérdida de biodiversidad terrestre y de un 52 por ciento de la degradación de tierras.
“Necesitamos entender el verdadero costo de nuestra comida”, señaló Usma.
Este artículo fue publicado originalmente por SciDevNet.
RV: EG