Los cursos de portugués en albergues para refugiados y migrantes, interrumpidos durante meses por la pandemia covid-19, se reanudaron en el estado de Roraima, en el extremo norte de Brasil, como demostración de la voluntad de acogida para los miles de venezolanos que han cruzado la frontera en años recientes.
Se estima que en Brasil hay unos 345 000 venezolanos, migrantes en su mayoría, de los cuales la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) ha registrado 134 000 y unos 37 000 ya obtuvieron el estatus de refugiados de parte del gobierno brasileño.
A los estados del norte brasileño han llegado miles de indígenas, principalmente de la etnia warao que habita en el delta del río Orinoco, y otros migrantes, sobre todo del oriente venezolano, con muy escasos medios de vida.
Para facilitar su inserción en la vida brasileña, Acnur y organizaciones aliadas promueven los cursos de idioma, cumpliendo medidas de salud establecidas ante la pandemia, y presentan testimonios de los beneficiarios que ocupan albergues y otros espacios para migrantes en Roraima.[pullquote]3[/pullquote]
Lenismar Gil, de 22 años, oriunda de Ciudad Bolñívar, a orillas del Orinoco, vive con sus dos hijos en un albergue y dice que “traté de aprender portugués en las calles, pero nadie me explicaba las cosas. Con los cursos siento que estoy avanzando”.
El deseo de Lenismar es “aprender para poder estudiar y ejercer como enfermera, trabajando en otros estados más al sur de Brasil”.
Yalethe Toledo (49) es pastora, nativa de Zaraza, un poblado de las llanuras centrales de Venezuela, carga a su nieto nacido en Boa Vista y “estudio para aprender a comprender a los brasileños, integrarme al país, estar aquí es una victoria, sufríamos mucho en Venezuela”.
Jhon González (21) es un warao de Tucupita, ciudad del delta orinoquense. Vive con sus padres, esposa y dos hijos en un albergue, en el que estudia y sueña con graduarse para tener un buen trabajo y sostener a su familia.
“Una de mis hijas nació aquí, en Brasil. Luego, hablará tres idiomas: español, el idioma de nuestro pueblo warao y portugués. Yo, como padre, debo ayudarle a tener estos idiomas, son un conocimiento importante. Necesito perder el miedo a hablar portugués para buscar un trabajo mejor”, dijo Jhon.
Hay cursantes como José Cabrera (43) y Gricel García (33), una pareja de docentes con discapacidad visual, provenientes de Barcelona, en el Caribe venezolano. Viven en un albergue junto con la madre de Gricel. “Salir de Venezuela con nuestra condición fue un desafío de supervivencia”, comenta José.
La pareja, profesores de braille en Venezuela, practica la pronunciación a diario en el albergue. “Aunque no hay muchos libros en braille para aprender portugués, usamos muchas aplicaciones por teléfono celular para traducir líneas, textos y seguir tutoriales”, dice Gricel.
José comenta que “el propósito de aprender portugués es formar parte de la sociedad brasileña. El idioma es una herramienta crucial para establecernos aquí. Tenemos formación y queremos contribuir para que otras personas con condiciones como las nuestras puedan ser independientes y encontrar buenos trabajos”.
El representante de Acnur en Brasil, José Egas, destacó que “la educación es un derecho humano básico, que fortalece la resiliencia de la comunidad y empodera a todos los refugiados con conocimientos y habilidades para una vida productiva e independiente”.
Los cursos para los refugiados y migrantes venezolanos son parte de la Operación de Acogida, que desarrollan el gobierno de Brasil, agencias de Naciones Unidas y organizaciones civiles locales, con financiamiento parcial de entidades de cooperación internacional de Estados Unidos y Japón.
A-E/HM