Millones de niños pueden ser llevados a laborar por el impacto económico de la covid-19, un retroceso al cabo de 20 años de avances en la materia, expuso un informe de la OIT y Unicef este viernes 12, Día Mundial contra el Trabajo Infantil.
Guy Ryder, director de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), dijo que “debido a las graves consecuencias de la pandemia en los ingresos de las familias, muchas podrían recurrir al trabajo infantil, con niños obligados a realizar las peores formas de trabajo, lo que causaría un daño significativo a su salud y a su seguridad”.
En tiempos de crisis “el trabajo infantil se convierte en un mecanismo de supervivencia para muchas familias, a medida que la pobreza aumenta, las escuelas cierran y los servicios sociales disminuyen”, expuso Henrietta Fore, directora de Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia).
A comienzos de siglo 246 millones de niños debían trabajar en el mundo y los avances contra la pobreza redujeron esa cifra a 152 millones hacia 2017, según la OIT, pero la recesión a lo largo de 2020 amenaza con revertir esa tendencia.
Por cada punto porcentual que aumente la pobreza –46 por ciento de la población del planeta o 3500 millones de personas, según el Banco Mundial- el trabajo infantil puede incrementarse en 0,7 por ciento, de acuerdo con la organización.
Conforme con esos cálculos, si como teme el Banco Mundial la recesión lleva a la pobreza a unos 180 millones de personas en el mundo, sobre todo en el sureste y sur de Asia, África al sur del Sahara y América Latina, más de dos millones de niños se incorporarán al trabajo como mecanismo de supervivencia, solo en 2020.
En América Latina al menos 300 000 niños podrían agregarse a los 10,5 millones que trabajan, mayoritariamente en condiciones de informalidad, según proyecciones de la OIT con base en estudios efectuados en Costa Rica, México y Perú.
Los niños que ya trabajan podrían tener que hacerlo durante más horas, o en peores condiciones y lejos de mecanismos de protección, pues 70 por ciento de ellos son faeneros agrícolas en las zonas rurales.
En comparación con los adultos, es más probable que los niños acepten trabajo por menos salario y en condiciones vulnerables. Las empresas pueden reclutar niños deliberadamente para reducir costos y aumentar las ganancias, advirtió el estudio.
Los niños son a menudo la mano de obra más disponible en los hogares. Por ejemplo, el desempleo de los padres debido a las crisis económicas en Brasil ha llevado a los niños a intervenir para proporcionar apoyo temporal y se han documentado efectos similares en Guatemala, India, México y Tanzania.
También al estudiar emprendimientos en Filipinas, Malawi y Zambia, la OIT observó que cuando la producción crece dentro de los hogares, el trabajo infantil aumenta.
La labor infantil crece a medida que las escuelas cierran durante la pandemia, que ha afectado a 1000 millones de alumnos en más de 130 países. Incluso cuando se reanuden las clases, puede que algunas familias decidan ya no enviar a sus hijos a la escuela.
“Muchos padres en mi vecindario se han aprovechado de las ´vacaciones´ para enviar a los niños a la ciudad a vender frutas y verduras”, testimonió un muchacho en Malawi.
Más niños podrían verse forzados a realizar trabajos peligrosos y de servidumbre, y la desigualdad de género puede agudizarse, puesto que las niñas son particularmente vulnerables a la explotación en el sector agrícola y en el trabajo informal o doméstico, según el informe.
El informe Unicef-OIT pide a los gobiernos medidas para paliar el riesgo de que aumente el trabajo infantil, entre ellas ampliar la protección social, conceder créditos a hogares pobres, promover el trabajo decente para los adultos, facilitar el regreso de los niños a la escuela, y realizar inspecciones laborales para hacer cumplir la ley.
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