Una pira de fuego se enciende por las esquinas de la ciudad ecuatoriana de Guayaquil. Es mediodía. Es de noche. Son las calles 19 y Q, Segundo Callejón P y 26. Se queman neumáticos para exigir la retirada de muertos por el coronavirus. Han transcurrido tres y hasta cinco días sin que llegue Medicina Legal a realizar el levantamiento de cadáveres.
El olor es nauseabundo, y los vivos temen contaminarse de la peste. “Esto es lo que tenemos que hacer ya que el gobierno no es capaz de ayudarnos”, narra una mujer que graba la escena con su teléfono móvil de forma anónima.
En tres días, se recogieron 100 cadáveres de las casas en Guayaquil, la capital económica de Ecuador. La policía, paramédicos y servicios funerarios no se dan abasto. Es difícil conocer quiénes fallecieron a causa de coronavirus. Las escenas alimentan el miedo en la población ecuatoriana.
Para el resto del mundo, Guayaquil es una pesadilla que les puede pasar.
Hasta el 1 de abril, Ecuador registra 2758 casos confirmados por covid-19. La provincia del Guayas concentra 70,4 % de los enfermos con 1941 casos frente a los 248 en Pichincha y 94 en Azuay.
Los informes oficiales reportan 63 fallecidos en Guayas de un total de 98 en el país. Se han tomado más de 8000 muestras para confirmar. Ecuador es el segundo país en América Latina con mayor número de casos.
Un parte de la ciudad está guardando cuarentena. Pero otra parte está muriendo en sus casas. Cuerpos en las veredas. Cuerpos en las calles. No hay quien retire los cuerpos, y es esta la otra emergencia sanitaria:
“Las familias deambulan para que los atienda o los reciba un hospital público donde ya no hay camas. Les cierran las puertas. Los dejan afuera. En camionetas, salen enfermeros a ponerles oxígeno. Las puertas están cerradas. Las clínicas particulares están cerradas. Pero aquí la solución no es dejar que se mueran afuera de las clínicas”, declaró la alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri.
“La gente llama al número que le dieron y nadie contesta. Y si contestan, les cierran y si no los dejan esperando. Por último, no llegan nunca a hacerles las pruebas. ¿Hay o no hay pruebas suficientes?”, dijo una alcaldesa de covid-19 que administra la ciudad desde la cuarentena.
Su último acto administrativo fue impedir el aterrizaje de un vuelo humanitario en el aeropuerto internacional José Joaquín de Olmedo. El vuelo desde Madrid no pudo llegar a recoger pasajeros. Viteri ordenó el bloqueo de la autopista con el estacionamiento de camionetas.
Siendo mujer, la han tachado de histérica. Su argumento se sustentaba en que Madrid es de las capitales más afectadas por covid-19. Quizá el miedo también se apoderó de la alcaldesa, a sabiendas que la muerte de la paciente cero de Ecuador fue en Guayaquil.
La paciente cero a quien se le diagnóstico covid-19 provino de Madrid. Ingresó a una clínica particular de Babahoyo, en la provincia de Los Ríos, sin saber que tenía el virus. Al complicarse sus problemas respiratorios fue trasladada a Guayaquil.
Una fiesta de bienvenida para la migrante que regresó de España fue la ocasión que propició el contagio. La noticia se dio a conocer por el gobierno el 29 de febrero. Su familia fue aislada en el primer cerco epidemiológico.
Sin embargo, la paciente cero de 71 años y su hermana de 33, murieron. Otros familiares de las fallecidas manifestaron que tras ser infectados, se curaron con sus propios medios.
Días más tarde, Guayas se militarizó como zona de seguridad. Y el gobierno nacional tomó el control sobre ella.
El presidente Lenín Moreno anunció la restricción de movilidad en Ecuador que rige desde el martes 17 de marzo, a fin de cumplir el Aislamiento Preventivo Obligatorio.
Tras el crecimiento de casos, Moreno imputó de situación al caso guayaquileño: “No puede ser posible que de las 220 pruebas del coronavirus realizadas en las últimas horas, 162 sean positivas, es decir 74 %. ¡Basta de irresponsabilidad!”.
Hay denuncias contra las Fuerzas Armadas, y videos que muestran cómo a los civiles que se encuentran en la calle al toque de queda, son sometidos al látigo o al corte de cabello en contra de su voluntad.
La Defensoría del Pueblo tendrá una ardua tarea de resolver de qué formas el Estado ecuatoriano no garantizó los derechos y los recursos necesarios para atender la emergencia sanitaria. Porque el coronavirus, solo ha destapado las carencias en el sistema de salud.
Guayaquil es una ciudad donde la pobreza es ofensiva. Y los operativos de control se ensañan en los barrios populares donde no hay ni un árbol, y ni siquiera agua potable, como en Monte Sinaí.
¿Cómo se lavarán las manos los niños y con qué frecuencia si son quienes más padecen enfermedades respiratorias, estomacales y de piel? Similar sucede en barrios como Isla Trinitaria, Sergio Toral, el Gasmos, por mencionar algunos.
No ocurre así en un sector como Samborondón, un municipio donde está el barrio residencial de la élite de Guayaquil, que presenta 165 casos confirmados por covid-19.
A manera de leyenda urbana, se rumora que la celebración de una gran boda en medio de la declaratoria de pandemia fue uno de los puntos de contagio entre los pudientes invitados y la clase trabajadora que sirvió en el evento.
La referencia al hecho muestra una añeja pugna entre clases que viene cargada de racismo y discriminación hacia los pobres.
A tan solo pasos del Malecón 2000, el gran atractivo turístico del puerto principal de la ciudad con costa al océano Pacífico, los desarrollos inmobiliarios esconden detrás el colorido de las favelas (barrios pobres hacinados).
Para algunos, es una pequeña réplica de Miami. Llena de palmeras y locales comerciales de grandes cadenas de comida internacional. Hay por tanto, un gran contraste en esa desigualdad.
Guayaquil concentra 25 % de la población urbana del país.
Allí, se ve con naturalidad a los mendigos lucir su miseria, deambular a los consumidores de drogas baratas y letales como la H, pernoctar a los migrantes venezolanos. Las veredas se han convertido en las pasarelas de la pobreza.
A la hora del noticiero vespertino del 1 de abril, la campaña #QuédateEnCasa se repite por televisión abierta. Un hombre en guayabera blanca y pantalones cortos, juega tenis en una cancha y pide: #QuédateEnCasa. Miss Ecuador 2019 cuenta en Instagram que está enferma de coronavirus.
El rostro de famosos personajes de la pantalla chica, desfilan en la sala de sus casas: rubios y delgados, fornidos y estilizados. Ruegan que los pobres se queden en su casa.
En Guayaquil, solo 50% de la población tiene empleo adecuado, 3% está en el desempleo, y refiere la tasa más grande de subempleo a nivel nacional: 18,9% según estadísticas del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Inec). Esto significa que si la gente no sale a vender, no come.
La enfermedad ha alcanzado a los más visibles: el alcalde de Samborondón, Juan José Yúnez, también enfermó, mientras el vicealcalde de Salitre, Jorge Orlando, falleció con sospecha de covid-19; cinco alcaldes contagiados en Guayas y el prefecto y exestrella del equipo de fútbol del Barcelona, Carlos Luis Morales, está en cuarentena.
La Metrovía a traviesa la ciudad como una criatura azul y fantasmagórica que conduce enfermos al hospital, y enfermeras a sus casas.
Pronto funcionará el Centro de Aislamiento para personas contagiadas por covid-19 en la antigua Clínica Enrique Sotomayor. La mortandad de la covid-19 revive otros episodios tristes en la historia de Guayaquil: incendios, los ataques piratas y las pestes.
En 1842, la llamada fiebre amarilla dejó 2454 muertos. Y así también lo hizo la represión contra los obreros que en 1922 reprimió brutalmente la huelga contra el gobierno de José Luis Tamayo. En ese entonces, los cadáveres se lanzaron al río Guayas.
En el hospital Ceibos, cadáveres se observan apilados en bodegas y junto a pacientes. De esta y otras historias similares, dan cuenta los videos que circulan en las redes sociales.
Claramente, el Protocolo para la Manipulación y Disposición Final Extrahospitalario de Cadáveres con Antecedentes y Presunción de covid-19 no se cumple. También los muertos aparecen tirados junto a los contenedores de basura.
El 27 de marzo de 2020, el presidente del Ecuador, Lenin Moreno, anunció la construcción de una fosa común para el entierro de enfermos de covid-19. De la misma forma, ofreció entierros dignos para los muertos. ¿Pero cómo se diferencian los cadáveres de coronavirus de aquellos que fallecen con diabetes, falla cardíaca, o neumonía atípica?
En cuatro contenedores se depositarán los cuerpos de los fallecidos. Uno se encuentra ya en el Hospital de Monte Sinaí. Sí hay música en la calle. “I shot the sheriff” reverbera en un parlante como un pigmento grotesco del pavimento.
“Si no cooperan, tendremos que decir a quién salvar o no” sentenció el vicepresidente Otto Sonnenholzner. Mientras, los vendedores ambulantes, los comerciantes que viven de las ventas del día a día, desobedecen el toque de queda que iniciaba a las 16h00 hasta las 05h00.
Hasta la tarde del miércoles 1, hay una lista de más de 450 cadáveres por recoger, y 550 casos de fallecimiento reportados en hogares desde el jueves 26 de marzo, registró la policía. Ahora los gallinazos rodean los estacionamientos del Hospital Teodoro Maldonado Carbo, del Seguro Social, en el sur de la ciudad.
Este artículo fue publicado originalmente por Pie de Página, publicación de la mexicana red de Periodistas de A Pie.
RV: EG