Brasil es firme candidato a ser uno de los próximos epicentros de la pandemia de la covid-19, que empieza a propagarse en las periferias pobres y los barrios hacinados de las metrópolis del país.
Se suman muchos factores tendientes a producir una tragedia en este país de 211 millones de habitantes, vulnerable a brotes epidémicos por su conocida desigualdad social, los grandes bolsones de pobreza, las “favelas” (barrios pobres y hacinados) y el déficit de saneamiento básico.
La gestión de esa crisis se deterioró por una insostenible división en el gobierno de extrema derecha. El presidente Jair Bolsonaro condena el aislamiento social recomendado por la Organización Mundial de Salud (OMS) y puesto en marcha por el ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta.
Bolsonaro amenazó varias veces con destituir al ministro y todos esperan que la medida se concrete en cualquier momento.
Ya el 6 de abril pareció decidido a hacerlo después que Mandetta dejó claras públicamente las discrepancias con su jefe. Pero entonces miembros militares del gabinete y líderes legislativos convencieron al mandatario de sostener en el cargo a un ministro con gran popularidad por su gestión de la pandemia, al contrario de lo que sucede con las posiciones presidenciales.
“El virus se está yendo”, sostuvo Bolsonaro al celebrar la Pascua cristiana con religiosos de confesión evangélica el domingo 12. Mientras, Mandetta y los epidemiólogos en general prevén una propagación masiva de la pandemia en las próximas semanas en Brasil.
En este país son los gobernadores de los 27 estados quienes asumieron, con respaldo del Superior Tribunal Federal, la responsabilidad de fijar normas de aislamiento y distanciamiento social.
Además, normaron el cierre de escuelas, comercio e industria y las actividades esenciales a mantenerse operativas, mientras las alcaldías también tienen niveles de autonomía para adoptar medidas.
El Ministerio de Salud tiene la función de dictar directrices, que el presidente quiere alterar pero no se atreve, al menos por ahora.
En algo que coinciden autoridades regionales y especialistas es que la explosión del contagio y muertes por la pandemia parece inevitable por su avance en las favelas y periferias pobres de las metrópolis.
Primero clases altas y medias, ahora las bajas
El coronavirus SARS-CoV-2 arribó al país por los viajeros internacionales, procedentes de China y Europa, principalmente desde Italia, según el monitoreo y estudios sobre mutaciones del virus.
Vale decir, la epidemia en Brasil empezó por los sectores ricos, miembros de la jerarquía empresarial, gubernamental e intelectual.
El primer enfermo se conoció el 26 de febrero y la primera muerte el 17 de marzo, ambos en la sureña ciudad de São Paulo, la capital económica que concentra hasta ahora cerca de 40 por ciento de la epidemia en Brasil.
En Fortaleza, la capital del nororiental estado de Ceará, la pandemia llegó a través de los ricos que viajan a Europa y Estados Unidos. “No por casualidad hay una gran concentración de casos confirmados de contagio en el barrio Meireles, donde están los más altos ingresos de la ciudad”, observó a IPS la periodista local Maristela Crispim.
La tardanza en suspender los vuelos internacionales favoreció el aumento de los infectados en la élite, acotó Crispim, fundadora y editora de la agencia de noticias ambientales y sociales Eco Nordeste.
Pese al esfuerzo de los gobiernos de los estados y municipios, “hay aún mucha falta de información sobre la pandemia, especialmente en las periferias”, y siguen las aglomeraciones de personas, por ejemplo en las playas y en el mercado de pescado, como sucedió durante la semana santa cristiana, lamentó desde Fortaleza.
Un dato comprueba que el coronavirus aún está menos presente entre los pobres. Los negros, que incluyen los mestizos, constituían solo 23,1 por ciento de las personas hospitalizadas con síndrome respiratorio grave, divulgó el Ministerio de Salud el 10 de abril.
Preocupación por población negra
Eso contrasta con el hecho de que la población afrobrasileña representa 55,8 por ciento del total nacional, según datos de 2019 del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. Esa mayoría deberá reflejarse con creces entre los enfermos, cuando el covid-19 se propague entre los pobres, anticipan los especialistas.
Otra tendencia es que habrá más muertes, ya que hasta ahora los negros muertos por la enfermedad suman 32,8 por ciento del total, es decir 9,7 puntos porcentuales más que la proporción de enfermos. Son más vulnerables, revela ese hecho según expertos.
Se repite en Brasil un cuadro parecido al de Estados Unidos, donde el estado de Illinois tiene 15 por ciento de población negra, pero registró hasta ahora 35 por ciento de los infectados y 40 por ciento de las muertes por covid-19 entre ese colectivo. Proporciones similares ocurren en otros estados de ese país.
En la capital, Washington, cerca de 60 por ciento de los muertos son negros, que corresponden a 46 por ciento de la población. Una explicación es que ellos son mayoría en trabajos esenciales de intenso contacto con el público, como conductores de vehículos, y son quienes más usan medios de transporte colectivos.
“El riesgo de enfermarse no es igual para todos, depende de sus actividades, la densidad de personas en las residencias. Es decir, los trabajadores pobres sufrirán siempre riesgos mayores”, reconoció a IPS el epidemiólogo Eduardo Costa, asesor de Cooperación Internacional de la Escuela Nacional de Salud Pública, con sede en Río de Janeiro.
Fortaleza y Manaus, grandes ciudades de las regiones más pobres de Brasil, el Nordeste y Norte, respectivamente, preocupan el Ministerio de Salud por la rápida proliferación del coronavirus y la escasez de recursos médicos y hospitalarios.
En Manaus, el Ministerio de Salud decidió construir hospitales de campaña y enviar médicos y enfermeros, en un intento de evitar el colapso de los hospitales.
Las estadísticas oficiales, sabidamente inferiores a la realidad, apuntan 1484 infectados y 90 muertos en el estado de Amazonas, la gran mayoría en la capital, Manaus.
“Tengo tío, tía y primo con covid-19 allá”, informó Daniely da Silva, bióloga que vive en otra capital amazónica, Belém do Pará, pero mantuvo muchas relaciones en Manaus, donde nació. Contó 27 amigos y conocidos que se enfermaron. Seis murieron y dos siguen en estado grave.
Ellos se distribuyen por barrios variados. Evidencian una epidemia más amplia que la oficial, incluso porque faltan kits de prueba para diagnosticar la covid-19, señaló basada en el testimonio de una amiga enfermera.
Carencia de materiales, equipos y profesionales
La carencia de material de diagnóstico y de equipos de protección constituye otro factor de ineficiencia. El Ministerio de Salud y gobiernos estadales y municipales intentan comprarlos en China, en otros países y la industria nacional, sin lograrlo con la urgencia necesaria en un mercado saturado y especulativo.
En consecuencia, el contagio de médicos y sanitarios alcanza niveles alarmantes. En el estado de Río de Janeiro, hasta la primera semana de abril se comprobó que 25 por ciento de ellos se había infectado. En Pernambuco, un estado del Nordeste, un tercio del total de enfermos de covid-19 son trabajadores en salud.
Son profesionales que harán falta, especialmente los especializados en cuidados intensivos, ante el previsible aumento de pacientes en las próximas semanas.
Con escasos diagnósticos, los datos oficiales indicaban, hasta el 14 de abril, 25 262 casos confirmados de la covid-19 y 1532 muertos, una cifra que diferentes sectores sanitarios y de gobiernos locales consideran inferiores a la realidad.
Los muertos podrían ser más del doble, si se examinan los fallecidos por neumonía y problemas respiratorios en marzo. Hubo 2239 defunciones más que en marzo de 2019, un aumento de 8,15 por ciento injustificable, ante la caída en las defunciones los meses anteriores.
Otra carencia, de camas y unidades de cuidados intensivos para asistir a los enfermos adicionales de covid-19, ante lo que los gobiernos locales y el nacional están construyendo más de 80 hospitales de campaña, diseminados por casi todo el país.
Es una carrera contra el tiempo. La crecida epidémica resultará también de la reducción del aislamiento social en la última semana, en vísperas de la aceleración del contagio. Muchos se cansaron de la reclusión y volvieron a la calle, en parte por la necesidad de trabajar para asegurar el sustento familiar.
No tener ningún familiar, vecino o amigo contagiado por el virus, estimula el incumplimiento de las cuarentenas establecidas por autoridades regionales y municipales. Para otros, los discursos de Bolsonaro sirvieron de bula para a las aglomeraciones.
En el sureño estado de Santa Catarina, la Universidad Federal local constató esa tendencia desde el inicio de abril, cuando el gobierno regional empezó a revocar restricciones. Pero también creció el contagio.
El gobierno del estado cedió a presiones empresariales de algunos sectores, señaló el periodista Cesar Valente. Desde el lunes 13 liberó el comercio callejero, pero no los centros comerciales.
En el estado de São Paulo, un monitoreo por los teléfonos celulares apuntó una adhesión al aislamiento por debajo de 50 por ciento en los días laborales y una subida a 59 por ciento en el fin de semana. El gobernador João Doria amenazó con penalizar e incluso detener a quienes violen la norma de confinamiento.
E: EG