Todavía no tiene un nombre para su invención, pero muchos le llaman “el aspersor de lluvia”. A simple vista es un marcador con alambres y ligas alrededor. Si lo vieras, no podrías imaginar qué es, pero la herramienta que construyó el boliviano Pedro Polo puede irrigar de una manera similar a la de la lluvia. De ahí el nombre.
Bolivia es considerada uno de los países más vulnerables a los efectos del cambio climático en América del Sur. En 2014, el segundo lago más grande del país, el Poopó, se secó. Además, según los pobladores de zonas rurales, el agua cada vez llega en menor caudal.
La necesidad es madre del ingenio
La vulnerabilidad de su país y la precaria situación de los pobladores con los que trabaja Pedro lo motivaron a buscar soluciones sostenibles y económicas. No obstante, al principio los productores pensaban que era difícil construir este accesorio porque la capacitación para aprender a elaborarlo tomaba hasta una mañana entera.
Sin embargo, cuenta Pedro que “una vez que explicas el paso a paso se dan cuenta de que es un proceso sencillo. Son los jóvenes los que logran construir uno a la primera, en 10 minutos y luego van a ayudar a los mayores que tienen un poco más de dificultad”.
El ahorro de tiempo es sustancial. Una vez que los participantes de las capacitaciones aprenden las técnicas y desarrollan la destreza, pueden armar cientos de aspersores. En términos económicos el invento de Pedro es tres veces más barato que aspersores artesanales sin reciclaje.
El costo de un aspersor es de un dólar con 50 centavos.
Con 10 aspersores de lluvia es posible regar hasta 500 metros cuadrados.
Los productores, motivados con esta iniciativa, han decidido reciclar los materiales de las escuelas. Claro, como los profesores piden a cada niño al menos dos de estos marcadores al año, las familias han acordado recolectar y hacer más aspersores, comenta Pedro.
Pedro Polo es técnico del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP, en inglés) en Bolivia. Fue parte del proyecto de resiliencia, en donde participaron 1640 familias en seis municipios de Tarija y Chuquisaca.
El proyecto apoyó a agricultores de subsistencia en la identificación de necesidades referidas a la producción de alimentos e impulsó la generación de excedentes para su comercialización en mercados locales.
Como incentivo por el trabajo realizado para la mejora de sus activos productivos, las familias fueron beneficiadas con transferencias en efectivo con las que pudieron cubrir diversas necesidades.
Este artículo fue publicado originalmente por el Programa Mundial de Alimentos.
RV: EG