La economía de Brasil vive un bajo crecimiento “estructural” hace cuatro décadas y solo podrá superar el atolladero adoptando el liberalismo que hizo prosperar otros países, es la convicción del ministro de Economía, Paulo Guedes.
Privatizar todo, abrir al máximo la economía nacional y controlar los gastos públicos es su receta. Chile desde los años 70 y Gran Bretaña gobernada por Margareth Thatcher (1979-1990) son algunos ejemplos que mencionó en rueda de prensa con corresponsales extranjeros en Río de Janeiro el viernes 13.
En su visión, países cerrados, con planificación central y gobiernos estatistas, prosperan por cierto tiempo, pero caminan hacia el colapso.
Brasil es un ejemplo. Por tres décadas hasta 1980 registro un crecimiento económico de 7,4 por ciento, “superior al de Japón, China, Estados Unidos, Alemania”. Creó grandes empresas estatales de energía, petróleo, siderurgia, minería y finanzas e hizo grandes inversiones en infraestructura, aceleradores de la expansión.
Ese modelo colapsó, como pasó también con la Unión Soviética y debe ocurrir en China en algún momento, evaluó el ministro, un economista doctorado en la Universidad de Chicago, la gran referencia del pensamiento económico liberal.
Chile, que era más pobre que Brasil, hoy tiene un ingreso por habitante que es doble del brasileño, destacó Guedes, atribuyéndolo a la adopción del liberalismo.
Economistas conocidos como “Chicago boys” condujeron la recuperación económica chilena durante la dictadura militar del general Augusto Pinochet (1973-1990). Guedes acompañó parte de esa experiencia como profesor de la Universidad de Chile en los años 80.
No por casualidad propuso el sistema previsional de capitalización individual, inspirado en el modelo chileno. Pero los legisladores rechazaron ese vuelco en las jubilaciones de Brasil.
Los ejemplos de Guedes, de 70 años, y su propia biografía hacen recordar que el liberalismo económico se vinculó muchas veces con regímenes dictatoriales, en contradicción con sus ideales de libertad.
Además del caso chileno, el más conocido liberal brasileño, Roberto Campos, muerto en 2001, tuvo su vida profesional asociada a la dictadura militar brasileña (1964-1985).
Y el gobierno de extrema derecha a que sirve Guedes como súper ministro de Economía, con la únificación de cuatro ministerios, ahora es acusado de autoritario incluso por liberales, como la economista Elena Landau, que dirigió el programa de privatización en los años 90.
Tras ocho meses de ese gobierno, presidido por Jair Bolsonaro, un ex capitán del Ejército que alaba la dictadura, Guedes hace un balance positivo de su sector, pero enfrenta visibles dificultades en poner en marcha sus ideas y mantener coherencia con ellas.
El Mercado Común del Sur (Mercosur, bloque de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) avanzó tras ocho años de parálisis, concluyó un acuerdo de libre comercio con Unión Europea (UE), prácticamente se aprobó la reforma del sistema previsional y están en marcha desestatizaciones, incluso de la explotación petrolera, recordó.
Además se aprobó una Ley de Libertad Económica para desburocratizar la actividad empresarial y se está digitalizando la administración pública, acotó.
“Antes abrir una empresa llevaba más de seis meses, ahora solo algunos días. En el Instituto de Seguridad, 97 servicios exigían la presencia física del interesado, pero 90 ya se hace digitalmente”, sostuvo.
Pero la realidad es que la economía brasileña sigue estancada hace dos años y medio, tras una fuerte recesión en 2015 y 2016. Para este año se espera un crecimiento de menos de uno por ciento.
En enero era casi un consenso que la expansión alcanzaría 2,5 por ciento, impulsada por la confianza del empresariado en el nuevo gobierno netamente pro libre mercado. La frustración se debe mucho a las encontradas acciones y declaraciones, especialmente del presidente Bolsonaro.
Guedes dijo que no compartió las previsiones optimistas y cree que en 2020 si se podrá crecer más, “quizás 2,5, uno o 1,5 por ciento, no lo sé”. Con las reformas “ya hay un empuje”, cree.
Su gestión, sin embargo, acaba de sufrir otro revés el 11 de septiembre, con la renuncia del secretario de Recaudación Federal, Marcos Cintra, que tenía un papel importante en la reforma tributaria que se intenta impulsar en el parlamento.
Conocido y persistente defensor de un impuesto sobre movimiento financiero, Cintra buscaba definir una variación de ese tributo que tuvo vigencia en Brasil entre 1997 y 2007. No se entiende su incorporación por este gobierno, ya que Bolsonaro siempre rechazó ese mecanismo de recaudación.
Pero Guedes pretendía adoptarlo para compensar una reducción de las cargas sobre los salarios, un factor del desempleo de más de 12 millones de brasileños, en un país de 2010 millones de personas.
Un empleo formal cuesta demasiado caro en Brasil, los encargos equivalen a otro sueldo, así “cada trabajador cuesta dos salarios”, lamentó.
Con el aborto del denominado Impuesto de Transacciones Financieras, por orden del presidente y un manifiesto rechazo parlamentario, Guedes dijo que seguirá buscando alternativas para desgravar contratos de trabajo.
Sobre el polémico gobierno de Bolsonaro, el ministro lo definió como “una alianza política del conservadurismo en costumbres y liberalismo en economía”, corrientes que estuvieron excluidas del poder por más de 30 años.
Es un gobierno de “centro-derecha”, compuesto por fuerzas que derrotaron la “centro-izquierda” en las elecciones de octubre de 2018 y que por eso tienen legitimidad para imponer sus políticas, incluso en la cultura, sin que se confunda con censura, opinó.
Extrema derecha es la calificación general del actual gobierno brasileño, compuesto de muchos generales y miembros de credos evangélicos fundamentalistas, por un discurso agresivo e intentos de medidas autoritarias, en gran parte rechazadas por el parlamento o el Supremo Tribunal Federal, por inconstitucionales.
Guedes tiene una explicación para la “inestabilidad política” que produjo gobiernos derechistas y xenófobos como los de Hungría y Estados Unidos y la decisión británica de dejar la UE con el Brexit. No incluyó Bolsonaro en la lista, aunque parezca obligatorio.
La globalización de las últimas décadas ocurrió con un “acoplamiento de dos mundos”, el Occidente y el Oriente, una “fusión que se convirtió en colisión” al agotarse el proceso mutuamente ventajoso, en que la economía mundial crecía más de cinco por ciento como promedio, y la asiática mucho más.
El proceso permitió integrar en el mercado a 3.500 millones de personas, siendo casi 1.000 millones de chinos y otro tanto de indios.
Mientras Europa cometía excesos en su estado de bienestar, con “generosos derechos ofrecidos por la socialdemocracia, como el de jubilación al nacer”. En Estados Unidos el exceso era de especulación financiera y del crédito, analizó.
Con el “crash” de 2008, se generó un “malestar” en el mundo occidental. La competencia china se hizo un factor de desestabilización, especialmente en países europeos que ya no tienen moneda bajo su control.
Pero el camino brasileño es seguir “globalizándose para integrarse a las cadenas productivas” relevantes en el mundo, concluyó el ministro de Economía.
Aunque parezca bien informado, el liberal Guedes se sumó a los prejuicios de sus colegas de gobierno.
Las organizaciones no gubernamentales solo codician la Amazonia, donde “los incendios siguen el promedio de los últimos 14 años” y su gran repercusión internacional es alimentada por opositores al acuerdo UE-Mercosur, dijo.
Edición: Estrella Gutiérrez