Cuando aumentan los casos en Brasil de la enfermedad de Hansen, más conocido como lepra, no se debe reprochar a las carencias en la asistencia de los servicios médicos, sino reconocer sus eficiencia en diagnosticar a las personas infectadas, al contrario de lo que pueda suceder en otros países.
Esa singularidad de la enfermedad se destacó en la visita del presidente de Nippon Foundation (Fundación Nipona), Yohei Sasakawa, a los estados de Pará y Maranhão, en el norte brasileño, entre el 2 y el 7 de julio, para conocer y alentar los esfuerzos por reducir la incidencia del mal, que no se limita a la infección por el bacilo Mycobacterium leprae.
Sasakawa prosigue desde este lunes 8 su gira por este país latinoamericano en Brasilia, en la etapa más institucional del viaje, para entrevistarse con el presidente Jair Bolsonaro y otras autoridades de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, antes de retornar a Japón el miércoles 10.
La Fundación Nipona financia varios proyectos en Brasil, uno de los cuales facilita las comunicaciones por teléfono e Internet, para ampliar y mejorar la información sobre esta enfermedad crónica y combatir los prejuicios, estigmas y discriminaciones relacionados con ella.
Diagnóstico precoz es una de las recomendaciones realzadas en los encuentros de Sasakawa con autoridades del estado amazónico de Pará, según Claudio Salgado, presidente de la Sociedad Brasileña de Hansenología y profesor de la Universidad Federal de Pará.
“La hanseníasis (como se llama a la enfermedad en Brasil) no se manifiesta en fases agudas de fiebre, escalofríos y confusiones mentales, como la malaria”, observó a IPS desde Belém do Pará, la capital del estado.
Sus síntomas, como manchas insensibles en la piel, suelen demorar años en manifestarse, cuando ya son irreversibles sus secuelas como pérdida de dedos y de movimientos en las manos o en miembros completos.
Además los casos son dispersos, dificultando más aún identificar a los enfermos, aunque ya existan medios de diagnóstico precoz, como los llamados exámenes de contacto.
Se estima que cerca de 95 por ciento de las personas cuentan con resistencia natural al contagio, que no es tan fácil como creen muchos por mitos extendidos sobre el mal, exige una convivencia muy cercana y su posibilidad desaparece con poco tiempo de tratamiento regular del enfermo.
Por todo eso puede convertirse en una trampa fijar metas cuantitativas, como estableció la Organización Mundial de Salud (OMS) para “eliminar” la lepra hasta el año 2000, advirtió Salgado. La “eliminación” se considera una meta alcanzada cuando los nuevos casos anuales no alcanzan uno por cada 10.000 habitantes.
La batalla contra el mal infeccioso ganó un aliado clave en 1982, cuando se pasó a disponer del tratamiento multimedicamentoso, cuya eficacia permitió curar a más de 16 millones de infectados desde entonces, según la OMS.
Brasil es el único país del mundo que no logró formalmente la meta. En 2017 fueron 26.875 casos nuevos en una población que entonces totalizaba los 200 millones de habitantes. Eso se traducía en 1,35 por 10.000 personas, según el informe de la OMS al respecto.
Salgado duda de las estadísticas que apuntan a una reducción en saltos que son una imposibilidad en epidemiología y que Brasil sea el país que concentre 92 por ciento de los nuevos casos en las Américas, como reconoce el Ministerio de Salud brasileño en su Estrategia Nacional para Enfrentar la Hanseníasis 2019-2022.
Sería admitir realidades muy distintas, en relación a la lepra, entre Brasil y sus vecinos pese a similitudes en las condiciones económicas, sociales y ambientales.
Se genera una aparente paradoja. Un país que disminuya su atención a la enfermedad tendrá estadísticas favorables, en contraste con la probable expansión del mal de Hansen. Habrá menos casos diagnosticados, mientras se agrava la realidad.
En Maranháo, segundo estado brasileño visitado por Sasakawa, el índice es elevado, 4,4 nuevos casos anuales por 10.000 habitantes.
“Detectamos 3.125 casos por año como promedio”, informó Lea Terto, superintendente de Epidemiologia y Control de Enfermedades de la Secretaria de Salud local.
Preocupa el hecho de que Maranhão es el estado en que más niños y adolescentes menores de 15 años aparecen infectados, lo que refleja su convivencia con adultos sin tratamiento, destacó a IPS desde la capital regional, São Luís.
La presencia de Sasakawa despertó entusiasmo entre los trabajadores de salud en las clínicas, antiguos leproserías y ciudades visitadas, respondiendo a los beneficios de los proyectos financiados por la Fundación Nipona.
Maranhão fue el estado más beneficiado por un proyecto, ejecutado desde 2017, destinado a fortalecer la atención al mal de Hansen en 20 de los municipios de mayor incidencia en Brasil, explicó a IPS, también desde São Luís, Artur Custodio, coordinador nacional del Movimiento de Reintegración de los Afectados por la Hanseníasis (Morhan).
La visita fue “muy positiva” para fortalecer la disposición de los que se dedican al tema y renovar el compromiso del gobierno local con la reducción de la enfermedad y los problemas que traban su prevención, evaluó Terto.
Le impresionó una declaración del visitante de que “más enfermas son las personas prejuiciosas”.[related_articles]
“Búsqueda activa y exámenes de contacto” son las prioridades de su trabajo, para “reducir la incidencia de forma concreta y responsable”, lo que significa una rebaja lenta, de cerca de dos por ciento de casos nuevos al año, sostuvo Terto, enfermera hace 37 años.
Pero si aparecen más casos que lo esperado, mejor, porque significa que se identificaron nuevos enfermos sin tratamiento, matizó.
Además de las dificultades de sacar la lepra de la invisibilidad, también preocupan los abandonos en medio al tratamiento, que puede prolongarse de seis meses a más de un año según la gravedad, hasta que el bacilo deja el organismo. Asegurar la adhesión del paciente hasta el final, en los casos más complejos, exige esfuerzos, por sus condiciones de vida.
Para estimular a los infectados a persistir en el tratamiento, la Fundación financia la distribución de canastas básicas de alimentos a las familias afectadas en Marabá, una ciudad del interior del estado de Pará, visitada por Sasakawa el 3 de julio.
Una mejor alimentación también ayuda a la cura, que es efectiva si la persona infectada toma su tratamiento por el tiempo prescrito.
Sasakawa inició su gira en el norte brasileño visitando la clínica Marcello Candia, Unidad de Referencia Especializada en Dermatología, en Marituba, ciudad de 108.000 habitantes en Pará.
Allí existió una gran leprosería que marca la historia de la ciudad y de José Picanço, coordinador de Morhan en Pará, quien vivió, al igual que sus dos hermanos, separado de sus padres, contagiados con el mal y detenidos por ello en 1972 y aislados en el recinto. En la práctica él y sus hermanos fueron tratados también como “leprosos”.
Los niños y niñas eran alejados de sus padres y recluidos su vez en orfanatos. Se calcula que entre 15.000 a 20.000 sufrieron en Brasil y aún sufren las secuelas sociales y sicológicas de la hanseníasis, a causa de la vieja ley de segregación contra los enfermos.
Sus padres, quienes sobrevivieron hasta 2007, al menos lograron el derecho a ser resarcidos, y obtuvieron una indemnización por la violencia ejercida contra ellos por el Estado. Pero sus dos hijos siguen luchando por tal derecho como víctimas.
“Hay estados, como Minas Gerais y Ceará que por decreto del gobierno o proyectos de ley en trámite parlamentario, tratan de reconocer ese derecho. Pero como el drama resultó de una política nacional, depende del gobierno federal indemnizarnos”, señaló Picanço a IPS desde Belem.
En su evaluación la visita de Sasakawa reforzó las diversas luchas por diagnóstico precoz de la enfermedad, derechos de los afectados y la necesidad de más divulgación sobre la hanseníasis por los medios de comunicación, que en la actualidad se limita a una campaña anual en enero.
Edición: Estrella Gutiérrez