Treinta familias de una comunidad rural a más de 4.300 metros de altura contarán con casas abrigadoras que las protegerán de las heladas que cada año causan muerte y enfermedades entre la población infantil y adulta mayor en esta región del sureste de los Andes peruanos.
Los esposos José Tito, de 46 años, y Celia Chumarca, un año menor, viven en la aldea de Quinsalakaya y son parte del grupo de 30 familias que este mismo mes tendrán terminadas sus nuevas viviendas y podrán pasar un fin de año sin frío ni humo en su hogar.
“Tenemos dos hijas de siete y cuatro años y ellas son las que más sufren con las heladas, queremos vivir calientitos y por eso nos hemos animado a participar en este proyecto que es nuevo aquí, antes no se ha visto”, dijo a IPS el campesino, a quien llena de optimismo la idea de que el frío deje de colarse entre las fisuras de sus paredes.[pullquote]3[/pullquote]
La región altoandina de Puno es una de las más gélidas en Perú. Entre mayo y septiembre la temperatura desciende en las noches hasta 18 grados bajo cero ocasionando enfermedades respiratorias agudas y decesos, especialmente entre los niños y personas ancianas.
Pero con el cambio climático las heladas pueden irrumpir incluso en el mes de diciembre en estas alturas andinas habitadas por pobladores quechuas.
Pedro Gómez, de 70 años, un comunero que vive en Quinsalakaya junto con su hijo, contó a IPS que justamente la noche anterior se presentó imprevistamente la helada.
“Mucho frío se siente y así es siempre por acá, uno se enferma de gripe, de la garganta y más con el humo de la cocina. Por eso me animé a tener una casa mejor”, explicó a la puerta de su nueva vivienda aún en construcción, en esta pequeña aldea a más de 1.300 kilómetros al sureste de Lima.
Justamente “casas abrigadoras” es el nombre del proyecto que la Iglesia Metodista de Perú está proveyendo a las familias de esta comunidad “de junto al cielo”, como dicen los lugareños, porque parece que sus techos rozan el cielo intensamente azul.
Quinsalakaya alberga a medio centenar de familias que cuentan con cuatro integrantes en promedio, todos quechuahablantes. Se dedican al pastoreo y a la agricultura de subsistencia.
La aldea pertenece al distrito (municipio) de Huayrapata, uno de los cuatro de la provincia puneña de Moho. Desde el casco central del municipio de unos 5.000 habitantes, se llega en tres horas de caminata o en una hora si el accidentado recorrido se hace en motocicleta.
Cuenta con un centro escolar, pero carece de posta médica. Cuando se presentan las complicaciones respiratorias o cualquier otro problema de salud que no puede ser aliviado con remedios caseros, los pobladores de Quinsalakaya deben ir hasta la localidad más cercana que tenga un establecimiento público de salud.
“Ante esa realidad queremos contribuir a que las familias tengan un abrigo sostenible que prevenga enfermedades, mejore sus condiciones de salud y su calidad de vida”, explicó a IPS días después en Lima el pastor de la Iglesia metodista, Mario Aliaga, coordinador del proyecto de las casas abrigadoras.
Las viviendas se edifican con la tecnología del muro Trombe para capturar la energía solar y abrigar los hogares, y se incluye la instalación de cocinas con chimeneas.
Se trata de una pared orientada al sol, que se construye con materiales que acumulan calor para crear una masa térmica, ladrillos de adobe (barro cocido) en este caso, entre los que se crea un espacio de aire y ventilación, con lo que se forma lo que se denomina un colector solar térmico.
Es una técnica fácilmente instalable y usable que funciona al establecer una diferencia de densidad de aire caliente y frio, que crea corrientes por la orientación de los puntos de ventilación abiertos, introduciendo así al interior el aire caliente acumulado.
La iniciativa ha supuesto para los metodistas peruanos un cambio en su forma de intervenir ante las emergencias climáticas.
Han pasado de la donación de ropas y frazadas (mantas) a impulsar un medio alternativo de calefacción que aporta, además, al ejercicio de ciudadanía de las mujeres y hombres de la primera comunidad beneficiaria.
Aliaga considera que se está colaborando en quebrar la lógica del asistencialismo pues ser parte del proyecto conlleva obligaciones y responsabilidades, lo que de hecho inhibió a parte de las familias a no sumarse al proyecto.
“Las familias aportan como contrapartida algunos insumos locales y, previa capacitación y asistencia técnica, el trabajo comunal para la construcción de la vivienda y su mantenimiento”, explicó.
En cada casa se invierte un promedio de 740 dólares en materiales para el techo, columnas, puertas, ventanas y en el sistema de calefacción y la cocina con chimenea.
Se prevé un funcionamiento óptimo de cinco a seis años del sistema calefactor, luego de los cuales se deben renovar las válvulas que van dentro del muro y las trampillas de ventilación, lo que asumirán las familias en forma comunal.
“El muro Trombe no necesita paneles solares, es un sistema que se instala en una esquina de la casa y aprovecha la entrada y salida del sol para recolectar esa energía solar que por las noches se irradia al interior”, detalló Aliaga.
De esa manera, precisó, “se logra elevar la temperatura hasta en 10 grados Celsius y así mitigar las heladas, disminuir la humedad y abrigar a las familias”.
El proyecto es financiado por la organización internacional ACT Alianza que agrupa a 144 iglesias y organizaciones de diferentes credos, uno de cuyos objetivos es alcanzar la justicia climática y ambiental.
Si los resultados, como se espera, son positivos, el plan es replicar la iniciativa en otras aldeas de la zona.
La intervención incluye la instalación de cocinas con chimeneas para reemplazar las existentes que al carecer de estos conductos disemina el humo que genera, contaminando los hogares y causando enfermedades respiratorias crónicas especialmente en mujeres y decesos infantiles, según la Organización Mundial de la Salud.
Betsi Chalco, de 21 años, es madre de dos niños, de tres años y apenas un mes, y aspira a que no sufran de frío ni de las enfermedades que origina. “Cuando mi casita esté terminada en unos días, vamos a estar abrigados y la cocina será diferente porque ahora humea mucho. Y más limpio estará todo”, comentó ilusionada.
Esa perspectiva la comparte Néstor Flores, de 48 años.
“Estoy pensando en el futuro, estoy haciendo nuestra casita con barro para que esté caliente y el techo con carrizo y yeso. Bien bonito quedará. Tendrá su cocina, su dormitorio y en tiempo de helada mis hijos, mi esposa y yo estaremos cobijados”, dijo sonriente a IPS.
“Por eso estoy contento, porque nunca han llegado estos proyectos por aquí, no llegan los gobiernos tampoco”, añadió.
Pese a que el gobierno peruano cuenta desde el 2012 con un Plan Multisectorial ante Heladas y Friajes, que se actualiza anualmente, su cobertura es insuficiente. Han llegado en siete años a 1.172 distritos, a un promedio de solo 167 por año, que ha dejado fuera hasta ahora a las comunidades altoandinas como Quinsalakaya.
Perú cuenta con 1.655 municipios, en un país considerado el tercero con mayor grado de vulnerabilidad al cambio climático del mundo, según datos oficiales locales, lo que lo expone al incremento en frecuencia e intensidad de eventos naturales como las heladas.
Edición: Estrella Gutiérrez