Unas 200 personas quedaron heridas y 131 fallecidas tras el ataque suicida cometido en la tercera semana de este mes en Mastung, en la provincia pakistaní de Baluchistán. Fue el segundo con mayor número de muertos después de el de 2014, cuando murieron 144 personas en una Escuela Pública del Ejército en Peshawar, capital de la norteña provincia de Jiber Pajtunjwa.
Este último atentado fue el tercero en 72 horas en el contexto de las próximas elecciones, previstas para este 25 de julio. Los ataques terroristas no son nuevos en mi país. Pakistán ya perdió 50.000 civiles desde 2003.
Este me trajo recuerdos traumáticos y un fuerte recordatorio de que Pakistán, y el mundo, necesitan implementar medidas preventivas de conflictos e inclusivas si queremos frenar la creciente ola de violencia.
Hace nueve años participé en la guerra de Pakistán contra el Talibán como oficial de la Fuerza Aérea, estacionada en la atribulada provincia de Jiber Pajtunjwa.
El 16 de octubre de 2009, cuando iba a mi casa a celebrar mi cumpleaños con mi única hija, me paró un policía porque que había habido un atentado terrorista cerca del complejo residencial donde vivía. Mi hija, entonces de tres años, estaba en la casa. Me pidieron que fuera a pie hasta allí.
Los 13 minutos de caminata hasta mi casa fueron los más difíciles de mi vida. Lo único que podía pensar era por qué no se pudo prevenir esto y cuánto costo personal tendría que soportar por esta guerra. Podía sentir el olor a carne quemada, veía cuerpos ensangrentados y sentía los vidrios rotos al caminar.
Vi el cuerpo inerte, carbonizado y lleno de metrallas del joven zapatero alegre. Había venido a la ciudad para ganarse la vida y para que sus hijas pudieran estudiar.
Mi propia hija sobrevivió al atentado, pero quedó traumada por mucho tiempo. Ese día me cambió la percepción de la paz y el conflicto para siempre. A pesar de tener un conflicto interno desde hace mucho tiempo, Pakistán no ha aprendido el arte de la prevención.
La prevención de conflictos se define no solo por el control de los daños que los causan, sino también atendiendo las causas subyacentes de los mismos para evitar la recurrencia. El desarrollo sigue siendo una herramienta poderosa en ese sentido.
Los esfuerzos para prevenir conflictos pueden ahorrar vidas y dinero. El ahorro puede llegar a 70.000 millones de dólares al año en el mundo, dado que 2.000 millones de personas viven en países donde las oportunidades y la estabilidad económica se ven afectadas por la fragilidad, los conflictos y la violencia, y los conflictos generan 80 por ciento de las necesidades humanitarias.
Por supuesto, los horrores del terrorismo no se pueden captar solo mediante estadísticas; destruye formas de vida, inculca un miedo permanente y deja a los sobrevivientes traumados de por vida; mi hija y yo podemos dar fe.
Lo importante en la prevención de conflictos es saber que la causa del conflicto es una sensación de privación relativa.
Los científicos sociales hace tiempo que han explicado que las personas evalúan su propio bienestar no solo en base a lo que tienen, sino a lo que tienen en relación con lo que tienen los demás. El descontento y la desigualdad de acceso a los recursos sigue siendo una importante causa de conflictos. Y las estrategias de desarrollo apuntan precisamente a eso.
En el caso de Pakistán, las fuerzas armadas tienen una gran participación en las estrategias de política exterior y antiterrorismo. Eso puede terminar con el conflicto y generar una sensación de paz, pero es una paz frágil impuesta, en vez de derivada de la gente.[related_articles]
Eso sigue siendo una limitación para Pakistán que no haya podido impulsar una paz positiva y sostenible mediante el desarrollo como estrategia de prevención de conflictos.
En este país, la mayoría de los atentados terroristas ocurren en dos provincias, Jiber Pajtunjwa y Baluchistán, donde hay una larga historia de quejas sin resolver contra la federación y su mayor provincia, Punyab.
Esas regiones atraviesan un nexo muy complejo que incluye al Talibán, al Daesh (acrónimo árabe del Estado Islámico) y a separatistas locales, pero también es una fuente de conflicto que esas provincias se vean despojadas en comparación con la opulenta Punyab.
Por más que los esfuerzos de las fuerzas armadas y de inteligencia contribuyan a disminuir los ataques terroristas, atender las causas subyacentes de los conflictos requiere incluir a un grupo más amplio de actores, como el gobierno, líderes comunitarios, militares, civiles y medios.
En la actualidad, los militares en muchos países con conflictos, entre ellos Pakistán, están a cargo de los procesos de resolución de conflictos. Eso debe cambiar.
La construcción de la paz necesita la inclusión de otros actores para que el proceso, así como la prevención, sean viables. Los otros sectores de la sociedad deben dar un paso al frente y reclamar que los escuchen.
Hasta ahora, el mundo y Pakistán no han logrado prevenir los conflictos porque han dependido solo de las fuerzas militares. Pagamos un alto costo con inestabilidad y la recurrente pérdida de vidas.
Y la sociedad civil busca la democracia a través de una movilización como fue la Primavera Árabe. Ahora necesitamos ese mismo tipo de movimiento para priorizar la prevención de conflictos en el mundo.
Una “primavera de la prevención”, en que la sociedad civil se concentre en construir sociedades más equitativas en vez de prevenir conflictos, podría ser la solución para lograr un mundo en paz.
Traducción: Verónica Firme